El sábado por la noche participé de Sobredosis de TV, el programa conducido por Juan Di Natale y Elizabeth Vernaci. La pasé muy bien y pude hablar a corazón abierto sobre muchas inquietudes que tengo desde hace tiempo. Aproveché para hacerlo luego de un segmento muy interesante que tiene el programa, que se llama "Revisionismo histórico", donde pasaron un compilado televisivo de la mirada de los medios a las identidades travestis-trans desde 1996 hasta la actualidad. Muchos fragmentos mostraban una televisión supertransfóbica, violenta y sin perspectiva de género. Quiero confesarles que fue muy impactante recordar todos esos episodios que, por obvias razones, mi memoria decidió borrar. Seguro pensarán que eso es cosa antigua. Lamento decirles que no. La transfobia y los mensajes de odio no son cosas del pasado.

Al contrario, algo que me sigue sorprendiendo en la actualidad es cuan naturalizados siguen estando los comentarios de odio hacia nosotres. El tono puede que haya cambiado, pero el blanco de ataque sigue siendo el mismo: nuestro nombre propio, nuestra identidad asumida. ¿Qué respeto nos pueden tener cuando comunicadores destilan mensajes transodiantes constantemente? Mientras yo hablaba de la violencia que aún vive a diario el colectivo travestitrans, en Tucumán era asesinada Vicky Nievas, una chica trans. El séptimo transfemicidio de los últimos años en esta provincia. En pleno dolor de la familia, aquel que supone la pérdida de un ser querido, los medios de comunicación que cubrieron el caso aprovecharon para violar la identidad y derechos adquiridos de Vicky. Otra vez la prensa regando para que brote el odio.

Días más tarde, una organización de DDHH que lucha por el derecho a una vida más digna del colectivo LGBTIQ, detectó en el noticiero comentarios transfóbicos de un funcionario municipal y viralizó el video que salió en un programa de gran audiencia en Tucumán. El funcionario en cuestión es Enrique Romero, Subsecretario de Tránsito de la Municipalidad de San Miguel de Tucumán. Esta persona, al aire y con la más absoluta desfachatez, se expresó utilizando mi nombre en una comparación a modo de insulto hacia un legislador al cual estaba denigrando. Esto desnuda la violencia simbólica que se reproduce sin ningún tipo de consecuencias o sanción: nadie lo interrumpió para pedirle que se retractase o para señalarle que estaba incurriendo en un acto discriminatorio.

En marzo se suicidó Nicolás Cristal Izak Pinto, un chico trans de Río Grande, Tierra del Fuego, por no soportar la violencia que vivía a diario, según cuenta su madre. Y los medios que cubrieron el caso en su provincia ultrajaron su memoria publicando el nombre que se le había sido asignado al nacer, violando su derecho ganado gracias a la Ley de Identidad de Género. Hoy su madre encabeza una causa llamada Diverses y Humanes, bajo el lema «No hay nada malo en mí», una frase que le dijo Nicolás después de sufrir una violenta agresión en la vía pública. Yo me pregunto: tenemos una ley que claramente los medios no respetan, ¿qué pensamos hacer al respecto? Son numerosos los casos en que no solo se incumple, sino que además se violan los derechos adquiridos de personas. Esa violencia alimenta más violencia. ¿Cuantas vidas más necesitan nuestrxs representantes para poner cartas en el asunto?

¡Necesitamos respuestas urgentes! Hace décadas que venimos reclamando justicia social para nuestro colectivo y el Estado sigue ausente y sin respuestas. ¿Qué están esperando lxs politicxs para promover penas más severas que combatan la discriminación? ¿Qué esperamos para que la ESI se desbinarice y se aplique en todas las escuelas del país? Necesitamos educar a las nuevas generaciones. Que se preparen para vivir en un mundo diverso e inclusivo.

Por no tener educación sexual integral, muchxs fuimos llevados a cargar la culpa y la vergüenza y un estigma social que nos condenaba por ser diferentes. Nuestra generación ya está rota: nos robaron la posibilidad de crecer como lo hace cualquier niñx o adolescente, nos robaron la libertad de vivir el primer beso sin culpa, llevar con orgullo nuestra identidad, caminar sin miedo a ser lastimadxs, la libertad de ser. Hoy intentamos sanar. Tenemos herramientas, ¿vamos a seguir permitiendo que la violencia siga creciendo? Este tema nos involucra a todxs.

Florencia De La V