Como “una invitación a discutir el futuro de los derechos humanos” definen sus hacedores a POST, libro recientemente editado por el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) y Siglo XXI Editores en el que la organización intenta reflexionar sobre las distintas luchas por los derechos de las personas durante el primer año de la pandemia. “Una síntesis muy fuerte de un clima de época”, agregan para describir el relato de lo que pudo y no hacer el Estado, y de cómo distintas instituciones articuladas tuvieron que ayudar a contener el desastre.
Escrita desde la experiencia de quienes día a día construyen el organismo que brega por la protección de los derechos, la justicia y la inclusión social, la publicación se sumerge en un puñado de temas clave de una “agenda estallada”. Se abordan problemáticas como el acceso al hábitat, a los alimentos, a la salud mental, a la democracia y a los procesos de Memoria, Verdad y Justicia y conflictos como la deuda, la violencia institucional, las vulneraciones a la comunidad travesti, trans y no binarie, y las desapariciones de personas en democracia. Todo desde una mirada concreta: la de qué pudo hacer la organización en una situación tan excepcional, en qué problemas decidió intervenir y cuál es el balance en cada caso.
“POST no significa necesariamente post pandemia porque ésta sigue”, explica a Página/12, como si fuera necesario, Marcela Perelman, coordinadora de investigaciones del organismo. “Es más bien la síntesis de un momento bisagra, de suspenso. Estamos en el aire, en ese momento donde claramente hay algo que se terminó y lo que viene todavía no se configuró. Es una etapa en sí misma, no una transición, y con este libro queríamos plasmar eso. Que el 2020 no se nos fuera entre las manos, que quedara escrito para que en el futuro tengamos un punto de apoyo para lo que viene”, agrega la coeditora del libro junto con Ximena Tordini.
-Al comienzo del libro aseguran que durante el primer año de pandemia los problemas “recrudecieron”. ¿En su opinión los conflictos ya estaban ahí, eran estructurales?
-El cambio fue tan disruptivo que se puede tener la ilusión de que muchos de los problemas surgen con ese contexto. Pero nuestro conocimiento indica que ya los conocíamos. Es un engaño posible, que tiene que ver con efectos de lectura social del contexto, pero que en nuestro trabajo se relativiza. Hubo agravamientos, intensificación, reforzamiento de desigualdades, de impactos, pero todo esto sobre la base de problemas que son de larga duración, que no se terminaron con el ASPO ni se van a terminar con la vacunación, aún cuando fuera completamente efectiva. Por eso hacer el libro fue muy interesante, porque usamos la escritura como ejercicio de imaginación política. Nos metimos en temas existentes que teníamos ganas de trabajar y todavía no habíamos abordado como organización
-¿Por ejemplo?
-Por ejemplo el capítulo sobre los alimentos. Habíamos tematizado la dimensión del derecho a la tierra como problemática de derechos humanos pero no teníamos una línea permanente de trabajo sobre alimentos. Sucedió que la alimentación fue un eje tan crítico y con una manifestación tan particular durante la pandemia que lo tomamos como problemática, y logramos condensar una conversación y una investigación sobre el tema. Ahora viene la pregunta sobre qué lugar darle en nuestra agenda de intervención.
-Los capítulos del libro van desde el desalojo de la toma de Guernica hasta la parálisis del sistema de justicia. ¿Ven un hilo conductor entre todos los conflictos narrados?
-Sí, diría que lo común a todos es la precariedad. En situaciones como Guernica o más ampliamente la problemática de tomas de tierras, en la de inquilinos e inquilinas, en la de personas travesti y trans, siempre hay precariedades socioeconómicas y laborales muy marcadas que son previas a la pandemia, que vienen de largo tiempo. Otro hilo conductor posible tiene que ver con funcionamientos institucionales muy poco efectivos que a veces provocaron graves violaciones a los derechos humanos. Y una tercera conexión gira en torno al trabajo conjunto entre organizaciones para intervenir en esas problemáticas.
-¿Qué tipo de lector y lectora imagina para este libro?
-Lo que queremos es ampliar las personas que
puedan interesarse por un trabajo político de derechos humanos. El CELS tiene
una tradición que cruza el litigio con la investigación, y ha tenido un discurso
que siempre fue político pero con una fuerte carga jurídica y técnica. Con este
libro quisimos conscientemente elaborar otra voz institucional, escribir con
otres con quienes compartimos ese camino. Quisiéramos que el libro sea leído
por personas no especializadas, por personas interesadas en la política, los
derechos humanos y los problemas sociales en general.