El vertiginoso desarrollo de los dispositivos “inteligentes” y las aplicaciones están transformando tanto a los sistemas comerciales como a las bases institucionales de la democracia. La economía y la política contemporáneas se desenvuelven bajo los condicionamientos de estos entornos virtuales. Mercado y Estado, como instituciones de consumidores o de ciudadanos, experimentan profundos cambios impulsados por las redes sociales.
Marketing y vigilancia son las utilidades de esta nueva herramienta. Cinco corporaciones tecnológicas transnacionales poseen, organizan, administran y distribuyen la información de más del 50 por ciento de la humanidad. Google, Apple, Facebook y Amazon disponen de una gigantesca minería de datos, utilizada esencialmente con dos objetivos: uno comercial, aplicado a elaborar el perfil de los consumidores, y el otro político, orientado al monitoreo, control y la vigilancia ciudadana.
La información comercial se utiliza en las plataformas basadas en el perfil del consumidor, es decir, en aplicaciones orientadas (a través de algoritmos) a estimular y desarrollar el comercio electrónico y establecer estrategias de marketing. La irrupción de la pandemia de COVID-19 ha acelerado y profundizado esta tendencia.
El otro objetivo es la vigilancia ciudadana. La poderosa capacidad de capturar, almacenar, administrar y disponer de información relacionada con el comportamiento y las preferencias ideológicas de los ciudadanos está siendo sistemáticamente utilizada para diagnosticar condiciones sociales, manipular a la opinión pública o, finalmente, interceder sobre los sistemas de representación política de la ciudadanía.
Ambas fuerzas se articulan en el marketing y en la vigilancia, conformando la economía política de la nueva organización social basada en redes. Las personas, ya en sus roles de consumidores o de ciudadanos, forman parte de estas nuevas “comunidades”.
Cuando cedemos la propiedad de nuestros datos personales a una empresa, transferimos valor y poder. Este escenario propone una inevitable transformación de la organización social; en esencia, podríamos afirmar que ya nada es enteramente privado. Las corporaciones tecnológicas que están detrás de las populares aplicaciones de las redes sociales reúnen en sus bases de datos suficiente información como para persuadir, manipular o inclusive disuadir personas, instituciones y gobiernos.
El mundo tal cual lo habíamos conocido en el pasado siglo se desvanece rápidamente. En lo económico, se conforma un nuevo patrón de transferencia y concentración de recursos a través del mecanismo de “mercado”. En lo político, condiciona el sistema de representación de la ciudadanía y desafía las instituciones de la democracia, en especial cuando detrás de las redes sociales ya pesan decenas de denuncias sobre intervenciones irregulares (cyberataques) u operaciones orientadas a manipular a la opinión pública o influir sobre los resultados electorales.
No se trata de una película de ciencia ficción, y aunque alimenta las fantasías, tampoco es una conspiración global. Como siempre, la realidad nos propone más retos que cualquiera de las series de Netflix.
*Director del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ).