Harley Quinn, quien en el pasado ha sido la villana de Ciudad Gótica y la novia del Joker, tuvo muchos orígenes en los últimos años, pero ninguno se parece al creado por la guionista lesbiana canadiense Mariko Tamaki. La novela gráfica Cristales rotos, dibujada por Steve Pugh y editada en Argentina por Ovni Press, cambia su historia porque nuestra historia ya no es la misma. La nueva Harley Quinn es una adolescente que vive rodeada de maricas y drag queens. Deja de vivir con la madre para mudarse a Ciudad Gótica con su abuela, pero cuando llega al departamento descubre que ella murió hace tiempo, y en su lugar hay una marica robusta a la que llaman “Mama”. “So 'Mama' para mis amigos, pero también soy un hombre gay orgulloso, así que solo 'Mama' está bien”, le aclara a Harley la dueña de casa. Desde ese día que se conocen por accidente deciden adoptarse mutuamente, formar una familia que no tiene cantidad máxima de miembros. Harley Quinn asiste a la escuela, pero su educación sentimental está a cargo de la comunidad LGBTIQ que rodea a Mama. Maricas que le explican con humor corrosivo cómo funciona el mundo cuando no sos blancx, ricx y/o hétero. Lo revolucionario de esta novela gráfica que ya es un éxito de ventas es que está dirigida a niñxs y adolescentes; como si Mama y el club de drags no solo educaran a Harley, sino también a toda una generación de futurxs adultxs.

La primera aparición de Harley Quinn, creada por Paul Dini y Bruce Timm, fue en septiembre de 1992, en un dibujo animado de Batman. Harleen Frances Quinzel, su nombre original, es una psiquiatra que pierde la cordura al conocer en el manicomio al Joker. El inicio de una relación tóxica y violenta, el comienzo de su vocación de villana dentro del clásico traje de naipe y sombrero de arlequín. Años más tarde Harley Quinn le dio unos besos apasionados a Poison Ivy, la mujer fatal con cabello color fuego conocida como Hiedra Venenosa. Un vínculo fogoso que fue y volvió varias veces pero que, a pesar de las promesas, no fue retratado en la última película de Harley Quinn: Aves de presa (2020). El film de DC Comics, dirigido por Cathy Yan y protagonizado por Margot Robbie, fue novedoso por su espíritu feminista más que por su costado queer. Cristales Rotos no pone el acento LGBTIQ en la sexualidad de Harley Quinn: a Mariko Tamaki poco le interesa con quién se bese o sueñe despierta la adolescente. Lo queer en esta novela gráfica se impregna en cada hoja de las 196 páginas y no solo en un par de viñetas; lo queer está en los diálogos que salpican purpurina; lo queer empapa a los conflictos argumentales: maricas y drags que son desalojados de sus casas; lo queer es político en Ciudad Gótica o en cualquier lugar del mundo. 

Harley Quinn no se sorprende cuando Mama y sus amigas maricas se montan: las ayuda a delinearse los ojos y aplaude todos las performances que cada noche representan en un pequeño bar. “Es sorprendente cómo a pesar de que las drag queens solo fingen cantar, se siente como si cantaran de verdad”, piensa Harley al verlas y admirarlas mientras hacen su show. Cuando las drag se enteran que van a ser desalojadas deciden entonar arriba del escenario las canciones más tristes de Cindy Lauper y Selena enfundadas en ropas brillantes. Mama canta “Los días felices han vuelto” pero su desgarradora interpretación transmite que esos días se han ido por largo tiempo. Harley le pregunta a Mama dónde vivirá ahora: “Ese es un misterio aún por resolver. Pero no te preocupes por mí. Una Reina siempre cae sobre sus tacones”, le responde. Cristales rotos es una novela gráfica discursiva pero nunca acartonada, refleja con trazo pictórico y un guion provocador la vulnerabilidad de las minorías frente a empresas y grupos de poder. Las injusticias y las tristezas se multiplican, pero también se multiplican las fiestas de locas como forma de resistencia.

MELODRAMAS LÉSBICOS Y HEROÍNAS SALVAJES

Mariko Tamaki hizo obras queer desde su primeras novelas gráficas, cuando era su hermana Jillian quien dibujaba sus guiones: Skim (2005), This One Summer (2014). Pero su historieta más queer llegó en 2019 con Laura Dean termina conmigo, una historia de amor tóxico entre jóvenes lesbianas. Dibujada por Rosemary Valero-O´Connell, esta novela gráfica de 290 páginas se anima a hablarle a lxs adolescentes de romances nocivos: ¿qué sucede cuando te enamorás de alguien que saca lo peor de vos? 

Laura Dean termina conmigo narra en viñetas rosas y grises, con un dibujo que detalla hasta la textura de los peluches de la habitación de las adolescentes, el sufrimiento de una torta de 17 años, Freddy, que se obsesiona con el (des)amor de la chica más popular del colegio, Laura Dean. No es un flagelo provocado por una paqui sino por una lesbiana orgullosa pero cruel. Apariciones fantasmales y chapes con otras chicas frente a su novia Freddy. La protagonista pide ayuda a una consejera quien le transmite que no importan las formas que adoptan las relaciones, que está bien el poliamor pero siempre y cuando sea una decisión compartida. Laura Dean termina conmigo recorre varios temas con profundidad para las nuevas generaciones: embarazo adolescente, aborto, la diferencia entre salir del closet en los 80 y en la actualidad. La importancia de la amistad en la entrada a la adultez se traslada también a Cristales rotos, pero en este caso no solo aparece en la relación cotidiana y la militancia feminista de Harley Quinn e Ivy (quien posiblemente en el futuro se transforme en Poison Ivy), sino también en la comunidad LGBTIQ. Lxs amigxs como la familia elegida, la única que importa. Cristales rotos muestra las distintas maneras de criar a lxs niñxs: rodeadas de locas u oprimidas entre madres conservadoras. A diferencia de otras historietas, esta vez Harley Quinn no toma el camino de villana sino el de heroína. ¿Será porque fue educada por maricas y drag queens? No tengo dudas.