“La gente se preocupa mucho cuando luego de una infección o de una vacuna, quizás no registran los niveles óptimos de anticuerpos. Lo que en general no saben es que existen los linfocitos T, que no disminuyen rápidamente, sino que perduran en el tiempo. Conforman un pool de memoria”, expresa el inmunólogo del Conicet Gabriel Rabinovich. Bajo esta premisa, en septiembre pasado decidió estacionar sus trabajos en cáncer y concentrarse en la covid. En el presente, lidera un equipo que contribuyó en la creación de una plataforma para medir linfocitos T, las células que sirven al organismo para defenderse ante cualquier anomalía y que actúan de manera protagónica ante el Sars CoV-2.
Se trata de un proyecto apoyado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, que podría ser fundamental para conocer con mayor precisión el nivel de defensas que tienen los pacientes recuperados de la covid o los vacunados frente a una futura infección. “Hasta ahora el foco estuvo muy colocado en los anticuerpos y los linfocitos T quedaron relegados en casi todos los análisis. Notamos esta situación y decidimos embarcarnos en este proyecto para poder evaluarlos también”, enfatiza el referente. Pero paso a paso porque transitar las insondables rutas del sistema inmunológico humano no es tarea sencilla.
¿Qué son los linfocitos T?
Son las células que sirven al organismo para defenderse de manera global contra cualquier agresión, ya sea coronavirus, hongos, parásitos o tumores. “Cuando ingresa el Sars CoV-2, hay varios tipos de inmunidad que se generan. Primero se produce una gran inflamación que se vincula con una inmunidad de tipo innata, pero luego se producen otros fenómenos”, explica Rabinovich, director del Laboratorio de Inmunopatología del Instituto de Biología y Medicina Experimental (Conicet) y docente de la UBA. Luego continúa: “Las células dendríticas son las que patrullan en nuestro cuerpo y vigilan la situación para advertir peligros inminentes. Al pasar por los pulmones y por las vías áreas, encuentran fragmentos del virus, los toman, los presentan a los ganglios linfáticos y los linfocitos T se activan. Por eso cuando se nos inflaman los ganglios es una muestra de que se está produciendo una respuesta inmunológica”.
De esta manera, los linfocitos T funcionarían como el cerebro que administra el funcionamiento de todo el sistema inmune. “Son las células más importantes porque comandan nuestras defensas. Al activarse luego de la identificación del virus, comienzan a producir miles de millones de linfocitos exactamente iguales, citoquinas y marcadores de todo tipo, que se dirigirán a los pulmones y a otras regiones a intentar defendernos”, sostiene el investigador. Los linfocitos T son denominados “colaboradores” porque cumplen con dos tareas: por un lado ayudan a los linfocitos B en la producción de anticuerpos y, por otro, activan otros linfocitos, los citotóxicos, que eliminan a aquellas células del pulmón que fueron infectadas con el virus.
En esta línea, lo sintetiza el inmunólogo: “Básicamente, hay dos maneras de eliminar el virus. Una es matando a las células del pulmón que están infectadas y la otra, a través de los anticuerpos que neutralizan al Sars CoV-2. Es por eso que un análisis integral no puede, únicamente, centrarse en los anticuerpos, porque nos perdemos buena parte de la comprensión de las defensas del organismo”, advierte.
Aunque durante 2020 se realizaron publicaciones en revistas de mucho prestigio como Cell o Nature sobre linfocitos T, el foco de la comunidad científica estuvo colocado sobre los anticuerpos. De aquí que el grupo que coordina Rabinovich procure modificar el abordaje. “La gente se preocupa mucho cuando luego de una infección o de una vacuna, quizás no registran los niveles óptimos de anticuerpos. Lo que en general no saben es que existen los linfocitos T, que no disminuyen rápidamente, sino que perduran en el tiempo. Conforman un pool de memoria”, expresa.
Los linfocitos T de memoria son los que reaccionarán ante el reingreso del Sars CoV-2 en el organismo, con el objetivo de evitar un nuevo contagio y el desarrollo de la enfermedad en individuos recuperados. Algo similar se produce a través de la inmunidad que confieren las vacunas. “Se mantienen tanto en el tiempo que, de hecho, lo que se está viendo es que muchos de los que tuvieron coronavirus en 2003 (Sars CoV-1) tienen linfocitos T, aunque los anticuerpos hayan declinado. Y lo que aún significa más, las defensas generadas en 2003 podrían servir en la actualidad”. A este fenómeno se lo conoce como inmunidad cruzada.
