La pionera Ana María Fernández fundadora de la primera cátedra de Estudios de Género en Latinoamérica en el año 1987. Hoy integra el Consejo Asesor del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad. Doctora en Psicología, psicoanalista, investigadora y profesora titular consulta de la UBA. No le ha sido sencillo armar, ser parte y construir una perspectiva de género. Le han dicho, en varias oportunidades, que género no era una categoría psicoanalítica, sino sociológica. Esto le provocó a Ana María un mayor ímpetu para avanzar en su pensamiento teórico. Con su mirada perspicaz y psicoanalítica, como aparece en la tapa de su nuevo libro, Psicoanálisis, de los lapsus fundacionales a los feminismos del siglo XXI, donde reúne sus textos desde fines de los setenta hasta la actualidad, logra marcar los lapsus fundacionales para desandar las lógicas patriarcales y así cuestionar lo naturalizado. Este libro es un legado que nos deja a modo de “una amorosidad política”, dirá ella. En este diálogo nos comparte su profunda mirada.
¿Cómo pensás el lenguaje inclusivo y cómo te resultó escribir el libro usándolo?
-El inclusivo más actual me resulta difícil de usar coloquialmente. Ahora utilizarlo en la escritura fue una decisión muy pensada, debatida conmigo misma y con las más cercanas. Me parece muy importante porque políticamente para mí es clave. El lenguaje es performático. Que la inclusión de todas las diversidades pueda ser contenidas en las palabras hace a su existencia política. Me cuesta hablar de corrido en lenguaje inclusivo, pero la letra escrita es una decisión política que he asumido y estoy muy contenta de haberlo hecho porque abre visibilidad a lo invisibilizado, a lo desigualado, a lo prohibido. Me parece que es parte de un gran movimiento donde el lenguaje también es tras-tocado en pos de adquirir visibilidad, ampliar inclusiones y derechos.
¿Cómo fue el armado del libro y la selección de los textos?
-El libro está organizado en siete períodos e incluye también inéditos actuales. Cada uno lleva una introducción que contextualiza algunas problemáticas y debates en que los textos fueron escritos. Seleccioné los textos en lo que se mostraban las tensiones entre psicoanálisis y feminismos y las consecuencias biopolíticas de eso, aquellos que me parecían más significativos de cada época. He tratado de mantener los textos más antiguos tal como fueron escritos y diferencié entre corchetes las intervenciones actuales que necesité hacerles. Y tuve mucho debate conmigo misma en incluir artículos escritos en un lenguaje psicoanalítico de los años ‘70. Me preguntaba ¿qué de esto puede ser de interés para lxs más jóvenes? También van mostrando que era el pensamiento de una mujer blanca, de clase media, universitaria que se empieza a juntar con otras mujeres de su misma clase interesadas por los primeros libros feministas que llegaban de las académicas que estaban fundando los Estudios de la Mujer en distintos centros académicos del mundo. Todo el trabajo que hicimos en el CEM (Centro de Estudios de la Mujer) fue fundacional en mi pensamiento en estos temas. Tenía mucha duda si todo eso podía ser útil e interesar. Para mi sorpresa, han despertado mucho interés.
Me parece que lo importante de este libro es que venís a decir que hay una historia.
-Eso fue toda la intención política que sostuvo el esfuerzo del armado. Contar la historia por la cual hoy hemos podido llegar a donde estamos. Otro gran empujón fue cuando se cumplieron los 30 años de la Cátedra de Género. Me tocó dar la conferencia inaugural, que está en el libro. Fue muy fuerte para mí escuchar que la mayoría de las intervenciones terminaban diciendo que querían “un psicoanálisis a la altura de la época”, tomando la famosa frase de Lacan. Pensaba, acá hay una insistencia que no podemos tomarla como una anécdota. Esta es una insistencia institucional-política. Le están hablando a las escuelas psicoanalíticas, a la facultad, donde en ninguna de estos espacios se realiza una lectura crítica de las lógicas patriarcales del Psicoanálisis. Me pareció fantástico que estas jóvenes de pañuelo verde, psicoanalistas en formación, hicieran esos reclamos y esas demandas, pero también me daba cuenta que desconocían la historia de ese pensamiento que estaba hecho de 40/50 años de trayectoria acá y en el mundo, porque nadie se los enseñó. Salvo que hubieran pasado por la Cátedra de Género.
