Pocas películas se sienten en el cuerpo como una auténtica despedida, al mismo tiempo testamento y carta de amor al cine. El veterano realizador japonés Nobuhiro Obayashi falleció a los 81 años en abril de 2020, cinco meses después del estreno mundial de su último largometraje en el Festival de Tokio, luego de batallar durante dos años con un cáncer de pulmón. Francotirador de vanguardia en la década del '60, fanático de los formatos “chicos” como el 16mm y el Super-8, Obayashi creó con Hausu (1977) un auténtico film de culto internacional, y en los últimos tiempos su filmografía fue revalorizada en retrospectivas y festivales. En tres horas abigarradas, intensísimas, por momentos agotadoras, Labyrinth of Cinema propone un recorrido por la violencia y la destrucción de la guerra a partir de su reconstrucción cinematográfica. Collage donde el ostensible croma es amo y señor –a la manera del Alexander Kluge más experimental–, la película acompaña a tres jóvenes que, como Buster Keaton en Sherlock Jr., penetran en la pantalla para recorrer la historia de Japón, desde los tiempos finales del shogunato hasta la explosión de la bomba atómica en Hiroshima.
Después de un prólogo de casi media hora, en el cual una sala de cine que ofrece su última función se transforma en centro de reunión de un grupo de espectadores, el trío de protagonistas –un cinéfilo, un historiador y el hijo de un monje que oficia de soldado yakuza– comienza su viaje hacia al pasado y aterriza en plena batalla de Toba-Fushimi. El año es 1868 y el desenlace de ese cruento enfrentamiento empujaría el inicio del período Meiji y el ingreso de Japón en la modernidad. Con humor absurdo y ritmo frenético, Labyrinth of Cinema imita un jidaigeki mudo en blanco y negro –con intertítulos acordes al período–, antes de pegar un salto hacia el futuro y enfrentarse a los últimos disparos en Manchuria durante la Segunda Guerra Mundial. Una chica llamada Noriko, que reaparece en los diversos segmentos con personalidades diferentes, es allí una muchacha china a quien los protagonistas llaman incorrectamente Xie Xie (“gracias” en mandarín), objeto de adoración para un breve repaso por las bondades del melodrama romántico.
Más allá de ciertas referencias culturales que pueden dejar afuera a aquellas personas que no conozcan la historia nipona, el film de Obayashi es tan chillón, gritón y barroco que logra poner a prueba la tolerancia de cualquier tipo de espectador. Hay algo de “tómalo o déjalo” en la propuesta, que avanza hacia un intervalo a la vieja usanza luego de un homenaje al cine de samuráis (con la presencia de un descabezado Musashi Miyamoto, legendario guerrero cuya vida y proezas fueron llevadas al cine infinitas veces), y una breve conversación entre los maestros Yasujiro Ozu y Sadao Yamanaka acerca del sentido del cine y las guerras. En esencia, Labyrinth of Cinema es un lamento sobre la destrucción de las vidas humanas, un pedido por la paz, y no es casual que las palabras del escritor y poeta humanista Chuya Nakahara lo recorran de principio a fin.
La segunda parte adopta un tono más emocional y “clásico” (si tal descripción es posible), narrando la historia de una joven prostituida por sus padres a comienzos del siglo XX y la separación de dos amantes en Okinawa hacia finales de los años '30, cuando el militarismo adoptaba el rostro de la ocupación de territorios extranjeros. Finalmente, el encuentro de los viajeros y testigos con un grupo de teatro que está a punto de representar una obra en Hiroshima, el fatídico 6 de agosto de 1945. Muy cerca de ese lugar devastado, en la ciudad de Onomichi, nació Obayashi. La sala de cine dentro de la ficción está ubicada allí, pero su última película no es tanto un film autobiográfico como un excéntrico paseo por la memoria cinematográfica de varias generaciones.
LABYRINTH OF CINEMA 6 puntos
Japón, 2019
Dirección y guion: Nobuhiko Obayashi.
Duración: 179 minutos.
Intérpretes: Tadanobu Asano, Takuro Atsuki, Yoshihiko Hosoda,
Takahito Hosoyamada, Rei Yoshida.
Estreno en Mubi.