La plataforma
La dificultad de calcular los linfocitos T radica en diversos motivos. En primer lugar, el obstáculo es logístico ya que deben ser medidos “frescos”, esto es, se requiere de la sangre de la persona para un análisis que debe realizarse el mismo día. Con la muestra, la sangre se divide: abajo quedan los glóbulos rojos, arriba el plasma (en donde se suspenden los anticuerpos por ejemplo) y en el medio hay una capa de glóbulos blancos en donde se hallan los linfocitos. Estas células son purificadas, aisladas, cultivadas en una placa y son enfrentadas a fragmentos del Sars CoV-2. La reacción que se genera es marcada con fluorescencia y luego se procesa en un citómetro de flujo (tecnología que utiliza luz láser empleada en el recuento y clasificación celular) que con diferentes colores señala con precisión si el linfocito T se activó y en qué medida lo hizo. Por último, los resultados son colocados en un algoritmo matemático que permiten informar cuáles son las características de las defensas desarrolladas por el individuo.
A partir de este procedimiento, el equipo coordinado por Rabinovich realizará un estudio que se extenderá a lo largo de un año. Tomarán muestras de pacientes recuperados y de individuos inmunizados con las diferentes vacunas y medirán los linfocitos T a los tres, a los seis y a los doce meses. Con ello, podrán ver en qué medida las defensas perduran o declinan con el paso del tiempo.
“Contar con este tipo de información generaría más tranquilidad en las personas. Además del beneficio individual, está el colectivo. El proyecto puede realizarse a nivel epidemiológico con cientos de personas. De hecho, nuestra idea es avanzar en un trabajo apoyados por el Ministerio de Salud bonaerense y en conjunto con hospitales de CABA para examinar cuánto dura la respuesta inmunológica de linfocitos T”, plantea. Y completa: “Tener estos datos servirá para tomar decisiones políticas. No es lo mismo para una cartera de Salud tener que comprar dosis cada seis meses, cada un año o cada dos. Con los anticuerpos no se pueden tomar decisiones tan importantes, porque al ser proteínas declinan muy rápido”.
La mala noticia es que los estudios son costosos porque los fragmentos del virus, insumos fundamentales, son importados. La buena es que hay muchos hospitales que, al contar con las tecnologías, estarían en condiciones de realizar los análisis de linfocitos T por su cuenta si previamente son capacitados.
Como suele apuntarse en el campo de las ciencias médicas: las enfermedades se manifiestan de forma diferente en cada organismo. Mientras que hay algunas personas que aunque generan muchos linfocitos T atraviesan la covid de una mala manera porque la carga viral a la que se sometieron es muy grande; hay otras que desarrollan pocos linfocitos T pero superan el cuadro sin problemas porque la carga viral era menor.
El empuje de la ciencia local
“Toda la vida nos dedicamos a linfocitos T, entonces, desde septiembre pasado nos preguntábamos cómo hacer para medir su presencia en relación a la covid. La verdad es que es más complejo que calcular el nivel de los anticuerpos; sabíamos que no lo podíamos convertir en kit como sí sucedió con el Covid-Ar. Sin embargo, nos tiramos a la pileta”, asume Rabinovich. Después sigue con su relato: “Este proyecto significó un paréntesis en los trabajos que veníamos realizando con cáncer. La realidad es que el éxito del trabajo se lo debemos a las becarias doctorales del Conicet, que abandonaron sus líneas de investigación y se concentraron en covid”, destaca. La referencia es para Florencia Veigas y Montana Marcelle Cocco, acompañadas por investigadores jóvenes pero ya ingresados a la Carrera del Investigador Científico del Conicet.
Al aporte realizado del MinCyT, a través de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación, se sumaron los aportes de fundaciones privadas como Bunge y Born, Sales y Williams. Con ese envión inicial, para poder desarrollar la plataforma, se pusieron en contacto con especialistas del Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y Sida (INBIRS) que posee un biobanco con linfocitos T criopreservados (es decir, células congeladas). Junto a eso, también comenzaron a recibir células de personas vacunadas de hospitales públicos de CABA. “Luego de unos meses los resultados fueron tan contundentes que nos sentíamos en la obligación de compartirlos con la sociedad”, subraya Rabinovich.
A partir de ahora, gracias a la articulación de diversas instituciones, se podrá comparar la naturaleza y la magnitud real de la respuesta que ofrece el cuerpo ante el coronavirus. “Nuestro propósito no solo es que la gente pueda saber cuántos linfocitos T tienen luego de contagiarse y recuperarse o de vacunarse, sino también cuáles son. Eso es clave para conocer, a ciencia cierta, cuándo una persona está protegida y cuándo no lo está”, remata.