¿Cuál creés que es hoy el desafío de las escuelas psicoanalíticas?
-El problema de las escuelas psicoanalíticas, de cualquier orientación, es la lectura bíblica del texto. Es decir, que en el texto hay verdad.
Es incuestionable, ¿querés decir?
-Digo “es verdad”. Porque si es incuestionable alguien podría decir que es cuestionable. “Es verdad” porque el texto y el autor hacen teoría completa, no le falta nada. Entonces, si tenés que pensar la infancia trans, tenés que encontrar una cita de Lacan o de Freud que demuestre que eso ya fue pensado por los maestros fundadores. Esa teoría completa a la que no le falta nada tiene un problema inmediato que es la dogmatización. Por lo tanto, pierde la capacidad intempestiva, disruptiva. El pensamiento tiene que ser inacabado. Eso ya lo había trabajado Althusser en relación al marxismo: cómo la dogmatización impide captar lo nuevo y puede esterilizar las prácticas.
Vos justamente pusiste la mira en captar las omisiones, los lapsus fundacionales, lo no dicho, lo que se pasa por alto.
-Claro. Un texto no sólo habla por lo que dice sino también por lo que omite. Lo que yo quiero mostrar es que las lógicas patriarcales están en los textos, porque el texto es hablado por la episteme moderna donde “la diferencia” es “lo otro”. No solo diferente, sino desigual, peligroso, enfermo. Entonces: “mujeres, negrxs, trans”, todo eso son lo otro y siempre portan algún estigma, alguna inferiorización o extranjería desigualante. Cuando entras en esa lógica de la diferencia te queda impensada la sexualidad de las mujeres, las violencias de género, las diversidades sexuales. Cualquier diferencia desigualada entra en esa lógica. Hay un lapsus fundacional en el psicoanálisis que es cuando Freud omite en sus primeras pacientes que había habido abuso sexual por obra de un padre incestuoso y él oculta tal responsabilidad. Dirá que fue una institutriz, un pariente lejano, etc. Eran fantasías de la paciente por su Edipo infantil. A partir de allí las conceptualizaciones se van desplegando en el marco de una lógica patriarcal fálica que va argumentando los relatos clínicos, los conceptos, etc. Operatoria epistémica que se mantuvo naturalizada, invisibilizada. Por eso digo que el psicoanálisis ha sido hablado por la episteme moderna de la diferencia, binaria, jerárquica. Esta episteme moderna ha operado como su inconsciente.
¿Cómo sentís que se potenció el movimiento feminista a partir de la incorporación de la diversidad sexual?
-A lo largo de la historia del feminismo se han ido incorporando otras diferencias desigualadas. Todo está configurado en un entramado de Capitalismo, Patriarcado y Estado. Aquello que no es varón, blanco, propietario, heterosexual, adulto, es la diferencia. Por lo tanto, todxs aquellxs que no cumplen con esos rasgos cargan sus desigualdades y estigmas. Entonces cada nuevo bucle inclusivo que se arma ampliando los feminismos, trae la potencia de sus propias reivindicaciones, sufrimientos y resistencias. En el caso de las disidencias, me parece que es muy interesante porque es el último golpe a la normalidad heterosexual.
¿Creés que tardó en hacer sinergia el movimiento feminista y el movimiento lgbtiq?
-No me parece que tardó, me parece que fue un proceso histórico donde el movimiento LGTBIQH fue armando su propia composición y sus visibilidades. La sinergia no es sin tensiones. Es hacer de esas tensiones producción política, imaginativa y no sostener una antinomia. Tal vez, lo que va tardando es que podamos entre todxs entender que no puede haber inclusión o mejora en la igualdad de oportunidades en una diferencia desigualada y que las otras sigan cada vez más estigmatizadas. Los movimientos van comprendiendo eso. Porque con la Ley de Matrimonio Igualitario, la Ley de Identidad de Género, como en el Ni Una Menos y en la lucha del pañuelo verde por la Ley del aborto todxs salimos. Son consignas políticas que movieron a todo el espectro de lxs desigualadxs.
