Contigo a muerte 7 Puntos
Ride or Die, Japón, 2021.
Dirección: Ryuichi Hiroki.
Guion: Ching Nakamura, sobre su manga homónimo.
Duración: 142 minutos.
Intérpretes: Kiko Mizuhara, Anne Suzuki, Yoko Maki, Shinya Niiro.
Estreno en Netflix.
Como mucho cine asiático, Contigo a muerte, basada en un manga, es una película mutante, que nunca estabiliza su punto de vista, tono, registro, género e incluso emociones. El comienzo da a pensar que se trata de una película de venganza femenina, con sangre a chorros. Rápidamente vira a historia de amour fou y en esa coordenada se orienta, pero con sentimientos totalmente cambiantes de parte de las protagonistas, que hacen que la película “de pareja en fuga” conviva con la de crímenes sangrientos, la comedia romántica, el melodrama, el relato de iniciación, la comedia adolescente y el film de sexo crudo. El realizador, de 67 años, es Ryuichi Hiroki, de quien en ediciones del Bafici pudieron conocerse I Am an S&M Writer (2000), Vibrator (2003) y L’amant (2004).
Hiroki dirigió en sus comienzos decenas de películas pinku eiga, el porno japonés (tiene una llamada SM Class: Accidental Urination), y varios de sus films posteriores abordan temas “risqué” (las prácticas sadomaso, la prostitución de una colegial recién recibida y de un ama de casa). Contigo a muerte no se anda con vueltas. “Tal vez preferirías un pene, en lugar de mis dedos dentro de vos”, le dice Rei a Nanae, ambas de 15 años. Mucho más tarde en el tiempo (en ese punto se siente como si las primeras escenas hubieran tenido lugar siglos atrás), ambas “digitalizarán” finalmente su pasión mutua. La relación entre Rei y Nanae, que se extiende a lo largo de (por lo menos) 15 años, está hecha de bruscos volantazos, y la película los pega junto con ellas. Las secuencias iniciales narran la relación entre ambas mediante sendos saltos hacia atrás en el tiempo, primero una semana y de allí diez años, cuando se conocen en el secundario. “Mirá que es lesbiana”, la advierte una compañera a Nanae, que accede a un acuerdo económico-amoroso. Rei, de familia de plata, pagará los tres años que le faltan a su objeto amoroso, de padres pobres, y ésta accederá a cambio a una relación sexual durante ese tiempo. Luego de ello sobrevendrán, en el curso de los años, rupturas, casamiento, nuevas parejas, reencuentro, asesinato por encargo, desesperación amorosa y desamor.
La de Rei y Nanae es una relación yin-yang: Rei (la muy bonita actriz y modelo Kiko Mizuhara) no puede vivir sin Nanae; ésta (Anne Suzuki) la manipula, la usa, la hiere. En la segunda escena Rei llega a su casa, donde convive felizmente con su novia, y basta un llamado telefónico para que vaya al encuentro de Nanae, por cuyo amor mata y de quien ya no se separará. A bordo del espectacular descapotable rojo sangre de Nanae (su situación económica cambió, gracias a un matrimonio conveniente), cruzarán un puente real y simbólico, iniciando una huida sin fin hacia delante. El happy end parece una ilusión: como toda película de amantes en fuga (Sólo vivimos una vez, Bonnie and Clyde, Badlands, Thelma & Louise), el tiempo que pasan juntas es pleno como un paraíso, pero ninguna ignora que tarde o temprano Dios padre vendrá a cobrar la cuenta.
Narrada desde el punto de vista de Rei, los sentimientos e intenciones de Nanae son indescifrables. Rei ríe a carcajadas, henchida de alegría, y en la escena siguiente se va a llorar al baño, desconsolada. Nanae la desprecia pero no se aparta de ella, y finalmente es absolutamente feliz a su lado. De a ratos ambas parecen adolescentes, como si retrocedieran hasta el punto en que se conocieron, y la música las acompaña, con un tema de j-pop que cantan juntas a los gritos. En otros momentos se impone una versión de Smile, clásico paradójico, sumamente triste a pesar del título. Como es común en las películas de pareja en fuga, se cambia de vehículo tanto como de estados de ánimo: del descapotable a una bici, de la bici a andar a pie y finalmente 4 x 4. La película misma cambia todo el tiempo de montura, rematando con un detalle que tal vez hable de un sentimiento, o quizás de un pasado irrecuperable.