Pájaros drogados, serpientes que escupen mariposas, perros desorbitados, aviones semi estallados, agujeros y falos que se comunican por todas partes. Las imágenes circulan a velocidades indescifrables. Producción, generación, circulación, consumo. ¿Cómo no ser uno más de los condenados de la pantalla? Marcelo Pombo (Buenos Aires, 1959) propone un juego por partida doble: liberar abiertamente las imágenes, socializarlas, y reivindicar, a través de ellas, una práctica política relacionada al mundo gay, abanderando un activismo de las minorías.
marcelopomboimagenesliberadas.com, el nuevo sitio web del artista comienza en su pantalla de bienvenida, con una estética psicodélica, punk y lúdica, donde no hay un centro. Tiene sentido, ya que las imágenes responden a una ética tecnológica, transversal, a una socialización de la producción y también una lógica de inventario, donde Pombo cataloga su obra gráfica con la paciencia de un archivista y la prolijidad de un bibliotecario. Todos los dibujos están abiertos para descargarse en alta, con sus respectivas fichas técnicas. Las imágenes pueden compartirse y ser intervenidas a gusto y placer del lector espectador.
El sistema de catálogo no parece casual. Ayuda a hacer pie no solo en la obra que Pombo recupera y pone a disposición, sino que ordena e incluye dibujos que, al igual que la vida del artista, se movió en los márgenes del discurso hegemónico entre principios de los 80 hasta el 2000. Dibujos, videos y gifs exponen fiestas locas, fantasías sexuales, datos autobiográficos, situaciones eróticas, slips aleopardados, bultos prominentes, pijas acorazonadas, que dan lugar a un lenguaje homoerótico con un planismo casi infantil que resulta de un atractivo perturbador.
Como el nombre lo anuncia son imágenes que están liberadas para descargar y utilizar, intervenirlas y modificarlas, de modo simple y sin necesidad de autorización, de acuerdo con los términos y condiciones de la Licencia Internacional Pública de Atribución/Reconocimiento-CompartirIgual 4.0 de Creative Commons. La única condición es la lealtad intelectual, es decir, la cita correspondiente cada vez que se utilice una imagen que haga referencia a la autoría original del trabajo, reconociendo la fuente.
El contexto en el que Pombo desarrolla las primeras series --principios de la década de los 80 y los 90-- no es inocuo. Dictadura militar, guerra de Malvinas, SIDA. La política se libraba en los cuerpos mismos. Luego, en la Argentina, la década de los noventa, período de privatización furiosa consecuencia de una economía neoliberal que alcanzó también a la cultura. En ese contexto la galería del Centro Cultural Ricardo Rojas fue un diamante en un pajar. Contaba con una curaduría extraordinaria, en manos, ojos y cabeza de un adelantado, Jorge Gumier Maier. Pombo fue una estrella fija de esa constelación luminosa y vanguardista. Allí Marcelo exponía pinturas-objetos, objetos-cuadros, sabrosos como golosinas y lúdicos como juguetes. Brillos y ornamentos ofrecían en sus obras algo así como la geometría sagrada de los fractales en versiones populares, espejismos fabulosos construidos con materiales baratos: brillantina, lentejuelas, tergopol, papel glace, bijouterie.
La primera serie, en sentido cronológico, que presenta el artista en su nuevo sitio web es San Pablo, de 1982, lugar donde el artista localiza su primer viaje iniciático. Pombo cuenta: “Me fui en el 82 cuando comenzó la guerra de las Malvinas, tenía 22 años, estaba pensando ya en irme de Buenos Aires, conocer otros lugares. Cuando viene la guerra de las Malvinas yo estaba trabajando en una imprenta, muchas horas por día, horas extras, para ahorrar y poderme ir de viaje y esto precipitó todo. Porque existía la posibilidad de yo sea convocado si la guerra se extendía. Con la poca plata que tenía me fui para Brasil. San Pablo fue una estadía iniciática para el joven gay de 22 años que era yo entonces. También me dio la posibilidad, lo más importante era olvidarme de la dictadura, la represión, los desaparecidos, y la posibilidad de salir de ese clima era muy importante. Pero también me permitió encontrar una alternativa a esa postura de oposición a la dictadura, politizada en un sentido de las grandes causas, de cambiar la vida, de alguna manera, los clichés de aquel entonces. San Pablo me sirvió para tomar contacto con otro aspecto de la política que me concernía mucho más como joven gay, que tenía que ver con los derechos de las minorías y poder explayar más mi sensibilidad y también tomar más contacto con el placer, o con la idea del placer, la idea de goce, entender de que no sólo las dos posibilidades eran o represión o lucha. Fue realmente un escape de una antinomia, de un antagonismo.”
En estos dibujos aparecen las orillas de Buenos Aires como formas monstruosas, hirientes, sanguíneas. En ese sentido, parecen ser Imágenes liberadas por partida doble: en internet, y como catarsis. Vivir en los márgenes, escurrirse de los discursos heterosexuales patriarcales que controlan los cuerpos con sus operaciones de control y sus sistemas de poder, condenando y negando las minorías y toda forma de vida cuyos hábitos no sean prolijos, poligámicos, diurnos, y austeros. En ese suelo nace un Mickey Mouse como un chongazo que se alimenta de ácidos.
