El recuerdo resulta escalofriante. Basta con pensar en el atentado de un espectador contra un tenista de elite en un certamen profesional para llegar a una simple conclusión: es imposible. Pero la realidad, a veces, se ríe de la ficción. Sucedió. Aquel feroz ataque cambiaría la historia del tenis para siempre.
Todo marchaba con cierta normalidad aquel 30 de abril de 1993. Monica Seles, la joven número uno del mundo, sostenía una ventaja de 6-4 y 4-3 frente a la búlgara Magdalena Maleeva en la cancha central del torneo de Hamburgo, en un choque correspondiente a los cuartos de final. Toda esa calma que suele reinar en los acontecimientos de tenis, de repente, se desmoronó por completo: una persona del público burló los controles de seguridad durante el cambio de lado y apuñaló por la espalda a la yugoslava, quien aguardaba la reanudación sentada en el banco.
Las imágenes de aquel instante del terror no fueron captadas por la transmisión, aunque sí pudo apreciarse cómo un guardia capturó por detrás y tomó del cuello al agresor, reconocido como Günter Parche, un alemán de 38 años cuyo fanatismo enfermizo por Steffi Graf sería confirmado un tiempo después. Seles, la joya del tenis que estaba llamada a torcer la historia, emergió aquella tarde como una escapista: se salvó de la muerte por el acto reflejo de haber inclinado su cuerpo hacia adelante.
Segundos más tarde se levantó, dio unos pasos hacia la cancha y se desplomó sobre las personas que la asistían en plena pesadilla. ¿Por qué le ganó a la muerte? Porque aquel fugaz movimiento provocó que el cuchillo apenas penetrara unos tres centímetros y no afectara más que algunos músculos. "Movía las piernas en el cambio de lado porque sentía frío y, de repente, ese frío entró por mi espalda", recordó Seles años después.
Por aquellos días el mundo entero apreciaba lo que debió ser un cambio de paradigma en el tenis. Seles acumulaba 32 títulos del circuito y llevaba nada menos que 178 semanas al frente del ranking mundial de la WTA. El 11 de marzo de 1991, con sólo 17 años, había desplazado de la cúspide a Graf, quien a su vez había permanecido en lo más alto desde el 17 de agosto de 1987 -186 semanas-. El traspaso de mando estaba en marcha. Y Parche, obsesionado con que la alemana recuperara la cima, le puso un freno histórico.
Antes del ataque, con apenas 19 años, la fantástica jugadora yugoslava ya ostentaba ocho trofeos de Grand Slam: había conquistado Roland Garros en 1990, 1991 y 1992; el Abierto de Australia en 1991, 1992 y 1993; y el US Open en 1991 y 1992. Tres de aquellas finales grandes se las había arrebatado a la propia Graf, quien a su vez le ganó la definición de 1992 en Wimbledon, el único Slam que Seles jamás ganaría.
Después del atentado Parche estuvo preso durante seis meses hasta que, en octubre de 1993, salió la sentencia definitiva por parte de un tribunal de Hamburgo: dos años de detención no efectiva, bajo libertad condicional. La yugoslava, quien décadas más tarde admitió verse sumergida en una depresión, salió al cruce por el fallo: "Parche reconoció haberme acuchillado y volverá a su vida normal mientras yo aún me recupero de una agresión que me pudo haber matado".
Seles tenía tanto talento que, cuando regresó al circuito en agosto de 1995, con más de diez kilos de sobrepeso por los problemas alimenticios que le generó el atentado, ganó el primer torneo oficial que jugó: fue en Montreal, Canadá, con victorias incluidas, por caso, ante la francesa Nathalie Tauziat (12ª), la alemana Anke Huber (7ª) y Gabriela Sabatini (6ª).
Ese mismo año sólo volvió a actuar en el US Open, donde cayó en la final ante Graf, y al tercer certamen desde la reaparición ganaría su noveno y último Slam: el Abierto de Australia de 1996. La legendaria Martina Navratilova asumiría, décadas después, que Seles debió terminar su carrera con el récord de títulos de Grand Slam en singles, por encima de los 22 de Graf y de los 24 de la australiana Margaret Court: "No tengo dudas de que este tipo modificó la historia del tenis".
Sabatini y el factor humano
En su autobiografía, llamada “Monica, From Fear to Victory" (Del miedo a la victoria) y publicada en 1996, Seles contaría parte de lo sucedido apenas una semana después del acontecimiento en Hamburgo. Gerard Smith, por entonces presidente de la WTA, se reunió en el torneo de Roma con 17 de las 25 mejores jugadoras del mundo para solicitarles que hicieran una votación y definieran si el ranking de la yugoslava debía congelarse mientras atravesaba la etapa de rehabilitación.
"El resultado fue casi unánime en contra de la protección de mi ranking. Todas las jugadoras votaron en la misma línea, con la única excepción de Gabriela Sabatini. Me decepcionó que Steffi Graf haya votado en contra. Habíamos llorado juntas cuando estaba en el hospital en Hamburgo", reconoció.
El vínculo entre Sabatini y Seles se hizo más fuerte y, mucho tiempo después, en marzo de 2015, jugarían una exhibición en el Madison Square Garden de Nueva York. Aquel partido significó el regreso al tenis de la mejor jugadora argentina de todos los tiempos, quien no había tocado una raqueta en años.
En la previa del partido la yugoslava fue consultada por aquel suceso que cambió su vida y enalteció el gesto humano de Gaby: "Fue la única que me apoyó, le tengo mucho aprecio. Pensó como persona y no por el ranking y el negocio. Gaby es diferente al resto de las jugadoras: es muy humana y tiene valores. Cuando me llamaron para jugar este partido no lo dudé ni un segundo".