Producción: Natalí Risso

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Como en las guerras

Por Victoria Giarrizzo (*)

“Estar siendo controlado” no es algo cómodo para nadie. Menos para una empresa. Pero ¿qué sucedería con la inflación si el gobierno no controlara algunos precios? La pregunta inversa no es válida porque es innegable frente a la evidencia que el control no es una solución. Que es solo un “salir del paso”, y que en algunos precios puede agravar el problema hacia adelante.

¿Pero qué sucedería si el gobierno no controlara algunos precios? Sencillo: muchos subirían sin mirar ni las cifras de pobreza ni el impacto sobre el ingreso familiar. Subirían con argumentos válidos desde una visión individual y maximizadora, y hasta justificables en un país abrumado por la corrupción y la inestabilidad. Aunque inválidos cuando se mira la sociedad como un sistema colectivo sobreviviendo detrás de las decisiones de precios que toman algunos sectores económicos.

El ejemplo concreto es la inflación importada con las subas en las cotizaciones internacionales de commodities que producimos. Fue la causa de uno de los primeros procesos inflacionarios que tuvo argentina, en 1818, cuando los precios subieron 25,3 por ciento por el monopolio de los saladeros en la Ciudad de Buenos Aires, que como comenzaron a exportar, generaron escasez local y subieron los precios. Recuerda la historia, que quien era director de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Juan Martín de Pueyrredón, manifestó su sorpresa por no encontrar el origen a esas subas siendo un país abundante en ganado. La respuesta estaba en una dosis de oportunidad, otra de egoísmo y ambición.

Ese tipo de comportamientos justos para unos, oportunistas para otros, son uno de los tantos frentes que empujan los precios en la actualidad. Por un lado, las commodities agropecuarias con cotizaciones apenas abajo de sus récords. El maíz, en su valor más alto desde julio 2013 y la soja solo 11 por ciento debajo de los máximos de noviembre 2012. Cada aumento de los granos en el mercado local le pega al 20 por ciento de los alimentos restantes. Si el gobierno no establece algún control ¿accederían los exportadores a no trasladar las subas internacionales al mercado interno? La realidad sigue mostrando que no son mercados solidarios, y sin el Estado, el traslado es rápido y completo.

Algo similar sucede con los precios internacionales del acero, que vinieron rompiendo récords por el crecimiento en la demanda China y norteamericana. Y como se vio en los últimos meses, esas subas se trasladaron al mercado interno, presionando los costos de la construcción, el agro, autopartes, la producción de electrodomésticos, etc. Según Adimra, cámara que agrupa a los industriales metalúrgicos, los costos de ese sector subieron 19,7 por ciento en el primer trimestre del año y 53,2 por ciento en un año.

Voluntariamente es difícil

Se pueden elegir diferentes caminos para desacoplar los precios internacionales de los locales. Difícilmente alguno sea con la aceptación voluntaria de las empresas. Así viene sucediendo desde que se salió de la convertibilidad, y en la medida que la inflación no se resuelva, el Estado deberá seguir mediando. Porque no hay margen para que, a las subas acarreadas por todos los problemas sin resolver del país, se le sumen las generadas por mercados especulativos.

Siempre es mejor buscar caminos amigables. Pero si no se encuentran, las opciones se agotan. Finalmente, a diferencia del mundo desarrollado, en países como el nuestro los productores de alimentos tienen un bien ultra sensible, que si lo suben arriba del ingreso, más gente dejara de alimentarse. La libertad de mercado termina cuando el resultado es la supervivencia del otro.

En 1951 John Kenneth Galbraith publicó “Teoría del Control de precios”. Lo escribió desde la experiencia ganada en su paso como responsable de la oficina de administración de precios de Estados Unidos que en los años 40 controlaba que las guerras no dispararan los precios internos. Allí básicamente explica que, en momentos de guerras, los controles son necesarios para evitar disminuir el salario. Argentina no está en guerra, pero tiene 42 por ciento de pobreza, más que EE.UU. en aquel momento.

Si se mira la historia mundial, hay países que aplicaron controles de precios exitosos. Pero en todos fueron parte de un programa amplio llevado hasta el final. Claro que no es el caso argentino, donde estos controles son solo un “evitar echar más leña al fuego”. Nada más (o nada menos).

