Una vez más el Gobierno nos propone discutir el pasado. Ya fue, como se dice por estos días. La sociedad argentina decidió hacia fines del siglo XIX que la escuela pública debía ser para todos, independientemente de su credo, raza, condición social e ideología.
Por eso, aunque la Ley 1420 de 1884 no incluya en su texto la palabra “laica”, ese fue el espíritu que prevaleció y definió la identidad pedagógica nacional. En esa escuela pública que los funcionarios del gobierno conocen poco, todas las ideas y todas las religiones ya tienen su lugar como temas de estudio y análisis.
Las experiencias de enseñanza religiosa vigentes en tres provincias en general no cumplen la oferta plural, profundizando el monopolio del catolicismo. Con el respeto que ésa y todas las religiones nos merecen, debemos ser enfáticos en rechazar la posibilidad de impartir religión en la escuela pública, ya que existen otras instituciones para las familias que decidan transmitir a sus hijos ese conocimiento.
Más parece una de las variadas y sucesivas invitaciones que el Gobierno nos hace para entretenernos en discutir temas que nos distraen de una realidad que, cada día, se torna más insoportable.
* Ex ministro de Educación.