¿Cómo suma la incorporación del movimiento trans al movimiento feminista?
-Desde el punto de vista epistémico es el estallido de la episteme de la diferencia. Acá hay que pensar lógicas de multiplicidad. Es de una contundencia enorme. Estalla el binarismo. Lo mismo podemos decir desde el punto de vista político y desde el punto de vista de lo que alguien puede imaginar que serían sus opciones eróticas. Lo trans, lo queer me parece que tienen un pensamiento que producen política y teoría. Ya no son lxs académicxs que piensan sobre “lxs raros” sino que son los propios movimientos los que producen teoría.
Esto creó un movimiento más múltiple.
-No se me ocurriría pensarlo de otro modo. Ahora bien, después, cada época tiene sus tensiones con las nuevas incorporaciones. Como años atrás, las feministas populares miraban con desconfianza a las académicas, blancas, de clase media y trajecito y las académicas teorizábamos como “la” opresión femenina aquello que era solo una de las modalidades de la opresión, la nuestra. A su vez, eso exige que cada movimiento nuevo que se incorpora con su manera de pensar, sentir, actuar y producir tiene que hacer linaje con los movimientos anteriores. Porque si no hace linaje se autoexcluye.
Hay que sostener esa tensión...
-Sin tensión no hay producción política. Y hay que debatir y no asustarnos si algunas discusiones suben de tono. Pero, a la hora en la que hay que pelear una inclusión, una ley o derechos, estamos todxs en la calle. Hay un movimiento de ida y vuelta. Lxs nuevxs desigualadxs que pelean por su inclusión tienen que poder ver que son producto de una historia de lucha que empezó con aquel feminismo blanco tradicional. Y aquellxs que vienen de esos feminismos más clásicos tienen que tener la porosidad para poder incorporar lo nuevo. Si en alguno de los dos movimientos de ida y vuelta se quiebra la articulación, ahí damos lugar a una derecha fascista. Ese riesgo se combate con inteligencia colectiva.
Hoy, ¿cómo ves esas tensiones?
-Las veo muy productivas, sino no daríamos las multitudes que damos. Pero no es una mera suma. No sólo incorpora nuevas visibilizaciones de desigualaciones, porque sumar tiene sus límites. Pienso que se produce y reproduce en lógicas de multiplicidad y se multiplica rizomáticamente a velocidad.
¿Cuál es para vos la diferencia entre sumar y multiplicidad?
-Mi pensamiento trabaja en la conceptualización de una nueva episteme cuyas acciones van permitiendo visibilizar lo que hasta ese momento no se veía, porque estaba naturalizado. La lógica de la multiplicidad no es el Muchos de lo Uno. Multiplicidad implica un movimiento que se expande rizomáticamente, no jerárquicamente. Es central entender que estas nuevas visibilidades exigen nuevas bases filosóficas para pensar la diferencia y entonces ya no es la diferencia binaria y jerárquica, sino la multiplicidad en horizontalidad. Es también sostener un gran invento de las primeras feministas que fue un modo de organización horizontal asamblearia que continúa hasta hoy. Políticamente quiere decir: no hay una vanguardia que nos dirige, sino que nosotrxs producimos nuestras políticas. La asamblea debe ser autogestiva y horizontal. Esta es una de las bases en las que se van produciendo los contenidos y las formas de la ampliación democrática. Son lógicas de las multiplicidades que albergan lo que las lógicas de la representación política dejan afuera. Estas lógicas de la calle empujan, y en momentos como este, los sectores más democráticos de las lógicas de la representación política toman demandas, hacen leyes, inauguran ministerios, etc.