Hay algo de Francis Bacon en la obra gráfica de Pombo. No en la estética, tampoco en ese gesto baconiano donde los cuerpos caen desarmándose, porque los personajes de Marcelo Pombo titilan erectos, con sus cuerpos y gestos alucinados, sexualizados, de fiesta. Pero sí se encuentran en los círculos, o mejor dicho, los orificios, como fuentes de placer: piel, bocas, anos, ojos, orejas como símbolos de una política del placer, donde el goce es lo que manda. El tercer ojo puede estar también en el culo. Sadomasoquismo psicodélico, pijas por todos lados, pijas como corazones, corazones como fiestas. Todo entra y todo sale felizmente por los orificios: serpientes, lombrices, líneas. La libertad no es aquí una gran bandera en una marcha multitudinaria, sino que se ejerce en la vida diaria y se encarna en el cuerpo.
En la serie de Dibujos de 1983, se ve un dibujo donde la máquina del tiempo es un suero de plástico por donde entra energía y salen lombrices. El SIDA perseguía y colonizaba los cuerpos de parejas, amigos, amantes, hermanos, parientes.
Hadas Brujas y Sirenas parece ser una mirada crítica hacia el arquetípico burgués anticuado sobre la mujer. La mujer cara de víbora que colabora a legitimar los hábitos represivos y discriminatorios del patriarcado, anidando esperas con sus perlas caras, en sus sillones de terciopelo o marginando todo aquello que no comprende, enjuiciando toda vida que logre disfrutar con su libertad. Entre ellos, su franco preferido: los homosexuales, que en discurso profamilia, resultan escandalosos. Marcelo Pombo las retrata como mujeres payasas, mujeres con trompa de elefante, con la nariz larga como una pija flácida caída.El humor continúa en en la serie Primeras exhibiciones , donde hay “milonguita de campo donde a un chancho se lo cogió un pedo”, tal como escribe Marcelo en una vaca .
A comienzos de 1984 Pombo se vincula al GAG, Grupo de Acción Gay, momento constitutivo para el artista, tanto en lo personal como en lo artístico. Excentricidad y libertad como nunca, ni siquiera en el mundo del arte, volvería a vivir. El GAG era un grupo radical respecto a la política sexual, y esto se veía en la gráfica de la revista Sodoma, su órgano de difusión y en sus volantes. Allí colaboró Pombo hasta el final y la serie GAG & Sodoma lo testimonia. Entre ellos, el afiche “Danza y embriagate en la fiesta del GAG” , en Nossomundo de la avenida Córdoba 2973. También vemos allí la potencia de la grafía del artista en la obra Finis, con una impronta Ex libris, donde un esqueleto aferrado a una pija que disemina leche, revela el costo, la contracara maldita de los encuentros libres.
En relación al dibujo y a las transformaciones que implica el cambio de soporte del papel a lo digital, relata el artista: “Tengo que reconocer que por aquellos años, los 90, los años cercanos al Rojas, para mi el dibujo era algo secundario. Lo que más me interesaba era hacer objetos o cuadros que se parezcan a objetos, chucherías que parezcan lindas y que todo esté prolijo y controlado y que sea bonito. Ahora, el dibujo fue como un lado B en toda mi producción y constante. Creo que lo cultivé en sus vertientes: una más expresiva, sin tanto control, dejándome llevar por asociaciones, cosas impensadas, y otro donde prevalecía más la idea de la idea y toda la tradición del diseño gráfico, hacer dibujos que parecieran impresos. Hacía fotocopias, los exponía por medio de fotocopias porque me gustaban que tengan esa apariencia fría, de línea fría, neta, concreta. Me gustaban todas esas cosas. Y el dibujo, también hay que reconocer, empezó a tener más estatus por el año 2000, en nuestro medio. Sino, a la gente no le resultaba muy interesante. Yo los exponía en fotocopias y los montaba sobre una plancha de tergopol a la que llenaba de bolitas de tergopol como si fuese un marco barroco y también las iba pegando sobre la pared como si fuesen una especie de nieve o polen. Le quería dar un estatus de objeto. Tal vez ese fue el tema que siempre tuve con el dibujo. Siempre preferí el objeto. Y lo que me sucedió ahora, con la página web, es que justamente liberé todos mis dibujos, una gran parte, de su condición de objetos en tanto cosa física, marcas hechas sobre un papel, muchos de ellos amarilleados, y al liberarlos es como si hubiesen vuelto más signos, más palabras. Algunos los retoqué, sacaba alguna palabra, como si hubiese sido una edición de mis obras. Entonces estos dibujos, al haberse liberado de su formato de dibujo sobre papel y al volverse pura imagen, puro signo digital, tienen algo nuevo para mi, que me resultó muy excitante. Me imagino proyectándolos y también que sean usados por los demás, estudiantes de arte, investigadores o que sean utilizados en tatuajes, en fin, que le den el uso que quieran. Están completamente liberados del formato de papel que tenían. Son más signo que nunca esos dibujos.”
En el territorio marcelopomboimagenesliberadas.com todo --letras, números y dibujos-- entran un universo itálico, de bastardillas. Ni popular ni académico, diferente. Rompiendo una vez, la hegemonía del discurso binario.