(*) Investigadora del IIEP-Baires UBA.

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Mediar en la puja distributiva

Por Nadia Schuffer (**)

Transcurridos los primeros cuatro meses de 2021 se observa una dinámica de precios mucho más alta que el promedio de 2020 y mayor a la proyectada por el gobierno para esta etapa del año. En particular, el alza de 4,8 por ciento de Marzo, excedió todas las previsiones. Por un lado, el inicio de clases dio lugar a marcados incrementos -muchos retrasados por la cuarentena 2020- en Educación (28,5 por ciento). Por el otro, el rubro ropa y calzado arrojó un alza del 10,8 por ciento y la categoría Alimentos y bebidas creció un 4,6 por ciento. Aunque el problema parece exceder la estacionalidad del mes.

¿Cómo se explica una aceleración tan por encima de las previsiones originales?

A nivel más global los precios internacionales de las materias primas vienen aumentando con fuerza desde fines de 2020. La suba se explica por factores climáticos, el crecimiento de países emergentes y de China y la mayor liquidez global producto de los paquetes de emergencia llevados adelante en Estados Unidos.

Siempre que mejoran los términos de intercambio se produce un doble efecto sobre la economía argentina. Como positivo, la suba de precios internacionales mejora las condiciones financieras externas al aportar más dólares mediante la exportación. Sin embargo, como punto negativo, al tener una estructura exportadora basada en alimentos, se desata una presión sobre la inflación.

Solo para tener una magnitud: el precio de la soja en dólares subió un 52 por ciento en los últimos ocho meses. Los precios del trigo, maíz y soja son los más altos en 8 años.

Los canales de transmisión local son dos: a través del aumento de los componentes importados que utiliza nuestra cadena productiva -mayores costos de producción- y a través de la exportación -traslado a precios locales-.

A esto, se le suma una serie de comportamientos especulativos por parte de empresas. Algunos de ellos fueron denunciados públicamente por la Secretaría de Comercio porque evadieron acuerdos de precios fijados -por ejemplo, modificando detalles en las presentaciones de algunos productos-. También hay que revisar las pérdidas enormes para el Estado por triangulaciones y subfacturaciones de exportaciones -especialmente vía Paraguay-.

Ante este escenario, el gobierno plantea herramientas valiosas como seguir con el abastecimiento de carne vacuna a precios accesibles, continuar con acuerdos sectoriales, fortalecer el acceso a alimentos a precios mayoristas, entre otras. Pero entonces… ¿Qué falta?

Resultan necesarios mayores monitoreos de los mercados y firmeza para garantizar el cumplimiento de las normas vigentes por parte de las empresas. Esta tarea no debe ser responsabilidad de un solo organismo estatal si no que debe existir una mayor coordinación entre diversas áreas de gobierno. Un ejemplo de esto es la nueva resolución elaborada entre los Ministerios de Desarrollo Productivo y de Agricultura, Ganadería y Pesca para evitar evasiones en las exportaciones cárnicas.

Los procesos de desinflación no son cortos ni mágicos y en economías como la nuestra deben plantearse a mediano plazo. Si bien el tipo de cambio en los últimos meses no está “anclando” como se esperaba, el tránsito de una inflación moderada a una baja tiene como condición necesaria y fundamental que no haya devaluaciones bruscas.

Además, el Estado debe seguir desarticulando la inercia inflacionaria. Para esto son importantes los avances en las nuevas fórmulas jubilatoria o de alquileres, las cuales no se rigen solo por el aumento de la inflación, sino que también toman variables como la evolución salarial. En otras palabras: es clave el rol del Estado para mediar en la puja distributiva, sobre todo por el lado empresarial, cuya tasa de ganancia no puede recomponerse exclusivamente con aumentos en los precios, sino también con una ampliación del volumen de ventas.

El gobierno sabe que a este ritmo es probable que la inflación anual supere el 29 por ciento presupuestado, pero si resulta menor respecto a 2020 estaríamos en el camino correcto para continuar en un proceso de desinflación consistente.

(**) Economista. Investigadora Dto. Economía Política CCC/Floreal Gorini.