Al menos 82 personas murieron y 110 resultaron heridas en Irak debido a una explosión que desató un voraz incendio en un hospital para pacientes con coronavirus en Bagdad. La tragedia, que habría sido iniciada por la detonación de tanques de oxígeno almacenados sin respetar condiciones de seguridad, despertó la ira de los ciudadanos que exigen la renuncia de las autoridades responsables. El primer ministro iraquí, Mustafa al Kazemi, anunció tres días de duelo nacional y la apertura de "una investigación inmediata". Además el ministro de Salud, Hasan al Tamimi, fue suspendido de forma temporal. Se trata de una nueva desgracia en un país cuyo sistema de salud nunca pudo recuperarse de cuatro décadas de guerra.

El vocero del ministerio del Interior, Jaled al Mhana, indicó que algunas de las víctimas sufrieron quemaduras y que otras saltaron desde pisos altos para huir de las llamas, y advirtió que el número de fallecidos podría aumentar por la gravedad de las lesiones de algunos de los heridos. Las víctimas, que estaban siendo tratadas por cuadros de covid-19, estaban conectadas a respiradores cuando estallaron tubos de oxígeno, causando un incendio que se extendió rápidamente, según el parte que brindaron médicos y bomberos locales. 

En el registro de una cámara de seguridad del hospital afectado, el Al Jatib, se ve a un grupo de personas charlando en el pasillo frente a la sala donde tuvo lugar la explosión justo antes de que se produjera, alrededor de las 22 horas del sábado. De acuerdo a la grabación, algunos de las personas presentes en el interior del hospital huyeron despavoridas tras la fuerte expulsión, mientras que otros intentaron salvar a pacientes para sacarlos al exterior antes de que el pasillo se llenara de una espesa cortina de humo. 

"El hospital no tenía un sistema de protección contra incendios y los falsos techos permitieron que el fuego se propagara a productos altamente inflamables", informó la Defensa Civil de Irak. "La mayoría de las víctimas murieron porque fueron desplazadas y privadas de ventiladores, y otras, asfixiadas por el humo", agregó. Los bomberos no pudieron llegar inmediatamente al hospital, situado en la periferia agrícola de Bagdad.

"Sentimos una explosión. Había entre 140 y 150 personas en el hospital. Vimos el fuego y no pudimos salvar a nadie", explicó entre lágrimas Bakr Kazem, mientras este domingo acompañaba el féretro de su padre en la ciudad de Nayaf. Por su parte Amir, de 35 años, relató haber salvado de milagro a sus hermanos que se hallaban en el hospital.

El ministerio del Interior descartó en un principio que el hecho haya sido fruto de una acción intencionada y las primeras hipótesis sobre la causa de la tragedia apuntan a un cortocircuito como detonante de la explosión. "Que me digan que fue por un fallo eléctrico es una vergüenza", respondió el primer ministro al Kazemi, quien ordenó revisar "los trámites de seguridad en todos los hospitales, hoteles y lugares públicos en una semana" en todo Irak así como examinar "cada cable en cada sitio público y cada hospital".

Hasta el momento fueron destituidos el director del hospital al Jatib y el jefe de mantenimiento, mientras que un tribunal de Rusafa, la región a la que pertenece el centro sanitario, decretó el arresto del primero mientras duren las investigaciones. Las responsabilidades alcanzaron también al ámbito político ya que el gobierno resolvió suspender de forma temporal y someter a una investigación al ministro de Salud, Hasan al Tamimi, al gobernador de Bagdad, Mohamed Jaber al Ata, y al director general del Departamento de Salud de la región de Rusafa, Abdelghani al Saadi. 

Todos ellos están siendo interrogados y nadie podrá quedar en libertad "hasta que se juzgue a los culpables", explicó al Kazemi. Sin embargo, la Comisión Iraquí de Derechos Humanos pidió el domingo la renuncia del ministro y otros responsables, mientras se producían manifestaciones espontáneas de familiares de víctimas del incendio y de otros jóvenes indignados en distintos puntos de la capital iraquí.

Los participantes de las protestas, que se disolvieron sin incidentes, también se quejaron por los deficientes servicios públicos, que en el caso de la sanidad presentan un mal estado de las infraestructuras en un país en reconstrucción tras décadas de conflicto armado. La misión de la ONU en Irak expresó "su dolor" y se declaró "conmocionada" por la tragedia, mientras que el papa Francisco, que efectuó una visita histórica al país en marzo, llamó a "rezar por todas las víctimas" del siniestro.

Irak es uno de los países con más casos de covid-19 en todo Oriente Medio con algo más de un millón, aunque acumula un número de muertos relativamente bajo (15.217) debido probablemente a que su población, de alrededor de 40 millones de habitantes, es una de las más jóvenes del mundo.