“¿Pero acá nadie trabaja?” La pregunta surge ante nueve de cada diez películas nacionales que presentan personajes de vida acomodada pero sin sustento económico a la vista. Un arquetipo especialmente presente en las ficciones concebidas con aspiraciones de masividad. No falla: mientras mayor sea la envergadura comercial, más se alejan sus arcos dramáticos de las preocupaciones mundanas del ciudadano de a pie. Pero en la Argentina se filma mucho (más de doscientas producciones al año, al menos antes de la pandemia) y, por lo tanto, hay lugar para directores y directoras, en su mayoría documentalistas, dispuestos a poner la cámara al servicio de retratar dinámicas laborales de todo tipo, desde la cocina del fútbol profesional hasta la organización de una escuela patagónica itinerante que acompaña el ciclo de pastoreo de los animales. A continuación, un recorrido por diez documentales sobre el mundo del trabajo que pueden verse de manera gratuita en las plataformas de streaming Cine.ar Play, Cinemargentino y Octubre TV.

* Los pibes (Cine.ar)

Como bien señaló Diego Brodersen en su crítica, la anteúltima película de Jorge Colás es “un relato con olor a transpiración, a pasto recién cortado y a vestuario” en el que no es necesario “ser futbolero para apreciar sus virtudes”. El director de Parador Retiro y La visita viaja hasta el corazón de Boca Juniors no para mostrar lo obvio (el color, los hinchas, el juego) sino para detenerse en la desconocida pero complejísima, y muchas veces salvaje, cadena de procesos previos a la elección y contratación de solo 30 o 40 de los cuatro mil jugadores que anualmente se presentan para las divisiones inferiores. Jugadores que son también chicos, una condición olvidada en la crueldad intrínseca del filtrado. “Me interesó el juego de tensiones entre los captadores; la ilusión y el descubrimiento de un mundo nuevo de los jugadores, y la mirada incisiva y atenta de los padres”, contó Colas acá. 

* Hacerme feriante (Cinemargentino)

Ubicada en un predio del tamaño del barrio de Once a la vera del Riachuelo, fuente de trabajo de seis mil personas y terreno de circulación de más de nueve millones de dólares semanales, La Salada está catalogada como la feria de productos ilegales más grande de Latinoamérica. Pero es también un reflejo del derrotero de la Argentina, en tanto en esos terrenos funcionaron balnearios de agua salada, creados en 1955, que pavimentaron el camino que va de la pujanza del primer peronismo al olvido y el abandono, y de ahí al Edén del regateo y el comercio en negro. “Lo que era un espacio de recreación de segunda para los porteños, hoy es un lugar de consumo de segunda. Esa deriva siempre me interesó; del tiempo del ocio al tiempo del consumo”, analizó en esta entrevista Julián D’Angiolillo. Y nada mejor que un documental movido por un interés genuino. El director dedicó largo meses a camuflarse entre costureras, estacionamientos abarrotados y miles de stands para observar los engranajes de una maquinaria de lubricación perfecta, registrando, en palabras de Horacio Bernades, “un orden que consiste, daría toda la impresión, en un desorden controlado”.


* Cuerpo de letra (Cine.ar)

Julián D’Angiolillo no se contentó con diseccionar La Salada, y cinco años después volvió a empuñar la cámara para indagar en algo que de tan visible, tan instalado hace décadas en los ojos metropolitanos, llama la atención que alguien no lo haya hecho antes. Durante las vísperas a las elecciones de 2013, este egresado de Artes Visuales del IUNA siguió –en el sentido más literal pero menos intrusivo del término– a los batallones que noche a noche inundan de pintadas políticas los murallones del conurbano y de las principales arterias de acceso a la Capital Federal. “Todo el tiempo pasamos por ahí y las vemos, pero uno se siente como anestesiado”, dijo en estas páginas. Ese mundo cargado de coordenadas reales es filtrado por mecanismos propios de la ficción. Es así que con el correr de los minutos el relato empieza a centrarse Ezequiel, un auténtico artesano de la disciplina del agua, la cal y los pinceles, además de integrante de una banda de cumbia y ocasional locutor de avisos de propaganda aérea. El resultado es un extraño y fascinante registro de –Juan Pablo Cinelli dixit– “la política en clave cubista”.

