Cuando terminaron los primeros 45 minutos, el Manchester City se fue al vestuario con una urgencia: despabilarse. Lo evidenció la cara de Pep Guardiola que le acompañó un gesto que se le vio tras la segunda arremetida del City al área de Keylor Navas, cuando el DT bajó al unísono los brazos tras la atajada del arquero costarricense en la última de sus únicas dos excursiones punzantes al área rival en el Parque de los Príncipes.
Es que el 1-0 a favor del PSG, al cierre del primer tiempo por la ida de la semifinal de la Champions League, sabía a bien poco para la contundente superioridad que impusieron en su casa los conducidos por el argentino Mauricio Pochettino. El notable golazo del brasileño Marquinhos, que se elevó para ponerle la cabeza a un perfecto córner del argentino Ángel Di María, no hizo más que ponerle justicia a lo que vendría después.
Porque el 1-0 llegó en el minuto 15. Y el elenco local -que también tuvo entre sus titulares al exBoca Leando Paredes- fue de menor a mayor, para promediar un poderoso diferencial a su favor concluida la primera mitad de la semifinal. Como la mejor orquesta de París, el PSG marcó el ritmo y los tiempos del fútbol que sonaba en el Parque de los Príncipes. Di María, Neymar y Marco Verratti fueron los directores de ese fútbol fantástico que, a pura velocidad y espectáculo, dominó al líder de la Premier League hasta reducirlo a sólo dos ataques, peligrosos pero aislados y contenidos por Keylor Navas.
El arquero de Costa Rica, en ambas ocasiones, fue el encargado de frenar la inspiración del City y retomar la música del PSG: la primera, cuando la pelota parecía irse por la línea de fondo, Bernardo Silva la pellizcó y el arquero la atrapó cuando ya se colaba por la esquina inferior del arco; la segunda, la que forzó el gesto de Guardiola, cuando el portugués arrastró la defensa en una contra y cedió para un disparo de frente de Foden, que el uno despejó hacia el cielo para sofocar el peligro.
Cuando terminó el primer tiempo, lo mejor lo había entregado el PSG. Y lo peor, una vez más, era responsabilidad de la pandemia... porque las gradas lucían la tristeza de la soledad. De un show espectacular que ningún hincha pudo ver sino a través de las pantallas.
El segundo tiempo llegó sin los brillos y el lujo que habían entregado los de Pochettino en la parte anterior, pero con una verdad entre manos: el City se había despabilado. En la última media hora de juego, el PSG directamente no tuvo nada que hacer en el guión exclusivo que ensayaron los hombres de Guardiola. Pochettino demoró en intentar alguna variante (recién hizo un cambio a los 79, cuando Idrissa Gana se fue expulsado por un duro planchazo) y sus conducidos parecían haber perdido la partitura, o ya no eran los mismos de la primera mitad para seguir el ritmo de una pieza tan exigente.
Fue en ese contexto que el City lo dio vuelta. En el gol del empate, a los 64, Navas tuvo su cuota de responsabilidad: Kevin De Bruyne tiró un buen centro que nadie desvió ni rechazó y el costarricense no ofreció ninguna reacción cuando la pelota se le coló pegada al palo. A los siete minutos, el 2-1 definitivo fue culpa de la barrera, porque Presnel Kimpembe y Paredes se abrieron y la pelota pasó justo entre el hueco que dejaron para morir en la red. La vara quedó alta para la vuelta del martes, luego del juego ofrecido en el Parque de los Príncipes, ese estadio parisino que disfrutó en soledad del más lindo fútbol.