Ayer se abrieron al público las exposiciones de Ernesto Ballesteros y Guillermo Iuso en la galería Ruth Benzacar. El primero, en la gran sala de la galería, con más de medio centenar de pinturas de puntos, de distintos tamaños; el segundo, en la sala 2 (en una construcción lindera), con 13 pinturas “sólidas”. Ambos, obsesivos, rigurosos, muy comprometidos con su hacer, realizaron sendos trabajos durante el último año.
Página 12 conversó con Ballesteros y Iuso durante el momento final del montaje.
-¿Cómo se produjo tu vuelta a la pintura, después de tantos años de dibujos, avioncitos y fotos?
Ernesto Ballesteros: -Vi pintar a Damien Hirst por las redes: sus cuadros de flores, de ocho metros, en su taller, donde podés hacer cinco partidos de papi fútbol. Y al mes me agarró unas enormes ganas de pintar. Me contagié. Porque yo… dale con el dibujo, los avioncitos, la fotografía… Y tenía la mochila de pintar “explotada”. Como estaba todo cerrado, en pleno inicio de la cuarentena, no había librerías, no había nada abierto: me las tuve que arreglar con lo que había. Tenía trece acrílicos desde hace quince años, más las pinturas de las paredes de la casa. Empecé pintando encima de un cuadro ya pintado: acrílico, esmalte sintético… seguí avanzando, pasé a hacer otros cuadros, más prolijos. Todo lo hice durante un año en el exterior, en la galería de casa. Así que las pinturas incluyen patitas de mosquitos, entre otras irrupciones de la cotidianidad. Yo venía de hacer una serie muy metódica de dibujos y pasé de pronto a la pintura: tiqui, tiqui, tiqui, a hacer puntos, de diferentes tamaños y escalas.
-Si en tus dibujos se ve una actitud controlada, en estas pinturas hay una relación notoria y complementaria entre la acción libre y el control. Los puntos, uno al lado de otro, de a cientos, de a miles, pintados de manera sistemática, continúan en su encadenamiento, sometidos a los accidentes del entorno, a los insectos, el rocío, la llovizna… y todo a partir del punto como un gesto originario.
E.B.: -Los puntos, las manchas, que en este caso tienen el espíritu casi de pequeños charcos… en fin, cuando uno se mete con la idea del punto, aparece todo un mundo. Y una vez que uno entra en la pintura, pasa de todo, porque la pintura “sucede”, más allá del primer impulso, donde uno quizás hace las cosas sin pensar, después llega la pintura con su densidad, su historia, su cosa.
-¿Cuando pintás hay menos “regulaciones” y obsesiones que cuando dibujás?
E.B.: Cuando en 2015 me invitaron a presentar mi obra en la Bienal de Venecia, llegué a contar sesenta y seis mil vuelos con mis avioncitos. Ahora, cuando empecé a pintar, también contaba uno por uno los puntos que hacía, pero enseguida dejé de contar. Ya pagué esa culpa (risas).
Guillermo Iuso.
-Después de que en 2019 presentaste una muestra “sinfónica” de ciento cincuenta y tres obras sobre papel de formato regular (de un total de más de quinientas que habías realizado). ¿Cómo llegaste a esta exposición “de cámara”, con 13 trabajos muy pictóricos, cargados de materia, con formatos irregulares?
Guillermo Iuso: -Para mi exposición anterior, mi tiempo era así: mi mamá se había muerto hacía poco; interné a mi tía en un geriátrico; participé en una disputa de sucesión familiar en la que estábamos todos peleados y mi mujer estaba embarazada de seis, siete meses. Se me había juntado todo eso y al mismo tiempo no paraba de producir: ta, ta, ta, ta…
Lo que muestro ahora, empezó a aparecer al final. Son trece pinturas que hice durante el último año. Se trata de anular el papel: que no se vea. Son muchas hojas superpuestas, pintadas con esta pintura en relieve, que es también como una goma líquida. Pinto los textos con esto, no con pincel. Es una pintura que usaron también León Ferrari y Marcelo Pombo.
-Entonces de los pequeños relatos escritos con fibras, complementados con pintura, que hacías en los dos mil, pasando por la producción compulsiva que te llevó a la exposición de 2019, llegás a estas especies de pinturas sólidas, donde los textos se reducen a oraciones, sentencias, aforismos y los “cuadros” parecen escudos, piezas de rompecabezas o provincias del mapa nacional. La “sobrecarga” no viene tanto por el texto sino por la pintura, pero aunque cambió notablemente la proporción entre texto y pintura, el sistema “funciona” entre ambas cosas.
G.I.: Las obras de esta exposición son casi todo pintura y el texto lo puse generalmente al final. Yo ya sé que lo que funciona para mí es la combinación entre texto y pintura. Si a esto le sacás el texto, para mí no sirve. Yo “hablo” con las dos cosas, lo sé. Esta muestra resulta ser mi mayor experiencia con la pintura, la más larga y la más intensa. Es algo nuevo para mí. Y meterme a fondo con la pintura me dio una libertad que nunca había tenido. Antes, los textos dominaban las obras, y terminaron saliendo solos, inconscientemente. Ahora me pasa lo mismo con estas nuevas obras: siento que la pintura brota inconscientemente. Me sorprende.
* Hasta fin de mayo en galería Ruth Benzacar, Ramirez de Velasco 1287; de lunes a viernes, de 14 a 19 hs, respetando los protocolos sanitarios. Reservas en: https://calendly.com/ruthbenzacar/agenda-tu-cita-en-rb?month=2021-04