Se paraba a doce pasos del arquero y a no más de dos de la pelota, sin denunciar nunca el perfil. Y cuando el árbitro daba la orden, caminaba ese par de pasos, remataba suave de derecha y alojaba su tiro al lado de cualquier palo. De esta manera tan sencilla pero tan efectiva, José Rafael Albrecht anotó 35 de los 37 penales (23 de ellos en forma consecutiva) que ejecutó en los diez años que jugó (1960/1970) en el fútbol argentino. Los dos que no convirtió sucedieron en 1969: el 3 de abril jugando el campeonato Metropolitano para San Lorenzo, Ediberto Righi, famoso guardavallas de Banfield, le atajó uno en el Viejo Gasómetro. Y el 12 de octubre, por el Nacional del mismo año, estrelló otro en el travesaño ante Sportivo Desamparados de San Juan. Albrecht fue el mejor ejecutor de penales de todos los tiempos del fútbol argentino. Pero también, uno de los más grandes defensores de la historia. Por eso, se llora su muerte a los 79 años, producida en la sala de terapia intensiva del Hospital Español de Buenos Aires por una neumonía bilateral producto del contagio de covid-19.
Nacido el 23 de agosto de 1941 en San Miguel de Tucumán, por su personalidad y sus condiciones técnicas, Albrecht quizás haya quedado sólo por detrás de las dotes excepcionales de Daniel Passarella como segundo marcador central. Passarella anotó 99 goles en su dos pasos por el fútbol argentino y Albrecht marcó 55. Y mientras Albrecht fue convocado por Juan Carlos Lorenzo para integrar los seleccionados nacionales en los Mundiales de Chile 1962 (no jugó ningún partido) e Inglaterra 1966 (disputó tres encuentros), César Luis Menotti le dió la capitanía a Passarella en los Mundiales de Argentina 1978 y España 1982 (12 participaciones en total). Como se sabe, Carlos Bilardo también convocó a Passarella al Mundial de México 86, pero no pudo salir a la cancha por una severa complicación gástrica.
Hasta podría decirse que Passarella en los '70 y los '80, tomó la posta que Albrecht había dejado a finales de 1970, cuando se fue de San Lorenzo para jugar en el León de México, donde ganó dos títulos nacionales en 1971 y 1972. Cada uno a su tiempo, fue el mejor del puesto. Albrecht compartió la década del 60 con defensores recios como Roberto Rogel (Boca) y Alfio Basile (Racing) o de fina estampa como Raúl Madero (Estudiantes). Su diferencia fue que además de su capacidad para anticipar y de su personalidad dominante, gestaba fútbol de ataque desde el fondo de su defensa. El tucumano rechazaba, quitaba y si había que poner la pierna fuerte, lo hacía sin rubores. De hecho en el Mundial de 1966, lo expulsaron ante Alemania Federal tras una durísima entrada sobre el delantero germano Wolfgang Weber.
Pero cuando tenía la pelota, tocaba e iba a buscar la devolución. No se conformaba con habilitar al compañero mejor colocado. Apuntalaba el equipo desde atrás y era capaz de llegar hasta el área de enfrente. La mayoría de sus goles fueron de penal. Pero también hizo varios de cabeza o de rebote. La noche del 28 de octubre de 1970 llegó a anotar cuatro (dos de penal) en la victoria de San Lorenzo por 6 a 3 ante Gimnasia. Los viejos tablones del Gasómetro de la Avenida La Plata lo ovacionaron al grito de "Tu-cu-mano, tu-cu-mano".
Surgido de las divisiones inferiores de Atlético Tucumán, donde debutó en Primera con apenas 16 años, Albrecht llegó en 1960 a Estudiantes y allí terminó de pulir su estilo técnico pero a la vez aguerrido, y tres años más tarde fue contratado por San Lorenzo, donde se transformó en ídolo y en especialista infalible en los penales. Integró aquel célebre equipo de los Carasucias (1963/1964) en el que el "Bambino" Veira, Fernando Arean, Narciso Doval y Victorio Casa llenaban las canchas de arabescos juveniles y fue el capitán de los extraordinarios Matadores, campeones invictos del Metropolitano de 1968. En paralelo, desarrolló su campaña en la Selección Argentina, donde compuso una zaga central de excepción junto con Roberto Perfumo que brilló en el Mundial de 1966, pero no pudo evitar, tres años más tarde, la eliminación para el Mundial de México 1970. En total, entre 1960 y 1970 Albrecht jugó 299 partidos en Primera con 55 goles y 39 en la Selección nacional con 3 tantos.
Dejó de jugar en Atlas de México en 1977 y en 1984, fue fugaz director técnico de Platense. En 1989, salvó milagrosamente su vida tras ser atropellado por una locomotora en un paso a nivel del Ferrocarril Sarmiento en Caballito y en los últimos años, vivió a los tumbos entre carencias económicas y problemas de salud. Sin obra social y con una jubilación mínima, Albrecht fue internado hace dos semanas con problemas respiratorios causados por el coronavirus. De aquel jugador de cabellos largos y pantalones caídos que desbordaba personalidad y electrizaba las tribunas con su frialdad para patear penales, sólo quedaba el recuerdo. Y la emoción que su nombre despierta en los viejos hinchas que en los lejanos años '60 lo vieron jugar y no tienen dudas: Rafael Albrecht fue uno de los más grandes defensores de la historia del fútbol argentino. De esa manera estará en la memoria.