Escribo estas líneas mirando el reloj con cierta impaciencia. Todo el tiempo estoy llegando tarde, todo el tiempo tengo que estar yendo hacia otro lugar. Imposible sentarse a escribir. Muchos menos a re-flexionar, a realizar esa acción del pensamiento que implica detenerse y volver sobre las cosas, los acontecimientos, las ideas. Detenerse, para avanzar. No, imposible. Solo hay avance. Las máquinas perforadoras avanzan en el cerro, el gobierno avanza en sus declaratorias de muerte, la Justicia avanza en su persecución de los que estorban. No, imposible detenerse.
Y, sin embargo, hay una voluntad que pecha, que tira, que te dice, sí vale la pena, hacé el esfuerzo, sentate a escribir, el mundo necesita tanto de las trincheras como de las ideas. Así que entre el acampe y la computadora, entre la calle y la libreta de notas, entre el almuerzo y la asamblea, uno se sienta a pensar, a re-flexionar sobre cómo parar esas máquinas que están en el cerro, que son parte de esa otra gran máquina destructora que nos consume la vida acá en el Aconquija de Catamarca, en los bosques de Córdoba y Chubut, en las montañas de Mendoza y San Juan, en los humedales del Paraná, en el monte santiagueño y chaqueño, en cada rincón de este país (menos de su capital), una máquina arrollando la vida de cada territorio.
Pero una vez en la computadora (sin sacar los ojos del reloj) ¿pensar qué? ¿Pensar “la crisis climática”, pensar el capitalismo, pensar las luchas? ¿Pensar lo urgente? ¿La urgencia de los presxs politicxs de Andalgalá, los que ahora están en una cárcel o la urgencia de todxs lxs luchadorxs de este país que están ahora enjuiciados, perseguidos o encarcelados?
No, imposible pensar esa urgencia, pero tal vez sí, pensar la cárcel mayor, esa cárcel gigante, que se vuelve imperceptible de a ratos y brutalmente concreta de a otros. La cárcel de la historia, la cárcel del movimiento que hace girar las lógicas destructivas del mundo. Eso, detenerse a reflexionar sobre la cárcel de movimiento histórico sobre la que vivimos el día a día. Una cárcel de la que también es urgente liberarse.
Historia y tiempo histórico
Dentro del amplio mundo de los pensadores de la urgencia y las cárceles, traigo estos dos que dan vuelta entre mis notas de los últimos meses, los bolivianos René Zavaleta Mercado y Luis Tapia.
En muchos estudios sociológicos actuales, puede leerse cada vez con más frecuencia el concepto de “abigarrado” que ambos han popularizado. Sin entrar en detalles que excedan estas líneas, podría decir que abigarrado es un concepto propuesto por el intelectual René Zavaleta Mercado para pensar los diferentes modos de producción que se daban de manera simultánea en la Bolivia de los siglos 19 y 20. El autor señalaba la convivencia y coexistencia de modos de producción abigarrados, es decir, capitalistas, feudalistas y hasta esclavistas en una misma época histórica y social.
En este sentido, afirmaba que una formación social abigarrada se define por contener diversos modos de producción al mismo tiempo. Es decir, no hay solo capitalismo, sino varias relaciones sociales y jurídicas de producción (y dominación) que coexisten. Este primer interés, lo llevó luego a notar que lo abigarrado se extendía mucho más allá de los modos de producción, hacia lo cultural, lo civilizatorio, la cosmovisión y la lengua, entre otros aspectos de la vida. Su preocupación por estas diferencias lo llevó entonces a notar la heterogeneidad constitutiva de las sociedades abigarradas como la boliviana.
Profundizando en este análisis, las teorías de Zavaleta llegaron a dar cuenta que en las formaciones sociales abigarradas, junto a la coexistencia de modos de producción y modos de vida culturales, también se daba la coexistencia de diversas temporalidades o tiempos históricos. Y este es el punto que aquí nos interesa, y el que justamente, recupera el filósofo Luis Tapia, la diferencia entre Historia y tiempo histórico.
El Tiempo histórico es una especie de organización del movimiento de las sociedades a partir del principio organizativo de su momento productivo. De manera más breve: el tiempo histórico es el patrón de transformación de la naturaleza. Es una especie de ritmo y dirección de la matriz social. Es el movimiento que guía el patrón de producción de una determinada sociedad. El tiempo histórico es el movimiento con el que nos movemos socialmente hacia los futuros posibles.
En cambio, la Historia, es un conjunto de hechos, es la totalidad de sus hechos tal cual ocurren y ocurrieron. Se asemeja a la forma en que usamos “historia” en el sentido común y cotidiano.
Ahora bien, conjugar la idea de abigarrado junto a la de tiempo histórico, le permite a Tapia afirmar que, en las sociedades abigarradas no solo hay diversidad de historias (las historias silenciadas, las historias de los vencidos, las historias que emergen con cada nueva voz y discurso), sino también que existe la diversidad de tiempos históricos, la diversidad de patrones de producción, la diversidad de maneras de transformar la naturaleza. Es decir, el capitalismo es solo uno de los tipos de tiempos históricos que coexisten en nuestras sociedades abigarradas.
