La actriz Libertad Leblanc, de reconocida trayectoria en el cine nacional, murió en la noche del jueves a los 83 años. Tenía pulmonía y falleció en su domicilio, según confirmó la Asociación Argentina de Actores (AAA). Su hija -quien vive en Suiza- le había armado una internación domiciliaria porque atravesaba un cuadro de salud muy delicado que se había deteriorado en los últimos meses, con dificultades cardíacas y renales. Además, tenía Alzheimer.
"Con dolor despedimos a la actriz Libertad Leblanc. Su destacada trayectoria de alcance internacional incluye trabajos en cine, teatro, televisión y publicidad. Nuestras condolencias a su hija, familiares y seres queridos, abrazándolos en esta dura circunstancia", indicó la Asociación en el Twitter oficial.
En el mundo del cine argentino siempre hubo rivalidades, algunas sin los rencores de las figuras actuales. Como, por ejemplo, la que existió hace muchos años entre la rubia Libertad Leblanc y la morocha Isabel Sarli. La pregunta que sobrevolaba era: ¿Quién es más diosa: la "diosa blanca" o la "diosa trigueña"? Más allá de las competencias y aspiraciones personales, resulta difícil imaginar qué hubiera sido el cine erótico en la Argentina sin la presencia de la Sarli y la Leblanc.
Libertad María de los Ángeles Vichich había nacido el 24 de febrero de 1938 y llegó a filmar cuarenta películas en la industria cinematográfica nacional entre 1960 y 1989, además de también haber trabajado en producciones mexicanas. Como se mencionó, compitió con “La Coca” Sarli en disputar el podio del símbolo sexual de las décadas del 60 y 70. Fue así que apareció en varias películas, donde los desnudos estaban a la orden del día. Y la censura también. A pesar de la época en que a la mujer muchas veces se la consideraba solamente como un objeto, Leblanc fue una adelantada al nuevo paradigma de este siglo XXI que tiene a las mujeres como grandes protagonistas de la historia: “Feminismo es igualdad social. Misma remuneración, mismo derecho al goce, pensarse como ser humano íntegro”, dijo en una entrevista. "Creo que fui de las primeras feministas, pero otra forma de activismo. Cortaban mis desnudos, los prohibían, y se hacían sus propias películas caseras para pasar a sus amigos", también dijo durante una entrevista en 2019.
Una de sus películas más recordadas fue también una de las primeras en su carrera: Acosada, de 1964, que ya por su título hablaba de los rótulos y los encasillamientos que se le ponían a la mujer por aquellos años. Algunos de sus films tuvieron estrenos “complicados”. Por ejemplo, La endemoniada, de 1968, que contiene escenas de horror y vampirismo, con desnudez explícita. Leblanc también actuó en la serie de televisión Naná y en versiones de TV de las vidas de Lola Montez y Lady Hamilton.
En 1965 recibió una propuesta para trabajar en Hollywood. Debía mejorar el inglés con el sueño de llegar a ser la “Marilyn latina”. Pero el ofrecimiento sólo quedó en eso ya que no pudo viajar al exterior por un impedimento de su ex pareja. “Me prohíben, me persiguen sin razón, como si fuera pecaminosa. Parecería que mis senos y la forma de mi cuerpo fuesen la única demostración de sexo en este país. Más que mi imagen erótica, cortan mi imagen de mujer que se abre camino sola en la vida. No produce incomodidad mi escote, sí mi expresión de mujer pensante”, dijo en otra entrevista hace unos años. Leblanc era, sin dudas, una adelantada a estos tiempos en que el feminismo lucha por la reivindicación de las mujeres.
En su primer protagónico, La flor del Irupé (1962), ya aparecía desnuda. El éxito de taquilla iba a ser sinónimo de éxitos futuros. A fin de promocionar el film, el afiche de la película la mostraba con un desnudo en blanco y negro, y tenía la leyenda “Libertad Leblanc, rival de Isabel Sarli”. La flor del Irupé fue dirigida por Alberto Dubois. El nombre alude a la doncella protagonista de una leyenda guaraní relacionada con esa flor. Se estrenó en la Argentina el 4 de octubre de 1962. La audacia de los desnudos y la evidente belleza física de la protagonista, hicieron que aquella película provocara ese éxito de taquilla, instalando a Leblanc, de sólo 24 años, como un gran sex symbol de la época.
Participó en unas cuarenta películas en la Argentina y en el exterior. Entre ellas, El primer beso (1958), Testigo para un crimen (1963) -que marcó la primera aparición de una persona trans en el cine nacional-, Acosada (1964), La piel desnuda (1966), La perra (1967), Cuando los hombres hablan de mujeres (1967), El derecho de gozar (1968), Esclava del deseo (1968), Noches prohibidas (1968), Psexoanálisis (1968) y Cautiva en la selva (1969), entre muchas otras. Su filmografía incluye policiales y thrillers.
Había estudiado teatro con Alejandra Boero y Pedro Asquini. En 1975 comenzó con el teatro de revistas. Alejandro Romay produjo Que viva la Libertad, en el Nacional. Al final, logró viajar al exterior y tuvo la oportunidad de estar más de diez temporadas de teatro latino en Nueva York. “En esa época, eras madre o eras puta. Y si encima, como yo, creías que el sexo era también una cuestión de placer, directamente eras una pecaminosa”, decía en una entrevista que recuerda la periodista Susana Ceballos.
En cuanto a su vida personal se conoce que su padre falleció en un confuso episodio policial cuando la ex vedette no tenía un año de vida. Su madre, Clarisa Blanco, volvió a casarse, y Libertad pasó su adolescencia como pupila en un colegio de monjas: el María Auxiliadora, en la ciudad de Trelew. Se caracterizó por ser una estudiante rebelde y ya se notaba por entonces la personalidad que después iba a tener de adulta. Por su rebeldía fue expulsada cuatro veces de las escuelas. De muy joven contrajo matrimonio con el empresario teatral Leonardo Barujel, con quien tuvo a su única hija, Leonor. El matrimonio duró apenas un par de años y Leblanc nunca más se casó.
Una vez señaló cuál era su sueño y qué pensaba del límite como ser biológico: “Seguir haciendo lo que me gusta, lo que quiero. Y no morirme por lo menos hasta los 100 años. Estoy en contra de la muerte, es una injusticia venir al mundo sabiendo que una va a morir”. Finalmente “la Diosa Blanca” partió de este mundo pero con la convicción de que vivirá para siempre en el recuerdo de quienes la quisieron y supieron admirarla, tanto por sus dotes artísticos como por su manera de pensar.