Las versiones del Daily Mail, The Times, la BBC y la cadena ITV sobre lo que dijo Boris Johnson en septiembre y octubre del año pasado son explosivas. Confrontado con la necesidad de volver a un confinamiento en aquel momento prevacuna, el primer ministro del Reino Unido gritó en una reunión que prefería que el coronavirus explote con todo y, en otra, que “se apilen los cadáveres de a miles” antes que imponer nuevas restricciones que no servían para nada y perjudicaban la actividad económica.
Este miércoles en la Cámara de los Comunes Johnson le respondió al líder de los laboristas, Keir Starmer, que la acusación era totalmente falsa. “The right honorable gentlemen is a lawyer (…el honorable caballero es un abogado…) y si va a repetir alegaciones de ese tipo debería traer pruebas a esta Cámara y decir de dónde sacó la información y quién la dijo”, replicó Johnson.
En un diálogo previo con la prensa su portavoz había dado una respuesta menos contundente. “He leído estas notas y especulaciones que distorsionan la conducta del primer ministro que siempre se ha concentrado en salvar vidas y trabajos”, dijo el portavoz. El lunes el jefe de gabinete, Michael Grove, esgrimió una respuesta similar en el parlamento: defender a Johnson sin negar de manera categórica. “Me parece increíble que él pueda decir algo de esa naturaleza”, dijo Gove.
Más de 150 mil personas murieron de Covid, según la Oficina Nacional de Estadísticas. El grupo Covid 19 Justice for Bereaved families UK (Justicia para los Deudos) acusó al primer ministro de increíble insensibilidad y exigió su renuncia. “Para más de 150 mil familias que perdieron a sus seres queridos estos comentarios son un cuchillazo que nos causa indecible dolor. Por eso queremos que haya una urgente investigación pública para entender las decisiones que se adoptaron”, señaló un portavoz.
Las tribulaciones de Johnson no se limitan al revuelo que causaron lo que dijo o no dijo en septiembre y octubre. En las últimas dos semanas lo que se han apilado en la oficina de Johnson es una larga lista de denuncias vinculadas a su exorbitante redecoración de 10 Downing Street (58 mil libras) y los negocios que surgieron con el coronavirus para el suministro de equipamiento.
Estos negociados salpican a altas figuras de los conservadores. Entre los más prominentes se encuentran el ministro de finanzas, Rishi Sunack, el de Salud Matt Hancock y el ex primer ministro David Cameron, que ya había aparecido en la lista de los Papeles de Panamá y en el escándalo de los gastos especiales de parlamentarios de 2009.
El monje en las sombras
Un nexo fundamental de todas estas revelaciones es el ex asesor de Boris Johnson, Dominic Cummings, cerebro del Brexit y la campaña conservadora de las elecciones de 2019. Cummings dejó el gobierno en noviembre del año pasado luego de una serie de cortocircuitos con Carrie Symonds, la prometida de Boris Johnson y madre de su último hijo.
En el gobierno responsabilizan a Cummings de las filtraciones a la prensa de las últimas semanas. Entre estas filtraciones, sostenidas con pruebas más contundentes como mensajes de whatsApp o mails, se encuentran la promesa hecha por Johnson a un empresario británico sobre beneficios impositivos, la que realizó a la corona saudí para asistir en la adquisición del Newcastle United y el entretelón del financiamiento de la decoración de 10 Downing Street.
El viernes Cummings contestó a esta acusación con un blog demoledor en el que redobló la apuesta. Según el blog Johnson había pedido a donantes del partido Conservador que financiaran los arreglos, algo que “no es ético, es estúpido, es posiblemente ilegal y viola las reglas sobre las donaciones políticas”.
En efecto el código de conducta prohíbe que los donantes de un partido financien secretamente cualquier actividad de un político electo a menos que lo declaren de inmediato. En el parlamento Johnson dijo que él había pagado de su propio bolsillo las 58 mil libras, pero evitó responder si lo había hecho desde un principio o luego de recibir un préstamo de un donante que no declaró.
El 26 de mayo Cummings tiene que declarar ante el comité parlamentario de salud que está examinando la conducta del gobierno durante la pandemia. En el blog Cummings insinúa que Johnson reaccionó tarde y mal a la pandemia en marzo y que en septiembre y octubre se opuso a un nuevo confinamiento, algo que se sabe a nivel colectivo, pero que tiene un contenido explosivo cuando viene directamente del asesor principal del primer ministro en todo ese período. Cummings es una de las posibles fuentes del comentario sobre los cadáveres apilados con tal de salvar la economía, pero lo que más desvela a Johnson y sus asesores, es el tesoro de mensajes y otras pruebas que pueda presentar ante el comité respecto a ese y otros temas.
The tip of the iceberg
Los escándalos que rodean a Johnson son la punta del iceberg. Una investigación de la Auditoría Nacional halló que desde el inicio de la pandemia se habían otorgado contratos por unas 10 mil millones de libras sin ningún tipo de licitación invocando la crisis del Covid 19. Según Transparency International, uno de cada cinco contratos firmados por el gobierno son cuestionables en uno o más indicadores de corrupción.
Entre los ejemplos de las últimas semanas está el ministro de Salud Matt Hancock que tiene un 15 por ciento de las acciones de la compañía de su hermana, Topwood Ltd, que ganó dos contratos por 150 mil libras en marzo de este año con el Servicio Nacional de Salud. Dos asesores ad honorem de Johnson tienen una compañía, la Francis Maude Associates, que aconsejan a gobiernos extranjeros en sus lucrativos contratos con el gobierno.
El ex primer ministro David Cameron está hundido hace más de un mes en la creciente polémica por su acceso directo a ministros a los que intentó convencer que prestaran ayuda a una financiera Greensill Capital, que quebró en marzo. Entre los contactos de Cameron se encontraba el ministro de finanzas, Rishi Sunak. En uno de los mails Sunak le dice a Cameron que le ha ordenado a su equipo “buscar alternativas que puedan funcionar para el banco”.
Esta seguidilla casi diaria de escándalos ocurre en medio de una pandemia en la que el gobierno parece tener el as de espadas: más de la mitad de la población total se ha dado una dosis de la vacuna, un cuarto de los adultos se han dado las dos. Aterrorizados ante la crisis en enero, los británicos se sienten hoy a salvo y hasta sueñan con recuperar en los próximos meses una apariencia de normalidad. Gracias a las vacunas, muchos han olvidado los desatinos gubernamentales el año pasado. Las encuestas indican que los conservadores aventajan a los laboristas en 10 puntos para las elecciones locales del 6 de mayo a pesar de que otro sondeo indica que seis de cada diez votantes no confían en el primer ministro. Eso sí, como están las cosas, nadie puede asegurar qué otra filtración surgirá mañana ni cuánto resistirá la armadura política de las vacunas.