Luego de una las campañas más crispadas que se recuerden, que incluyó cartas con mensajes intimidantes contra varios políticos, la Comunidad de Madrid celebra este martes elecciones para elegir a las autoridades de esta rica región autónoma española gobernada desde hace 26 años por el derechista Partido Popular (PP).
Estos comicios se plantean como un termómetro del rumbo que pueda tomar la política española, con el objetivo desde la izquierda de frenar a la ultraderecha y desde el lado conservador de que marquen el principio del fin del Gobierno nacional presidido por el socialista Pedro Sánchez.
En medio de una gran polarización, entrarán en competencia el PP, el partido de derecha liberal Ciudadanos y de ultraderecha Vox, así como el socialista PSOE, que encabeza la coalición de gobierno nacional, la alianza de izquierda Unidas Podemos y una escisión de esta última, Más Madrid.
Más de 5,1 millones de votantes de la región de Madrid, que incluye a la capital, eligen 136 legisladores, cuatro más que los que actualmente conforman la Asamblea, en virtud del crecimiento de la población, por lo que la mayoría absoluta se situará en 69 bancas, y no en 67, como hasta ahora.
Las últimas encuestas pronostican una cómoda reelección de la conservadora Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la comunidad desde 2019, aunque sin mayoría absoluta, por lo que para continuar en el poder podría necesitar el apoyo de la extrema derecha de Vox, cuya candidata es Rocío Monasterio.
No obstante, la oposición también juega sus cartas con tres fuerzas: el candidato del PSOE Ángel Gabilondo, Pablo Iglesias de Unidas Podemos, quien renunció a la vicepresidencia del Gobierno español para dar pelea, y la sorpresa, Mónica García, médica, feminista y representante de Más Madrid. Más Madrid es una escisión de Podemos encabezada por el diputado Iñigo Errejón, y su entrada en la liza amenaza seriamente el peso en la región que ha tenido hasta ahora el PSOE del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez.
Los comicios se producen tras una feroz campaña, de una hostilidad con pocos antecedentes, cuyo punto de inflexión fueron el envío de balas dentro de cartas dirigidas a Iglesias, al líder socialista José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del Gobierno entre 2004 y 2011, y al actual ministro del Interior Fernando Grande-Marlaska. También hubo incidentes con detenidos en un acto de la ultraderecha, cuya propaganda electoral contra inmigrantes terminó en los tribunales, y denuncias mutuas de uso de recursos públicos para pedir el voto o influenciar encuestas.
La tensión de la campaña obturó toda posibilidad de debate y la polarizó hasta el punto de que cada sector político buscó definir la agenda en base a las antinomias "democracia-fascismo" desde la izquierda y "libertad o comunismo" desde la derecha. Las elecciones decidirán el liderazgo de la región de 6,6 millones de habitantes, cuyo PBI per cápita es el más elevado de España, pero que también acumula desde el inicio de la pandemia de coronavirus el mayor número de contagios y de muertes.
Las elecciones debían celebrarse dentro de dos años, pero fueron convocadas de manera anticipada luego de que Díaz Ayuso, de 42 años, rompiera su coalición con Ciudadanos con la esperanza de capitalizar en las urnas las simpatías ganadas por su oposición a las restricciones recomendadas por el Gobierno central de Sánchez.
"El problema de Madrid es Pedro Sánchez. Nos intentaba obligar a cerrar Madrid, nos exigieron un estado de alarma a la carta, falso, y sin informes sanitarios, y dije que 'no en absoluto', no pienso cerrar Madrid, porque no hay motivo, porque no me da la gana y porque nadie me chantajea", dijo la dirigente en declaraciones recientes.
Los comicios son cruciales para del futuro del centro político español, un espacio que puede quedar vacío si Ciudadanos, como anticipan las encuestas, no logra el cinco por ciento necesario para entrar en el Parlamento regional y convertirse en bisagra clave para cualquier Gobierno. Golpeado tras disputarle a los conservadores del PP la hegemonía de la derecha española hace solo dos años, Ciudadanos se juega una de sus últimas cartas en Madrid.
El miércoles pasado, último día antes de que la veda electoral prohibiera publicar sondeos, las cifras mantenían primero al PP con cerca del 41 por ciento de los votos, seguido por el PSOE con un 21, luego Más Madrid con 16, Vox entre el 9 y el 10, Unidas Podemos con 7 y Ciudadanos con 4.
Ayuso insiste en que prefiere no depender de nadie para gobernar, pero en distintas ocasiones dijo que pactar con Vox "no sería el fin del mundo", una frase con la que evidencia que no descarta saltarse el límite con respecto a la ultraderecha que los conservadores sí aplican en otros países. Durante dos años, Vox apoyó al Gobierno autónomo, pero esa compromiso nunca pudo formalizarse porque Ciudadanos se oponía a que el partido ultra saliera en la foto.
Los conservadores llevan más de dos décadas gobernado en Madrid, donde algo más de cinco millones de electores están llamados a las unas en una votación atípica, en día laborable cuando lo normal en España son las elecciones el domingo y entre medidas de bioseguridad por la pandemia de covid-19.