PáginaI12 En Francia
Desde París
Las izquierdas de Francia fueron incapaces de reunir una mayoría para enfrentar al fascismo y derrotarlo. Se encargará de ello un liberal de 40 años respaldado a partir de ahora por un amplio arco político que va de la socialdemocracia, la derecha y sectores de la izquierda, tanto de Francia como de Europa. Emmanuel Macron contó con la formación instantánea de una suerte de frente republicano francés y europeo que ha desgarrado a la izquierda más fidedigna, en este caso la de Francia Insumisa, de Jean-Luc Mélenchon. El líder de la izquierda radical francesa, el único que salió vivo de la primera vuelta de las elecciones presidenciales con 19,7% de los votos mientras que el Partido Socialista terminó en las catacumbas con un modesto 6,7%, no dará consignas directas de voto para la segunda vuelta que enfrentará al paladín de centro liberal con la candidata de extrema derecha Marine Le Pen. Antes de cualquier decisión la izquierda radical consultará a sus simpatizantes. Mélenchon anunció que a partir de hoy abriría una consulta entre los 450.000 militantes a través de su plataforma de internet (jlm.fr) con tres opciones: votar por Emmanuel Macron, votar en blanco, o nada.
Ante las críticas que cayeron sobre el líder de Francia Insumisa su portavoz, Eric Coquerel, aclaró: “nunca imaginamos depositar un voto a favor del Frente Nacional. Simplemente tenemos 400 mil personas que apoyaron esta campaña con un espíritu nuevo, los insumisos y las insumisas, y son ellos quienes deben decidir cómo será la consigna”. Mélenchon ha quedado enredado en las críticas de la casi totalidad de la clase política que lo chantajea para que se sume al frente anti-Le Pen. Hasta ahora, Mélenchon ha dicho que “en su conciencia, cada uno sabe cuál es su deber”. Las encuestas internas publicadas por Le Monde señalan que 29% del electorado melénchonista no piensa optar por nadie mientras que un 9% lo haría por Marine Le Pen.
Marine Le Pen dio los primeros pasos en la nueva campaña con la meta de atraer el voto de la derecha más moderada. Para ello, la candidata de la ultraderecha renunció a la presidencia de Frente Nacional con el fin de no ser “más que una candidata” y, en una entrevista en el canal France 2, encendió el ventilador de repartir basura. “Podemos ganar, vamos a ganar”, dijo Le Pen luego de haber calificado a la colación que se plasma contra ella como “el viejo frente republicano todo podrido, que nadie quiere ya más”. Marine Le Pen sacó su tradicional artillería dirigida a su envejecido electorado y levantó las banderas del populismo nacionalista: “tenemos una bandera, azul blanca, roja, un himno, la Marsellesa. No quiero que los franceses sean desposeídos de lo que les pertenece”. La “candidata del pueblo” renueva así la posición soberanista, xenófoba y nacionalista que le permitió romper todas las marcas históricas. Aunque ninguna encuesta la retrata como ganadora de la segunda vuelta del siete de mayo, la clase política ve en ella un peligro y trata de achicarle los espacios, no sólo para que no gane sino, también, con el objetivo de restarle fuerzas de cara al futuro. El presidente francés, François Hollande, tomó rápidamente su decisión y ayer mismo comunicó que votaría por Emmanuel Macron porque, para él, Marine Le Pen representa “un riesgo” para Francia debido a “sus métodos, sus lazos con grupos extremistas en toda Europa” y el hecho concreto de que “la extrema derecha vilipendia parte de nuestros conciudadanos por sus orígenes o su religión. La extrema derecha pone en tela de juicio los principios de la República”.
Apenas despuntó el día comenzaron dos batallas políticas paralelas: una por la segunda vuelta del siete de mayo, otra por las legislativas de junio, cuya perspectiva es un problema para Macron porque carece de partido. El candidato está obligado a pactar alianzas que parecen ser, en este momento, más arduas de lo pensado. El bureau político del PS se sumó a la consigna pro Macron mientras que unos 160 responsables del Partido Socialista firmaron un llamado en el vespertino Le Monde a favor de Emmanuel Macron pero, al mismo tiempo, abogan por no aliarse con el ex ministro de Economía de François Hollande durante las legislativas. El texto es además una explicita defensa del balance de la presidencia de Hollande y una forma de ocupar un terreno independiente y evitar la completa absorción por parte del macronismo. En este sentido, el ex jefe de gobierno de Hollande, Manuel Valls, no rechaza integrarse a una mayoría legislativa y de gobierno con Emmanuel Macron a la cabeza. El ex primer ministro sigue empeñado en destruir lo que poco que queda del Partido Socialista mientras que los “hollandistas” pugnan por preservar sus espacios.
Las luchas de aparato marcan ya las próximas semanas. Los dos partidos que han dirigido los rumbos políticos del país, PS y conservadores (hoy llamados Los Republicanos) fueron derrotados por el centro con nueva cara y el radicalismo de derecha. Su respectiva eliminación inaugura para ambos una fase de espadas entre tendencias y líderes. La calamitosa campaña del candidato conservador, François Fillon, dejó heridas profundas en la derecha. Cuando saltó el caso de los empleos falsos de la esposa e hijos de Fillon en la Asamblea Nacional, lo que condujo luego a su imputación, muchísimos líderes influyentes le pidieron que se retirara. Fillon se empeñó en continuar con una suerte de cruzada contra la justicia y los medios. Las urnas lo decapitaron y, ahora, al igual que un ex ministro de Nicolas Sarkozy, Eric Woerth, los conservadores dicen al unísono: “no es la derecha quien perdió, es François Fillon”. Otro ex ministro, Pierre Lellouche, declaró que la campaña electoral y la posterior derrota fueron “un fiasco lamentable”. El partido fundado por Sarkozy se atragantó con la muralla de contención que se está forjando para ahogar a Marine Le Pen. Su estructura política hizo milagros a la hora de sacar un comunicado donde se pronuncia por “votar contra Le Pen” sin nombrar jamás a su rival de la segunda vuelta. El interesado sacó su propias conclusiones y amagó con pasar un tiempo bajo las palmeras “como simple militante”. François Fillon declaró ayer que carecía de “la legitimidad para llevar a cabo el combate de las legislativas”.
Marine Le Pen, en cambio, vuela sobre las sonadas alas de la legitimidad presidencial. La votaron 7,6 millones de electores, o sea, casi tres millones de personas más que las que, hace 15 años, pusieron su voto en las urnas de su padre, Jean Marie Le Pen. Este detalle de los millones suplementarios es el que siembra cierto pánico. Le Monde recuerda que si las encuestas le otorgan a Emmanuel Macron 62% de las intenciones de voto, en 2002, cuando el ex presidente Jaques Chirac enfrentó a Jean Marie Le Pen, tenía 82%. “Se han evaporado 20 puntos en 15 años”, escribe el diario. Francia y el fin de su época política no inicia la nueva en las mejores condiciones. El fascismo ha vuelto, pujante y atrevido. Su enemigo más constante y legítimo, aquel que dejó su vida para combatirlo, la izquierda, está ausente del combate final. La misión recae en un liberal diluido en las cambiantes nociones de “centro” o “extremo centro”.