“Si alguien me pregunta si tengo un libro autobiográfico, es esta antología. Lo más autobiográfico que puede haber es la lectura. Para escribir uno usa su memoria y la imaginación. Pero la lectura siempre es autobiográfica, uno no puede leer si no es desde sus intereses, sus deseos y su placer”. El escritor y piloto de ultramar Juan Bautista Duizeide, sitúa en esas coordenadas el origen de su voluminosa antología Abordajes Literarios. Cuentos del mar (Adriana Hidalgo). Una bitácora de lecturas que viajan desde los textos bíblicos hasta relatos sobre el esclavismo en los barcos del siglo XXI. Un mapa de 512 páginas que apunta hacia el indescifrable corazón del mar, hecho de naufragios y salvatajes, buques colosales y ballenas suicidas, fragatas maldecidas, descensos al Maelström y aislamientos en la cima de un faro, la prostitución en una fonda portuaria y el hechizo de las sirenas, la venta de perfumes y relojes en un crucero y la posibilidad de llegar hasta Dios. Algo más que un océano de distancia.
“La mayoría de los cuentos de la antología no fueron escritos por marinos”, señala Duizeide sobre la ecléctica lista de autores y autoras que pueblan Abordajes Literarios. “Nadie que escriba ciencia ficción conoce los mundos sobre los que escribe, pero uno les cree sus relatos. En este caso sucede algo parecido, han logrado captar esa verdad que está debajo”- La selección incluye las hazañas relatadas por Homero, Charles Darwin o Domingo Faustino Sarmiento; derivas y monstruos que surgieron de la imaginación de Arthur Conan Doyle, Patricia Highsmith y Ray Bradbury, aventuras fantásticas narradas por Jack London, Julio Verne y Edgar Allan Poe. Con ellos se entrelazan impecables textos inéditos de escritores cercanos en el tiempo, como Marcelo Carnero, Bernardo Kordon y Valeria Limardo, junto a la profundidad humana de León Tolstói, Joseph Conrad y Herman Melville. Estos dos últimos, los únicos marinos que integran la lista.
“Acaso la más antigua de las metáforas de la literatura universal sea la que vincula vida humana y aventura marítima: la navigatio vitae, que considera la existencia como navegación, como peregrinaje a través de un ámbito de máxima inestabilidad, a merced de sus criaturas, de sus tormentas y de sus calmas no menos peligrosas”, escribe Duizeide en el prólogo de su libro, bajo el título Planeta mar. A partir de ahí se van encadenando los 78 textos que reúne la antología: cuentos, fragmentos de novelas, poesías, crónicas, ensayos y hasta ese hasta ese misterioso aviso publicitario con el que Ernest Shackleton congregó a su tripulación para alcanzar la Antártida: “Se buscan hombres para travesía peligrosa. Escasa paga, frío feroz, largas horas de completa oscuridad. Honores y reconocimiento factibles, no asegurados, sólo en caso de éxito”.
El recorrido de Abordajes Literarios está pensado como una experiencia marítima. Once secciones que ordenan los relatos en torno a los momentos clave de la navegación. De madera, de acero, de palabras es el primer amarradero. “Los tripulantes suelen hablar con su nave. En ese ritual de amor y odio hay una posibilidad para la literatura. Y también una constatación: los barcos avanzan no tanto a vela, a vapor o a energía nuclear como a palabras”, escribe Duizeide en la postal que abre esa primera sección, dedicada a la construcción de los “ingenios flotantes” que la humanidad lanza al océano.
“Una antología es una obra de montaje. La pensé como si fuera una película, hecha de capítulos. No se trataba de juntar cuentos y ver en qué orden los pongo, sino más bien de armar un rompecabezas”, explica Duizeide sobre el entramado de Abordajes Literarios, cuya estructura está inspirada en El espejo del mal, el libro en el que Joseph Conrad relata el cambio de una época a través del mar: la “muerte” de los barcos a vela y el reinado del vapor. En la antología aparecen entonces capítulos que narran la voluntad de dominio sobre el mar, los vórtices, abismos y tragedias a los que conduce, las gestas y los extravíos y la dulce melancolía que produce volver, arribar a puerto luego de la travesía. Un círculo que se cierra alrededor de una sola certeza: aquellos que vuelven, ya no son los mismos.
“Me produjo una terrible nostalgia el capítulo que se titula Llegar. La llegada a puerto me producía una inmensa nostalgia por anticipado. 'Poder' es una palabra que sintetiza lo que sentís en el mar”, asegura Duizeide, quien piloteó pesqueros, cargueros y petroleros a lo largo del Pacífico, el Atlántico, el Báltico y el Cabo de Hornos. “Estás a bordo, luchando con eso que sabés que te excede por todos lados, y tenés cada vez más una sensación de poder. De epifanías muy seguidas. Y de golpe pasás a una existencia terrestre, anónima, gris. Sin aventura. Lo cierto es que todos los días en el mar, estás en riesgo”.
-En Abordajes Literarios hay una preponderancia de relatos fantásticos. ¿El mar es un escenario que habilita esa mirada sobre el mundo?
-Cuando algunas personas empiezan a navegar en serio, les digo que les van a cambiar todos los parámetros. Lo que es razonable en tierra, la lógica, la experiencia del tiempo, cambia totalmente. En tierra soy híper racional, a bordo soy supersticioso. El raciocinio es algo humano, y uno en el mar de lo que pronto se da cuenta, salvo que sea muy necio, es de la pequeñez humana. El sentido común te plantea verdades que quizás un raciocinio más extremo, que termina tocándose con el delirio, sí te lo mostraría. Y en el mar te das cuenta de los límites de la razón, de la lógica. Al mismo tiempo te obliga a ser disciplinado. Es caótico. Rápidamente te agarra una tormenta que era imposible de predecir. Tenés que estar muy abierto a lo que pase. No soy creyente, la verdad, pero tengo un costado místico que lo alimenta el mar. Todo el tiempo suceden cosas que solo son extrañas cuando se cuentan en tierra. Cuestiones que requieren de la literatura.
-En una de las últimas postales del libro, abrís el debate sobre el lugar que ocupa la tecnología en la navegación, la intención constante de eliminar el azar y la imposibilidad de lograrlo. ¿En ese punto se juega hoy la literatura marítima?
-Hay que romper con el fetiche de la pura tecnología. Hoy son un negocio los barcos, un mercado que en buena parte del planeta se desreguló. Por un lado se quiere evitar el azar, pero la desregulación hace que la navegación sea bastante más insegura que hace treinta años. En un barco uno siempre tiene que decidir por razones náuticas. Esta regla entra en contradicción con el pensamiento económico, de la posmodernidad. Hoy un gerente de una empresa puede hablar con el capitán a bordo y se deciden cosas por conveniencias comerciales que generan catástrofes. Se estima que cincuenta y seis millones de personas trabajan en el mar. En un escenario en el que la desregulación generó contaminación, inseguridad, regreso del trabajo esclavo, que en realidad nunca se había ido. El gran viaje marítimo que hay que contar ahora, es el de las personas forzadas a emigrar. Los balseros que se lanzan del norte de África a Europa, que los dejan ahogarse. Los polizontes que escapan y es común que los maten arriba de un barco. Esa es la terrible odisea que hay que contar hoy en día.