En tu libro decís que todavía no contamos con una generación entera que no haya pasado por el closet. ¿Creés que alguna generación lo logrará o aparecerán nuevos closets?
-Siempre se van a producir nuevas exclusiones. Rosa Luxemburgo, decía a principios del siglo XX que “el capitalismo explota para discriminar y discrimina para explotar”. Al mismo tiempo, el placer exploratorio de los márgenes de una sociedad es muy atractivo. Siempre habrá existenciarios que transitarán nuevas cuestiones prohibidas que no imaginamos hoy. Ser feminista implica revisar cada uno de los modos de organización de mi vida personal. Esto de lo personal es político.
¿Qué les dirías a las nuevas generaciones?
-Es difícil eso. Me es más fácil decirles: Acá les doy todo lo que pude pensar. Hagan con eso lo que necesiten. Es lo que vos decías del legado. Cada generación va a tener sus desafíos. Es importante que las más jóvenes comprendan que las trampas patriarcales del amor y de la sexualidad son infinitas. No se trata de lograr que su compañerx de vida vaya al supermercado. No hay liberación ahí. Es en el erotismo donde van a encontrar formas más libres de ser y estar. Hay un tema que no comprendo bien: ¿Cómo con tanta garra feminista todavía muchas están atrapadas en mandatos domésticos?
¿Qué trampas ves hoy?
-Ya Perlongher advertía los peligros de la normalización conyugal del mundo gay. Me pregunto también ¿porque las muchachas que transitan por universos hétero, siguen batallando para que sus compañeros sean monógamos? La afirmación de sí, es un proceso complejo de pensamiento y acción e implica descubrir nuevas sensualidades y eso es político. Por ejemplo, veo muy válido los ensayos del poliamor, pero al mismo tiempo tienen una exigencia de contarse todo. Eso me parece problemático. Hay allí toda una estética con la que no sintonizo. No tengo nada que contar de algunas áreas de lo que yo hago. Ni tampoco quiero que me cuentes nada de lo que vas haciendo por ahí. Esto no solo en héteros. Lo íntimo es lo singularísimo, lo propio, no es lo oculto. Y el otro no tiene por qué entrar ahí. No se trata de mentir sino de preservar aquello de lo íntimo que no comparto, ni invado lo íntimo del otro. Otra trampa es sobredimensionar las relaciones de pareja. Hay gente joven que vive adentro de la pareja como si fuera una cápsula y me parece que las experiencias más ricas son las experiencias colectivas, con lxs amigxs, con las militancias. Y las parejas formarán parte de eso, una parte. Pero ahí hay una trampa neoliberal: Vendamos a la gente que la solución está en un amor de pareja y de ese modo lxs distraemos de múltiples causas políticas, sociales, intelectuales, artísticas donde todxs tendrían que poder participar, a su modo, en el entre-otros, si el mundo no fuera tan desigual.
¿Cuál es para vos la agenda hacia adelante?
-Todo lo que significa inclusión, ganar derechos y entramar la lucha de lxs géneros con las luchas por la defensa del medio ambiente, contra la feroz desigualdad de la riqueza y la pobreza, contra las políticas neocoloniales. Si bien unx no va a estar en todas las causas tiene que haber un entramado que haga posible crear existenciarios más libres y es una pelea con muchos frentes. Habrá áreas de reivindicaciones específicas, entramados en esta lucha contra las necropolíticas del neocapitalismo (la ferocidad neoliberal hace que nos hayamos quedado cortxs con el término biopolítica). Las decisiones de países importantes frente a la pandemia que, para no frenar la economía, dejaron que se mueran todxs los que sobran, es una prueba de la obscenidad del capitalismo actual, de sus ferocidadades. Las luchas de lxs géneros vienen entramadas en todo esto. Entonces están esos grandes marcos mundiales que se entraman con las decisiones más singulares y pequeñas de tu vida cotidiana en relación a las opresiones diarias que no terminamos de darnos cuenta y que a veces son auto opresiones. Es por esos espacios micropolíticos donde se siguen reproduciendo las subalternidades.