Así como los periodistas deportivos rompieron con esa regla de no dar a conocer el club del que son hinchas, también lo hicieron jugadores y hasta referís ¿Poco ético? ¿Poco profesional? Vaya a saber qué dirán los paladines de siempre. Pablo Lunati viene a cuento de esto porque siempre visibilizó su pasión por River. “El loco”, como lo apodan desde siempre en el mundo del fútbol, un vez que se retiró del referato, regresó a las tribunas del Monumental y mostró aún más su fanatismo por el club de Núñez. Se tatuó la cara de Marcelo Gallardo en su pierna derecha, a su hijo más chico le puso Santiago Bernabéu, se abrió una cuenta en twitter (@PabloLunati22) para comentar los partidos de su club y de paso no se olvidó de encender algunos debates. “No olviden que Beligoy, Zoratti y compañía, trabajan para el sistema, pero el responsable Máximo de la peor época del arbitraje en su historia es Claudio Tapia y Pablo Toviggino. ¡Máximo responsable de colocar a los árbitros de cada categoría en cada partido!”, escribió hace poco en referencia al presente del arbitraje.
Actualmente el exreferí sigue con el negocio de los lavaderos de autos y planea irse del país para llevar adelante con el emprendimiento de un amigo. “Estoy tratando de hacer cosas afuera. Me salió algo en Paraguay y yo justamente me hice ciudadano paraguayo. Ya tengo reservado un campo allá para criar chanchos. Viajé el 22 de febrero del año pasado y después se decretó esta pandemia y me frenó todo. Iba a viajar dentro de poco, pero no lo voy a hacer porque no estoy vacunado. Paraguay está colapsado. En cambio acá siempre levantas un teléfono y una mano te la da cualquiera. Allá, está bien, puedo hablar con Pipino Cuevas o con Justo Villar, que es jefe de selecciones nacionales, pero no deja de ser Paraguay. En salud cero. Nosotros somos Estados Unidos al lado de ellos”, dice Lunati en dialogo con Página/12, del otro lado del zoom, mientras le pide a su secretaria que le haga un mate.
Lunati hoy ya no tributa tanto a su apodo, a fuerza de una operación de corazón tuvo que modificar su vida y empezó por “bajarle algunos cambios” a su personalidad. El estrés, según cuenta, le jugó una mala pasada y terminó con cuatro bypass. “La cabeza comanda todo”, dice. “No fumo, no tomo, no me drogo, no como frito. Soy más sano que el Quaker. Tengo un físico privilegiado. Tengo 53 años y peso 78 kilos. Si quiero me voy corriendo a Luján ida y vuelta, pero todo pasa por acá –se lleva el dedo índice izquierdo a la sien–, todo lo maneja esto”. Sigue hablando, pero la imagen del zoom se traba y se pierde su voz. “Ahora aflojé, pero hace cinco años atrás creo que ni mi secretaria estaría al lado mío. Hoy me tomo la vida de otra manera”.
Hace un silencio y recuerda el episodio que vivió con la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), por el que quedó fuera de las canchas por un tiempo. A Lunati en 2013 la AFIP le inició una investigación por evasión tributaria y lavado de dinero. “Afectó mucho a mis hijos, a mi papá y a mí. Fueron ocho meses de mierda, pero gracias a dios mi papá se murió en el 2014 y me pudo volver a ver adentro de una cancha. Para él era fundamental. Me defendía a capa y espada”, dice y recuerda que siempre tuvo comercios orientados a los lavaderos de autos. “El primer lavadero lo tuve en el ’89 y en el año ´91, ’92 empecé con Matias I: mi lavadero de autos, el que tengo en Caseros y el que todo el mundo conoce. Los lavaderos son unos negocios sanos, que si los sabes llevar bien no te haces millonario ni mucho menos, pero son rentables”.
De la calle a referí
La adolescencia de Lunati se cocinó en la calle. Desde muy chico abandonó la casa de sus padres y creció rebuscándosela. “Era un pendenciero”, dice y sigue: “Nunca salí de caño, no era mi estilo, pero la calle te pone algunos adoquines en el medio. Te crías solo. Casi tres años dormí arriba de un pool de Santos Lugares. Era el encargado de abrir y cerrarlo. Arlequín se llamaba el lugar. Era un antro. La gente que empezaba a entrar a las once de la noche era terrible”. Se queda en silencio, sonríe como recordando algunas anécdotas de aquella vida callejera y nocturna y confiesa que “hay dos cosas que encarrilaron mi vida: una fue el nacimiento de mi hijo más grande, Matías. Y lo segundo fue el arbitraje. Sentí al arbitraje como si fuera una salvación, una resurrección de la vida. De los 14 a los 20 mi vida fue picante. El arbitraje me fue ordenando”.
