Desde Río de Janeiro. Brasil está inmerso en una catástrofe humanitaria. El país, que hace poco más de cinco años fue un ejemplo de lucha contra la pobreza, de lucha contra las desigualdades, de democracia distributiva del ingreso, en poco tiempo se convirtió en un infierno, para los brasileños y para el mundo.
Más de tres mil personas mueren cada día por la pandemia, tantas otras mueren anónimamente por el hambre, tantas más por la violencia de las milicias y los narcotraficantes. Se muere más de lo que se nace en Brasil.
De tener un presidente ejemplo para el mundo, Brasil pasó a tener un presidente genocida. De tener un presidente de que estaba orgulloso Brasil en el mundo, ahora se tiene un presidente que avergüenza a los brasileños en el mundo.
Todos se preguntan cómo fue posible esto. Muchos se disculpan por haber hecho posible esa catástrofe, ya sea por acción o por inacción. El Poder Judicial reconoce que Lula siempre ha tenido razón al rechazar las acusaciones, al presentarse a ser arrestado injustamente. La dignidad de Lula para afrontar todo esto es reconocida por cada vez más personas, que se sienten representadas en él, en su drama, en su resistencia y en su victoria. Mucha gente se disculpa con Lula por ser un verdugo en su contra, por ser un agente del antipetismo, el odio que hizo tanto daño en Brasil.
Lula tiene derecho a exigirle que le pidan perdón quienes lo han ofendido, quienes han ofendido a su familia, quienes han denigrado su imagen, quienes no han creído que el era absolutamente inocente. Muchos de ellos cambiaron de campo y tuvieron la honestidad de reconocer que se habían equivocado.
Pero, además de todo esto, hay un país, hay un pueblo, que fue arrojado a la miseria y al abandono. A quien se le niega el pan y la vacuna. Hay un Brasil maltratado, que se ha convertido en vergüenza del mundo, que es visto como el peor de los mundos.
¿Quién fue el responsable de todo esto? Quien permitió, por acción o por inacción, que la democracia fuera destrozada por el golpe contra Dilma. Cualquiera que reconozca que se equivocó de lado, debe comenzar reconociendo que se equivocó, sobre todo, en ese momento, que no supo defender la democracia, el mandato de un presidente reelegido por voto popular. Quien se equivocó o fue llevado por la mala fe a creer que un gobierno con el que no estaba de acuerdo debía ser depuesto por un juicio político sin fundamento constitucional.
Quien aceptó que Lula fuera arrestado, procesado, impedido de ganar las elecciones de 2018, sin pruebas, solo por las condenas de un juez que hoy es el que tiene el mayor rechazo en Brasil, porque fue desenmascarado. Quien pensó que Brasil podría seguir adelante sin Lula, como si Brasil pudiera dejar de lado lo mejor que tiene.
Brasil merece disculpas por todos los que contribuyeron a esta catástrofe humanitaria que vive. En primer lugar, a través de la prensa, que fue el agente público del antipetismo, de las acusaciones contra Dilma y Lula, sin ninguna prueba. Los medios que promovieron la imagen de Lava Jato como redentor de la política brasileña y la corrupción del Partido de los Trabajadores (PT) como lema que conduciría a la muerte de la izquierda. Eso promovió el antipetismo como símbolo del mal, ocultando que el PT hizo los mejores gobiernos para Brasil. Los medios deben disculpas a Brasil por el papel deletéreo que han jugado, porque fueron los agentes de la monstruosa operación que llevó a Brasil a estar en manos de un genocida.
El Poder Judicial le debe disculpas a Brasil, por haber promovido la mayor farsa judicial de la historia, a través de Lava Jato, que violó todas las reglas del estado de derecho. El Poder Judicial, que no cumplió con su rol de prevenir el impeachment de Dilma, sin ningún fundamento legal. Eso permitió la detención de Lula, su condena y el impedimento de que hubiera sido elegido presidente de Brasil en 2018. Eso permitió la victoria del genocidio a través de una farsa, que violó todas las reglas del proceso electoral.
Los grandes emprendedores, que solo piensan en su ganancia fácil, por la especulación financiera, sin crecimiento económico, ni distribución de ingresos, ni creación de empleo. Que prefieren a cualquiera, incluso al genocida, siempre y cuando el PT no vuelva a gobernar para todos los brasileños, especialmente para los más necesitados. Que financien las peores campañas, los peores candidatos, siempre y cuando privaticen empresas, que no limiten el poder económico de la banca privada y sigan aumentando las desigualdades en Brasil.
Sería demasiado largo alinear a todos aquellos que, por acción o inacción, permitieron que Brasil llegara a la catástrofe humanitaria que vive hoy. Brasil nunca fue un paraíso, pero se había convertido en el mejor de los purgatorios posibles y ahora se transforma en un infierno.
¿Van a pedir perdón a Brasil y, para demostrar que realmente se arrepienten de haber llevado al país a este desastre humanitario, a trabajar con todas las fuerzas para que, todos unidos, puedan sacar a Brasil del fango en el que se encuentra?
¿O seguirán lamentando que el país sea entregado a un genocida y a sus milicias, como si no fueran responsables de esto?
¿Quién se disculpará con Brasil?