El fuego como origen de la vida. Fogatita hogareña, en este caso. Dos niñas y su madre comparten a su alrededor mate cocido, quesito y pan en una morada humilde de Quebrada de las Conchas, bello paraje salteño. Todo está en calma, hasta que un vertiginoso tempo musical asoma mediante una versión moderna de “Cuando tenga la tierra”, tema de Ariel Petrocelli y Daniel Toro que la voz de Mercedes Sosa hizo rodar, trotar y lucir por el mundo. El paisaje, ahora sí, se pone en movimiento. Corren las niñas, corren los perros y una montaña imperturbable les mira desde las alturas.
Primera conclusión de El nombrador, una película sobre Daniel Toro, entonces: que la música de Daniel llega a todos los estratos sociales. Así lo piensa Silvia Majul, directora y productora del documental que ya paladea cinco futuros inmediatos: una proyección especial este jueves 29 de abril a las 15 por el canal de Youtube de El Jume; un preestreno en el marco de la décima edición del Festival Internacional de Cine Independiente de Cosquín, que se desarrollará desde el mismo 29 de abril hasta el 2 de mayo (hay que registrarse en el sitio oficial); un estreno presencial el viernes 7 de mayo en “Adentro”, festival internacional que se lleva a cabo en Komil'fo (Rusia); y otro en La Ciudad de las Artes (Córdoba) el 21 de mayo.
“La vida de Daniel es única en la historia de la música popular, porque vivió más años con cáncer que cantando. Fueron solo diez años de fama, pero hasta hoy la gente lo canta, porque podía cantar una canción social tanto como una de amor... En Toro no hay grietas”, argumenta la periodista, agente de prensa e investigadora sobre los porqué esenciales de su trabajo. “Ah, y un plus: en mi infancia las mujeres enloquecían por ese indio que cantaba folklore”, ríe la incansable Majul. Rodado a principios de 2020, entre Córdoba, Salta y Buenos Aires, el relato transcurre cálido, ameno y sólido a través de palabras y anécdotas de quienes tuvieron cerca a Toro.
Marcelo Simón –una presencia inevitable- sostiene que sus melodías “subían y bajaban, hasta llegar al borde abismo”. Facundo, uno de sus hijos, le hace la segunda en una versión de “Nuestro amor en la tierra”. Teresa Parodi destaca que la obra del hacedor -junto a Julio Arce- de “Zamba para olvidarte”, “es una manera de entender nuestra música”. Abel Pintos relata su experiencia al versionar “El Antigal”. Víctor Heredia lo define como “el mejor cantor popular que ha tenido el país”. Y Ricardo Mollo se manifiesta a través de una conmovedora versión de “Cuando tenga la tierra”, a dúo con Nadia Larcher.
“Mientras estaba filmando la película anterior sobre Ramón Navarro (Un pueblo hecho canción) alguien me preguntó qué haría en caso de hacer otra, y sin dudarlo dije ¡Toro! Me salió así por varias razones: una es que él fue mi primera prensa, otra es que cuando Divididos sacó 'El Arriero', pensé que algún día le tenía que decir a Mollo que cante 'Cuando tenga la tierra'… Juro que fue así, siempre soñé que él cante ese tema”, evoca Majul, resaltando otra de las arterias centrales del trabajo que también contó con la edición y producción general de Eduardo Fisicaro, y la dirección musical de Daniela Toro, quien hace las veces de guía, “tejedora” y entrevistadora.
Es la voz de Daniela la que reproduce hitos y mojones en el devenir de su padre, desde los más felices '60 hasta las operaciones de garganta y los feos momentos de censura dictatorial que lo obligaron a esconderse bajo el nombre de Casimiro Cobos. La participación del personaje principal, en tanto, se da básicamente a tres puntas cronológicas. Una, fuertemente emotiva, lo muestra en el Festival Cosquín '68, donde el ruido a cinta propio del paso de los años, y la imagen en sepia no impide la emoción. Por contrario, la acrecienta. Un joven Toro cantando la mántrica “Canción para una esperanza”, con esa voz grave que impacta hasta que se quiebra en el final, y se apoya en dos laderos: Pancho Arce al bombo, y el “Rata” Barrionuevo –posterior guitarrista de Mercedes- en guitarra. Jovencísimos los tres. Impactante. “Era una cinta inhallable”, admite Majul. “La tenía Luis Nogués en Cosquín, y tuve que hablarle a todo la ciudad para que me ayuden a convencerlo que me la dé… Ni el mismo Daniel sabía que existía eso”.
La segunda entrada de Toro en persona radica en una entrevista reveladora del segundo lustro de la década del '90, en la que reconoce haber empezado a cantar influido por Agustín Magaldi, lo primero que escuchó en la radio, y que Alfredo Le Pera fue su musa máxima. Y la tercera, la contemporánea, lo encuentra hablando hoy, tras haber sufrido tanto, en el jardín de su casa de Vaqueros, Salta. “Me parece mentira haber hecho todo esto, ahora que no tengo ganas de hacer nada”, se manifiesta él sostenido por una frágil voz, mientras observa un vinilo de Los Nombradores. Luego recita una décima de “Algo de mi vida”.
“No quisimos molestar tanto a Daniel, porque tiene un hilo de voz y se suele estresar si habla mucho”, explica la directora, posada en el Toro tardío, cuya última aparición masiva fue en 2018, cuando lo premiaron con el Camín, en Cosquín. Fue allí donde pronunció la conmovedora frase: “Dios mío, me llevaste mi voz y con mi voz se fue la mitad de mi alma”. “La verdad es que tanto como a Navarro me costó convencer a Daniel para hacer la película. Renegaba, no quería que lo grabemos, que hagamos un documental sobre él… Es gente de otra generación, con perfil muy bajo, muy humilde, pero al final accedió”, cuenta la productora.
Entre otras perlas semiocultas, el audiovisual de 84 minutos también desclasifica un material imperdible, conmovedor y revelador de Miguel Abuelo cantando “El Antigal”, a fines de los '60. “Estuve cinco años buscando esto… cuando apareció me emocioné muchísimo porque tanto Abuelo como Mollo vienen a cerrar esa grieta que muchas veces siento como folklorista, de parte de ciertas y ciertos rockeros que ven al folklorista como algo menor. Spinetta decía que para ser un rockero tenés que tener mucho folklore adentro, y el mismo Abuelo, que la génesis de la música era la piedra”, se desquita Majul, en línea con lo que Emiliana “la Colo” Merino y José Ceña sostienen en otra parte significativa de este documental admirable y justiciero.
Lo merecía Toro que, como dijo José Marrone en 1971, “lleva el país en la cara”.