Resulta un despropósito en toda la línea que la mitad de los equipos de Primera División de la Argentina (13 de 26) participen simultáneamente de torneos continentales. En otras épocas, jugar la Copa Libertadores, la Mercosur, la Conmebol o la Supercopa era un privilegio, un honor que sólo compartían los mejores de cada país. De un tiempo esta parte, la consigna es otra: superponer partidos entresemana a toda hora con un único propósito: vender caros los derechos de televisión y recaudar. Nada más importante que eso: recaudar.
La decisión de concentrar en apenas seis semanas de frenesí futbolístico las fases de grupos de la Libertadores y la Sudamericana y de hacer girar 64 equipos por los cielos del continente representa una intromisión de la Conmebol en la programación de los distintos campeonatos locales y un abuso que enloquece a los planteles y sus cuerpos técnicos, obligados a viajar y jugar cada 72 horas en una secuencia que los físicos de los jugadores habrán de pagar a un precio muy elevado. La sobreexigencia es tal que por ejemplo, Velez terminó de jugar el domingo al mediodía su partido ante Lanús y directamente desde la Fortaleza granate, se fue a Ezeiza a tomar un vuelo chárter que lo condujo a Quito donde enfrentará este martes a la Liga Deportiva Universitaria por el grupo G de la Copa Libertadores, apenas 48 horas mas tarde de aquel partido. El domingo recibirá a Patronato en Liniers y el martes, se irá a Chile a enfrentar a La Calera, completando cinco partidos en quince días. Así no hay cuerpo que aguante.
Lo mismo le sucede al resto de los equipos. Pero nadie se queja en voz alta. Todos quieren estar ahí. La Copa Libertadores reparte desde este año 229 millones de dólares en premios y cada uno de 32 clubes que participan de la fase de grupos cobra un millón de dólares por partido como local. O sea que, en el peor de los casos, se llevarán 3 millones de la divisa estadounidense. La Sudamericana no paga tanto, pero entrega 58,9 millones de dólares y cada encuentro como dueño de casa deja 300 mil dólares en las tesorerías (900 mil en total). El paraguayo Alejandro Domínguez, el presidente de la Conmebol, no es ningún genio de la política. Pero sabe que el poder se construye mejor si el dinero se reparte con generosidad.
Pero no termina acá el avance sobre los empobrecidos torneos locales. No bien terminen las respectivas fases de grupos de la Libertadores y la Sudamericana, se prevé retomar la demorada disputa de las Eliminatorias para el Mundial de Qatar y acto seguido, jugar una nueva edición de la Copa América compartida entre la Argentina y Colombia, tras lo cual volverán la cabalgatas coperas y dos fechas triples de las Eliminatorias. Con cuatro torneos en el año y la pelota corriendo en las pantallas de martes a jueves, Conmebol compite con ventaja sobre las ligas nacionales y les impone a sus equipos y seleccionados, una sobreexigencia demoledora. Lo único que importa es recaudar. A nadie le interesa otra cosa.