Juan Cruz Rodríguez es guía de montaña en la provincia de Mendoza. Cuando hace dos semanas salió hacia el Plata, el cerro más alto del Cordón formado por más de quince cumbres de “cincomiles”, no se imaginó que hace veinticinco años, por esa misma cara sur de la montaña, Nicolás Ibaceta y Leroy Villa quedaron atrapados en una tormenta de nieve. A dos horas de hacer cumbre, Rodríguez encontró los cuerpos de los andinistas perdidos en 1996. “Verlos me dio impulso para seguir”, reflexionó sobre ese momento que dejó una huella en su vida. En diálogo con Página/12 el montañista relató las sensaciones durante el ascenso y la expedición de rescate.
Nacido en Entre Ríos en 1998, Rodríguez prácticamente creció entre montañas cuando sus padres decidieron irse a vivir a El Bolsón, al sur de la provincia de Río Negro. “Me la pasaba arriba, en los senderos o en el centro de esquí. Mis viejos me han llevado a la montaña desde chico y siempre me gustó”, recuerda Juan Cruz. Para él subir se trata, por sobre todo lo demás, “de los momentos que se encuentran y de que ahí cada día es especial”. Cuando terminó la escuela enseguida supo que quería ser guía y se mudó a Mendoza donde estudió en la Escuela Provincial de Guías de Alta Montaña y Trekking.
Como trabaja en la zona, Rodríguez conoce bien el Plata, una montaña de 5.956 metros sobre el nivel del mar (msnm) con uno de los ascensos más complejos de la región, en especial por su pared sur. El primero en alcanzar la cumbre fue el austríaco Hans Stepanek, en 1925. “Es un gran nevado, con glaciares de escombros, morrenas, algunas grietas y ciertas particularidades por haber pasado tantos años cubierto de glaciar. Y al final tiene una pared de hielo de 1.300 metros, que tiene distintas vías para ascender”, explicó el guía, de 23 años, la edad con la que Leroy Villa falleció en esa misma montaña, y aclaró que “lo que tiene la cara sur es que hay poca información, no hay chapas ni marcas, no se sabe casi nada”. La ruta que eligió para el ascenso no recibía a nadie desde 2017. “Tenía en mente una ruta y fui. A veces voy acompañado pero esta vez subí solo”, relató Rodríguez. La ruta, por el lado derecho de la cara sur, es la vía más rápida pero también la más empinada hasta la cumbre. El domingo 18 de abril Rodríguez llegó a la cima, luego del sorpresivo encuentro con los cuerpos de sus colegas perdidos en el 96’, y bajó por la “ruta normal” del cerro hacia Vallecitos.
25 años atrás
El 26 de junio, apenas empezado el invierno de 1996, Nicolás Ibaceta y Roberto Leroy Villa, dos andinistas oriundos de la ciudad mendocina de Uspallata, salieron de Vallecitos para subir el cerro Plata por la cara sur. Ibaceta cursaba en la escuela de guías de montaña y Villa, quien ya era guía, trabajaba en el Parque Aconcagua. Iban en busca de los pilotos del helicóptero SA-135B Lama, que el 4 de junio se había caído en la Quebrada de Guevara, dentro del Cordón del Plata. El accidente se produjo por un viento de tormenta que los pilotos, Alfredo Montenegro y Alberto Mazagatos, no pudieron controlar. Casi 23 años después, en 2019, un andinista que bajaba de una expedición en el cerro Niveros encontró el cuerpo de Montenegro.
“Fueron los primeros en ir por tierra a buscar a los pilotos. Nosotros vivíamos de la montaña pero cuando había que rescatar a alguien era otra cosa. Cuando se trata de una vida no importa si cobrás o no”, relató a Página/12 Hugo “Rambito” Villa, hermano mayor de Leroy a quien recuerda como “un pibe muy loco, siempre riéndose, haciendo chistes, muy amiguero”. Según cuenta el hombre, quien aún se dedica a guiar aficionados por las montañas, ahora en la provincia de Catamarca, el Plata “es un cerro áspero y duro”. Cuando su hermano partió a la expedición de la que no volvería, él tenía 30 años. “La pared sur tiene mucho hielo y pendiente, y en la época en que fueron ya hay temporales, nevadas grandes”, señaló Villa.
Cuando pasaron los días calculados para la subida y los rescatistas no bajaban, comenzaron las expediciones para buscarlos. Ese año, y durante los cuatro años siguientes, distintos equipos de patrullas de rescate escalaron la cara sur y bajaron sin novedades. “Entré por todas las rutas posibles a buscarlo, y el próximo enero pensaba volver a subir. Fueron 25 años de espera”, advirtió el hermano mayor de los Villa. El miércoles pasado un equipo de siete rescatistas subieron al Plata, guiados por Rodríguez, para bajar los cuerpos y entregarlos a las familias. “Lo que se siente es una mezcla entre paz, tristeza y alegría por tener una respuesta”, reflexionó “Rambito” Villa.
El encuentro
El viernes 16 de abril Juan Cruz Rodríguez salió hacia el Plata. El primer día caminó durante ocho horas, desde la parada de colectivo hasta la Quebrada de las Casas, a 3.900 msnm. El segundo tramo fue más corto: cuatro horas desde la Quebrada hasta la base de la cara sur, a 4.620 msnm de altura, y el tercer día tocaba hacer cumbre por la ruta del glaciar. Salió a las cuatro de la mañana, con el estómago casi vacío, y cuando le faltaban unas dos horas para llegar a la cima llegó a ver algo que le llamó la atención.
“Habían cambiado las condiciones, salió el sol y cambió la nieve, entonces me tiré por una variante, cambié la ruta, y ahí fue donde los vi”, relató Rodríguez y aclaró que “estaban refugiados en un lugar muy chico, en el filo de la montaña”. Lo primero que quiso saber fue cómo se llamaban, quienes eran. Después, pensó en frío: tenía que acordarse dónde estaban, buscar referencias, guardar imágenes porque de su memoria dependía el rescate. “No tenía GPS, mapas, nada. Observé todo lo que pude mientras controlaba el shock que fue verlos, y a la vez no podía perder demasiado tiempo porque todavía tenía un tramo largo”, señaló el montañista, que precisó que, cuando siente que está en peligro, que el camino se pone difícil, “me enfoco en el terreno, me conecto, trato de recopilar toda la información a medida que subo por si tengo que volver o por si se hace de noche”.
El momento del encuentro fue breve pero intenso. “Verlos me alentó, me dio un impulso para seguir hasta la cumbre sin dudar de por dónde iba”, recordó Rodríguez. Cuando bajó fue directo a la ruta a hacer dedo para volver a su casa. “Me levantaron unos amigos y les conté. Fueron los primeros. Después avisé a las patrullas y durante toda esa semana organizamos el rescate”, agregó el guía de montaña que, entre sus recorridos, hace guiadas por la base y los sectores más bajos del Plata. Su próxima meta es el Aconcagua. “En la montaña hay que saber respetar la experiencia, entrar con cuidado y con respeto. A veces cuando estás demasiado ciego no te das cuenta de los peligros y ahí pasan los accidentes”, advirtió Rodríguez y agregó que “por más preparado que uno esté también hay otros factores. Al final, siempre, está la suerte”.
Informe: Lorena Bermejo