* Las calles (Cine.ar)

Apenas 24 años tenía la cordobesa María Aparicio cuando ganó el premio a Mejor Dirección en la Competencia Latinoamericana del Bafici por su primer largometraje, un notable cruce de documental con ficción que reflexiona sobre una experiencia cívica sin precedentes, sucedida en la localidad chubutense de Puerto Pirámides entre 2004 y 2010: la elección de los nombres de 35 calles hasta ese momento anónimas. “Como gesto político me pareció trascendental, y sin embargo había sido todo muy silencioso”, recordó en esta entrevista. La iniciativa fue motorizada por la maestra de Historia Eugenia Eraso y sus alumnos, quienes entrevistaron a distintos personajes del lugar para armar una lista tentativa de candidatos y someterla al escrutinio de la comunidad. El trabajo de orfebrería de Eraso (recreada en la ficción por Eva Bianco) y la curiosidad insaciable de Aparicio configuran las bases de “un relato que logra transmitir las líneas invisibles que unen la vida cotidiana de los vecinos de la región: las de las viejas generaciones con aquellas más jóvenes”, como escribió Brodersen en su crítica

* Escuela trashumante (Cine.ar)

Un egresado en 70 años. Los registros de la escuela de la localidad neuquina de Huncal no mienten al documentar la escasa relación con una comunidad cuyo corazón palpita al rimo de los ciclos de pastoreos de las chivas y corderos, llevando a sus pobladores a adoptar un modelo de vida trashumante poco ajustable a los requisitos del calendario escolar. Pero si los chicos no van a la escuela, la escuela tendría que ir a ellos. Algo así pensaban los docentes Orlando “Nano” Balbo –el del libro Un maestro, de Guillermo Saccomanno–, Pedro Vanrell y Alejandra Martínez cuando, a mediados de los ’80, crearon un modelo educativo funcional a ese desplazamiento, que desdobla las clases en dos edificios y tiene un calendario lectivo adaptado. Si bien la idea del director Alejandro Vagnenkos, como contó acá, era filmar a Balbo, una vez allí pensó “que lo mejor era que él formara parte de una historia mayor, la de la escuela”. Con ese objetivo dedicó largas temporadas a registrar esta particular iniciativa, para una película con un núcleo que pone en tensión y debate el rol de la educación.

* Stand Up villero (Octubre TV)

¿Quién dijo que hacer reír no requiere trabajo? Golosina de difícil digestión por su relleno de acidez, negrura y subversión, la película Jorge Croce es un documental, una comedia y –como stand-up-villero-cronistas-del-conurbano-profundo">se dijo aquí– una crónica del conurbano cruda, hilarante y auténtica. Desde ya que no sería lo mismo sin sus protagonistas. Damián Quilici, Sebastián Ruiz Tagle y Germán Matías son tres laburantes (en negro) de barrios populares que durante las noches se suben al escenario para meterle un tortazo a ese stand-up adocenado, caucásico y clasemediero, tan propio de un país con la sensibilidad al palo como la Argentina, que habla sobre citas que salen mal y parejas que apretan el pomo de pasta dental en el medio. La materia prima de estos comediantes –todos notables– no es otra que la vida villera en su estado más puro: aquí hablan -y se ríen- de las drogas, los planes sociales, la marginalidad y la precarización laboral, entre otros temas que harán respingar la nariz de los espíritus susceptibles. Imperdible el chiste sobre el aborto, lo más incendiario que se haya escuchado en mucho tiempo.

