José Bustamante García vivió su infancia encerrado en la base naval de Puerto Belgrano y a sus ocho años supo que no era hijo del suboficial de la Armada que lo había criado como propio. Tenía más de veinte cuando empezó a mirar con atención los avisos de las Abuelas que buscaban a sus nietos, pero fue recién tras el nacimiento de su hija mayor cuando comprendió que debía buscar su identidad. La recuperó en 2017 y en homenaje a sus padres, Iris García Soler y Enrique Bustamante, militantes de Montoneros, ambos desaparecidos, hoy sus hijas llevan los apellidos de ambos abuelos. Su historia reaparece ahora en el spot “Animate a dar el paso”, con el que Abuelas de Plaza de Mayo refuerza en medios radiales y televisivos su campaña para encontrar a “los casi 300 nietos y nietas que aún viven con su identidad falseada”. “A ellos y ellas les decimos que el tiempo corre, que sus familias los buscan desde hace cuatro décadas, que la sociedad tiene que cerrar esta herida y que sus hijos e hijas también tienen derecho a conocer su historia”, destaca el organismo.

“A poco más de un año del inicio de esta pandemia que nos tiene en jaque, y ante la urgencia del paso del tiempo, con Abuelas que se nos van mes a mes y nietos y nietas que ya rondan los 45 años, hemos solicitado este espacio de difusión masiva para llegar a aquellos que todavía no se han animado a dar el paso hacia su verdadera identidad”, explican las Abuelas a casi dos años de la recuperación del nieto 130, Javier Matías Darroux Mijalchu, en junio de 2019. “A quienes conocen a alguien que podría ser hijo/a de personas desaparecidas les insistimos: no se queden con esa información, convérsenla y orienten a quien podría estar atravesando esta duda. Nadie resuelve en soledad un conflicto de identidad después de tantos años. Acompañemos en este proceso”, reclaman.

José vivió sus primeros años en la burbuja de Puerto Belgrano, en el sur bonaerense, en un contexto de desfiles militares y arengas cuarteleras, convencido de que había nacido allí en agosto de 1977. El suboficial que lo anotó como hijo propio murió en 1985, su madre de crianza volvió entonces a sus pagos de Río Cuarto y poco después le contó que era adoptado. “Me dijo que no podían tener hijos y que mi padrino, que era piloto oficial de la Armada, llegó un día con un bebé y no permitió que le hicieran preguntas de su origen”, contó al portal Puntal, de Río Cuarto. Ya en su adolescencia buscó su partida de nacimiento y “no entendía cómo podía tener una siendo que me habían adoptado”. Con los años supo del terrorismo de Estado y con los spots de Abuelas “se puso en la superficie algo que estaba muy abajo escondido”, graficó. Hablaba del tema con su novia, hoy esposa, pero temía acercarse al organismo por “lo que podía pasarle a mi madre de crianza”.

“Desde Abuelas de Córdoba se acercaron a mí, por denuncias anónimas, siempre con mucho respeto”, recordó. Fue el nacimiento de su hija mayor el que “cambió en mi interior la reflexión, considerando que no podía dejar de pensar en ella a la hora de tomar decisiones, y comencé a vivirlo como un peso”. En Abuelas “aceptaron mis tiempos, escucharon lo que yo quería hacer y me plantearon la posibilidad de hacer una extracción si así lo quería”. Finalmente, a ocho meses del primer contacto aceptó que le tomaran una muestra para cruzar con los ADN del Banco Nacional de Datos Genéticos.

La otra parte de la historia del nieto 122 la reconstruyeron Abuelas y la Conadi. Iris y Enrique desaparecieron el 31 de enero de 1977, ella con un embarazo de tres meses. Fueron secuestrados por una patota de la Policía Federal en una pensión porteña de calle Tacuarí al 400 y trasladados al centro clandestino Club Atlético. Por sobrevivientes se supo que a él lo llevaron a un careo a la ESMA y lo devolvieron al Atlético, donde se le perdió el rastro. Iris, a quien sus compañeros de cautiverio llamaban “La Lobita”, fue trasladada a la ESMA en mayo de 1977. Por otro lado, por testimonios de sobrevivientes de la ESMA se supo que una mujer apodada “Tita” tuvo un varón en julio de 1977 y llegó a tenerlo en sus brazos. Otros testimonios indicaban que una joven embarazada apodada “La Lobita” había llegado a la ESMA desde Club Atlético para dar a luz, pero las piezas demorarían en encajar. Recién en 2004, por una persona liberada del centro clandestino de la Armada que había militado en el mismo ámbito que la pareja, se logró determinar que Iris era la pareja del “Lobo”, el apodo de Enrique, que además no estaba denunciado como desaparecido y sus padres habían fallecido. El caso se incorporó al Banco Nacional de Datos Genéticos y fue recién en 2010 cuando una prima se acercó a la Secretaría de Derechos Humanos y se pudo incorporar al grupo familiar al banco. El acercamiento de la filial Córdoba de Abuelas al joven que dudaba su identidad y su propia decisión de dar una muestra permitiría terminar de reconstruir el rompecabezas.

El spot de Abuelas, que protagoniza José con su esposa y sus hijas, se grabó en 2019 con la colaboración del área de prensa y comunicación del Ente Público Espacio para la Memoria y la voz en off de la actriz y locutora Lourdes Cetrángolo.