Marcelo Ciaramella, Grupo de Curas en la Opción por los Pobres
Un resabio de autoritarismo
El ministro Esteban Bullrich afirmó en Corrientes que vendría muy bien que todas las religiones tengan su espacio en la escuela pública, a raíz del pedido de un sacerdote que se encontró por allí. Esta mirada representa en el ámbito católico una mentalidad muy conservadora predominante en general en los episcopados y en muchas instituciones (como por ejemplo los Legionarios de Cristo, a la que pertenece el ministro y en la que se educan sus hijos). La Comisión Ejecutiva del Episcopado en 2001 (con Bergoglio incluido) firmó un documento donde deseaba que “todas las confesiones cristianas, de igual manera que las otras religiones, especialmente la judía y la islámica, con su creencia en un solo Dios, tengan la oportunidad de ofrecer a sus propios fieles, también en los colegios de gestión estatal, los principios doctrinales y morales que sustentan”.
Instalar la educación religiosa en las escuelas públicas es un resabio de autoritarismo y falta de respeto a la libertad de conciencia, además de un anacronismo poco comprensible en las democracias pluralistas modernas. Supondría para padres y alumnos la incómoda obligación de revelar sus creencias o su agnosticismo, sometiéndose a presiones o prejuicios. La Iglesia institucional tiene una dificultad para entender la sociedad o la Nación fuera de sí misma. Se autopercibe como rectora de la moral y los valores, como el centro de la civilización que ocupaba en la Edad Media. El Concilio Vaticano II, buscando una Iglesia más conectada con las búsquedas del mundo, afirmó con lucidez que el Reino de Dios es más amplio que la Iglesia, es decir que los grandes valores de la humanidad están presentes más allá de nuestro sistema de creencias religiosas. Es nuestra tarea respetar esos valores y la ética ciudadana, buscando una fraterna convergencia. También es justo que los contenidos de la educación pública sean discutidos democráticamente y no impuestos por determinados sectores, el pluralismo requiere de una cierta neutralidad. Eso no quitaría que la Iglesia, a la par de otros sectores de la sociedad, pueda hacer sus aportes a la discusión. El silencio de la Iglesia institucional en este tema (y en tantos otros temas cruciales) habla por sí mismo. La idea no les disgusta. Como tampoco les disgusta un gobierno conservador en su concepción de la sociedad y católico como Bullrich, que también dijo en Corrientes que trata de ser “un apóstol y buen discípulo”.
Marta Alanís, Católicas por el Derecho a Decidir
Más papista que el Papa
En la actualidad nos encontramos viviendo en una sociedad plural, en la que las expresiones de la tolerancia y el respeto a las diferencias son cada vez más necesarias. También asistimos a un proceso de creciente presencia pública de posiciones conservadoras, como la reciente del ministro de Educación, Esteban Bullrich. Se pretende con ello imponer sus concepciones de la moral y la ética. Estas posiciones, ancladas en otras épocas, intentan controlar las vidas de las personas y limitar su autonomía, sobre todo la de las mujeres desde distintas visiones de las religiones pero con el fin de disciplinar.
En el caso de la jerarquía católica, ante el evidente fracaso de sus enseñanzas morales entre su propia feligresía –pues las estadísticas demuestran que en países de mayoría católica altos porcentajes de la población contravienen las enseñanzas de los obispos relacionadas con la sexualidad y la reproducción–, intenta influir en las políticas públicas y en la educación pública particularmente con un vocero calificado: el ministro de Educación.
La separación Iglesia-Estado ha sido difícil de aceptar para los dirigentes de la Iglesia Católica hasta ahora que el papa Francisco reivindica y propone el Estado laico. La aceptación católica de este principio es muy reciente, hace apenas cuarenta años que se reconoció en la Declaración sobre la libertad religiosa del Concilio Vaticano II. Un hecho que deja atrás más de 17 siglos –desde la conversión de Constantino hasta 1966– de creencia inflexible en que la ley civil debe adecuarse a las enseñanzas morales de la Iglesia. Así pues, es comprensible que los dirigentes eclesiásticos aún tiendan a creer que deben ocupar un lugar privilegiado en el proceso político. El Estado debe asumir, hoy más que nunca, la responsabilidad que tienen de legislar y gobernar para una sociedad diversa y plural y entender que las creencias religiosas no deben influir la labor pública. El laicismo es una condición imprescindible para el ejercicio de los derechos, lo cual proporciona el sustento para el bienestar de todas las personas.
¿Qué pretende el ministro de Educación Esteban Bullrich? Que se ocupe de las paritarias docentes y asuma el rol que le corresponde al Estado y garantice la educación sexual integral en todas las escuelas que es ley de la Nación y la han vaciado totalmente despidiendo el personal capacitado. Que cada quien atienda su juego y no pretendan ser más papista que el Papa que hoy pide Estado laico y más religioso de todas las religiones que hoy no inciden en el Estado como lo hizo la Iglesia Católica durante siglos.