Y agrega: “Elegí una carrera que tuviera que ver con el fútbol, que es el deporte que más amo en el mundo. Soy un hincha fanático del fútbol, más allá de que soy muy hincha de mi equipo. Quería estar en algún lugar que tuviera que ver con el fútbol. Periodismo deportivo era la otra alternativa, pero había que estudiar y yo odiaba el colegio. No me gustaba estudiar. Repetí dos veces segundo año, dos veces cuarto año. Terminé de grande en una nocturna de San Martín. Terminé el colegio porque para ser internacional me pedían el secundario completo”.
-¿Cómo evalúas tu paso por el referato?
-En cuatrocientos partidos en primera división que dirigí me equivoqué en 10, 15. Y me refiero a penales, donde se definen los partidos. El promedio de error es poquísimo. Eso lo logré con mi cabeza y el entrenamiento. Después te puede gustar o no la manera de dirigir. Mucha conducción, mucha charla, la pelota siempre rodando. A mí no me importaba si la pelota se movía un poquito para reanudar el juego. Lo importante era que el juego tenga dinamismo. Al jugador mismo le cambia el carácter. Por eso odio este VAR, este mamarracho que han hecho y más usado de esta manera.
-¿El VAR perjudicó la tarea del referí dentro de la cancha?
-Te diría que en un 64 % el VAR equivocó la determinación que tomó. Tanto sea en llamar al árbitro o en lo que ratificó o rectificó mal el árbitro por el VAR. Esto es muy simple: si vos vas a usar el VAR para gol o no gol en un claro fuera de juego –repite varias veces lo de claro fuera de juego y se le crispan los ojos– o para un penal cobrado afuera o viceversa, hasta ahí te acompaño. Ahora si vas a buscar una hormiga debajo de la pata de un elefante estamos mal. Si vas a permitir que el VAR se meta en jugadas de interpretación del árbitro estamos mal. Sácalo al árbitro, es un burro. Pongo un ejemplo cercano: (Mauro) Vigliano en el último Racing-Independiente –hace referencia al penal que cobró en el último minuto y le favoreció la victoria del clásico a Racing–; te equivocaste, ya está. A comerla. No me cambies la decisión.
-Hace poco diste más detalle de la pelea que tuviste con Juan Sebastián Verón en el partido Estudiantes-Arsenal del 7 de septiembre del 2011 en el Estadio Único de La Plata ¿Eras de pelearte mucho con los jugadores?
-Lo de Verón fue un poquito de arena en el medio de un océano. Me dijo algo fuerte, yo le contesté algo fuerte. No fue más que unos manotazos y ya está. Por lo general tuve muy buena relación con los jugadores. Esa sola vez me pasó de pelearme, después te amenazas y te peleas de boquilla: nos vemos adentro, te cago a trompadas, pero todo de boquilla, después te das un abrazo.
-¿Cómo analizas la actualidad del arbitraje?
-El arbitraje está pasando el peor momento de los últimos veinte, treinta años. No tiene conducción. (Federico) Beligoy no es conductor de los árbitros. Un tipo que trabaja para la patronal no puede ser secretario general de un gremio (hace referencia a la Asociación Argentina de Árbitros). Es como si Alberto Fernández fuera capo de CGT o Moyano fuera presidente de la Nación. ¿Qué decisión que no les convenga a los dirigentes, que son los que le pagan el sueldo, va a tomar Beligoy en contra de los dirigentes y a favor de los árbitros? No es que critico a Beligoy, aunque no está capacitado para estar ahí. Lo que critico es que cuando este presidente que tiene la AFA (Claudio Tapia) lo convocó a ser Director Nacional de Arbitraje, no haya renunciado al sindicato. ¿Dónde está la coherencia? En este país sólo pasa eso. Este puesto de Beligoy era de Ángel Sánchez, pero lo borraron de un plumazo porque no transa. Esto que digo lo saben todos los de la AFA. Yo no miento.