Luchas por los tiempos históricos
Volvamos a las calles. En Andalgalá, como en Esquel o Ituzaingó o Guernica, hay una confrontación de Historias. Está la historia que cuentan l@s vecin@s y la historia que cuenta el poder de turno o la empresa de turno. Están las historias de resistencia contra la enfermedad, la explotación y la contaminación, y están las historias de progreso, crecimiento y promesas de dólares. Casi siempre, la lucha discursiva, cultural, la que se juega en los medios de comunicación y en las redes, suele darse en este plano, el de las historias.
Pero poco se dice de las luchas por el tiempo histórico, por el patrón de transformación de la naturaleza y la sociedad.
Siguiendo a los pensadores bolivianos, vale preguntarnos cuál es el tiempo histórico del capitalismo, cual su patrón de transformación de la naturaleza.
Una vez más, si el tiempo histórico es el principio organizativo de un movimiento, de un patrón de trasformación de la naturaleza, parecería que dos son las características principales del tiempo histórico en el capitalismo y en el extractivismo:
El único patrón de transformación de la naturaleza en el capitalismo, es el devenir mercancía, devenir recurso, devenir “materia prima”, en una palabra y a pesar de la obviedad, el devenir capital. Todo el movimiento de la sociedad, toda su matriz de organización, todo su sentido, dirección y ritmo, existen bajo el designio de convertirse en mercancía.
A un patrón cuyo único devenir es convertirse en mercancía, le corresponde un movimiento infinito. No existe límite alguno para el devenir mercancía. El capitalismo propone como tiempo histórico un movimiento de avance eterno y constante. No hay retroceso, no hay detenimiento, solo avance, un perpetuo y continuo avance. Contra toda obviedad de la finitud humana y la finitud natural del planeta, la finitud y la escasez de los bienes más esenciales como el agua y la tierra, el capitalismo reafirma la eternidad de la mercancía. El capitalismo es pues, una cárcel eterna de movimiento histórico, sin pausa y sin final, hasta extinguir todo lo que pueda convertirse en mercancía.
Al tiempo histórico del capitalismo, le corresponden sus historias (jamás cumplidas) de progreso e igualdad ante el mercado. Pero tal como nos proponen reflexionar ambos pensadores bolivianos, nuestras sociedades son profundamente heterogéneas, y en ellas habitan no solo otros modos de producción (alternativos al capitalismo), sino, más importante aún, otros tipos de movimientos, de ritmos, de tiempos históricos, con sus consecuentes conjuntos de historias.
Para nuestra esperanza y deseo de revolución, en la actual argentina plurinacional, pluriétnica y heterogénea, existen otros tiempos históricos con sus respectivas otras historias. Existen en las experiencias asamblearias, agroecológicas, sustentables, cooperativas y tantas otras. Por ello, en este conjunto de reflexiones, podríamos redimensionar, revalorar nuevamente la idea de “movimientos sociales”. Los movimientos sociales no solo propusieron nuevos sujetos sociales para la política, sino que hoy en día, proponen además nuevos tiempos históricos, nuevas direcciones de movimiento, otros ritmos y otros patrones de transformación de la naturaleza, que esencialmente se oponen al movimiento devorador del capitalismo.
Moverse hacia la libertad histórica
No debería hacer falta ser experto en ninguna disciplina ni área, para aceptar la idea de que el tiempo histórico que propone la sociedad capitalista actual nos conduce a un colapso geológico (humano-social-natural-biológico) en el futuro cercano. Pero, para los autores recorridos, al igual que para los asambleístas detenidos o los movilizados por su libertad, o quien escribe estas líneas, el interés no está en el colapso, más bien, en todo lo contrario.
Y aquí la idea de abigarrado vuelve a tornarse muy útil. Ya que nos ayuda a comprender que el capitalismo y el extractivismo son modos de dominación parcial, que no pueden someter bajo su principio organizativo todos los tipos de ritmos y movimientos y patrones de relación con la naturaleza. Siempre hay algo que escapa a su dominio, algo parcial que se resiste, eso son los modos de vida que plantean asambleas como El Algarrobo en Andalgalá. No solo es la resistencia a la Historia del capitalismo. Lo que proponen, además, es un tiempo histórico distinto, otro movimiento para relacionarse con la naturaleza, otra dirección de futuro, otro patrón de transformación, uno donde todo el aparato capitalista (incluidos los estados y sus elites) no tienen lugar.
En las luchas actuales que atraviesan los distintos movimientos socio-ambientales, feministas, indígenas, campesinos, migrantes (y tantos otros), podríamos estar viendo justamente una propuesta de nuevos tiempos históricos, una prueba de la imposibilidad del capital de dominar todos los tipos de movimientos y ritmos sociales. En la experiencia de las asambleas y sus maneras de hacer política, en los feminismos y sus olas verdes y violetas, en las comunidades indígenas y campesinas y sus búsquedas territoriales y espirituales de autonomía, en los Friday for future de los jóvenes y las urbes, en todas esas experiencias donde no solo hay una apuesta política por un mundo distinto, sino más aun, la posibilidad de un tiempo histórico diferente, un movimiento no eterno ni constante hacia el devenir mercancía en la extinción del mundo, sino un movimiento finito hacia la coexistencia de todas las especies en la permanencia del mundo.
*Licenciado en Filosofía de la Universidad Nacional de Córdoba. Adscripto a la cátedra de Filosofía Argentina Latinoamericana. Integrante del proyecto de investigación CIFFYH-UNC.