* Todo el año es navidad (Cine.ar)

“Miro el mundo en forma de comedia”, dijo Néstor Frenkel durante la entrevista con Página/12 a propósito de esta película que, como el resto de obra, explora un universo reconocible a la vez que extraño para cualquier persona ajena a él. El ojo curioso del director de Buscando a Reynols, Construcción de una ciudad y El gran simulador apunta a los hombres que durante las Fiestas se visten de Papá Noel en shoppings, programas de televisión y hasta boliches, para mostrar que debajo de la barba blanca hay historias tanto o más increíbles que la fábula del sinónimo de Coca Cola, conformando así una “sucesión de casos excéntricos”, en palabras de Horacio Bernades en su crítica: está desde el que vive como entrenador de defensa personal y fue un avezado luchador grecorromano hasta un ferretero y un artesano, pasando por un dirigente social perseguido durante la época de la Triple A y otro cuya misión es, afirma, difundir la cultura de los duendes. Pero todos coinciden en que no hay retribución más grande que la alegría de los chicos cuando los ven. Una alegría que los mueve a pasarse largas horas sudando a mares envueltos en un traje de invierno en pleno verano.

* Raídos (Cine.ar)

La socióloga María Luz Roa dedicó su tesis doctoral a investigar el funcionamiento de las plantaciones de yerba mate, un trabajo que luego cayó en las manos de Diego Marcone, como recordó aquí. Fue así que hizo las valijas rumbo a la pequeña localidad misionera de Montecarlo, donde decenas de familias consiguen el sustento diario como taraferos, como se conoce a quienes trabajan allí. Es un oficio nada sencillo, en tanto deben subirse de madrugada a un camión con un frío que parte los huesos para pasar largas horas “tarefeando” (lo que implica, entre otras cosas, cargar pesadas bolsas) y ganar unos pocos pesos que no alcanzan para nada. Marcone observa la situación despojado de prejuicios, dejando que sean los propios trabajadores los encargados de describir las penosas contrataciones en la primera parte del proceso industrial de un producto que, para comprarlo cuando llega a las góndolas, deberán pagar muchísimo más que lo que les pagan a ellos.

* La memoria de los huesos (Cine.ar)

El Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) –el mismo de la extraordinaria crónica El rastro en los huesos, de Leila Guerriero– comenzó su trabajo identificando cadáveres enterrados clandestinamente durante la última dictadura, para después ampliar sus horizontes laborales a varios países de la región donde la violencia estatal fue moneda corriente durante los ’80 y ’90. Si el texto de Guerriero recorría su historia de manera cronológica, la película de Facundo Beraudi abre nuevos pliegues estudiando la relación entre el EAAF y la construcción de la memoria, entendida ella no como un proceso estanco, sino como uno volátil, en constante tensión y resultante de la interacción humana. Para eso recurre –siempre con el respeto como norte ético innegociable, dijo el director– al testimonio de trabajadores y de aquellas familias que gracias a ellos pudieron completar el rompecabezas de un pasado tan doloroso como difícil de olvidar.

* Corazón de fábrica (Octubre TV)

El archivo devuelve que, hace exactamente dos décadas, la planta neuquina de cerámicos Zanon era noticia por los brutales conflictos entre la patronal y los trabajadores, quienes empezaban a pagar con sus bolsillos la crisis generada por la convertibilidad. Hasta que en marzo de 2002, la fábrica fue reactivada por sus empleados bajo la modalidad de cooperativa y con el nombre FaSinPat (acrónimo de Fábrica Sin Patrones), convirtiéndose en un faro para otras luchas obreras de aquellos años. La película de Virna Molina y Ernesto Ardito –los mismos de Raymundo, sobre el cineasta desaparecido Raymundo Gleyzer– propone un registro pormenorizado de ese funcionamiento, alumbrando las discusiones sobre formas organizativas, los conflictos humanos, cuestiones de género, el control obrero y la producción, sin olvidar que la situación sin inscribe dentro de un proceso histórico.