“Un hombre se vuelve loco y de repente es Bob Dylan, con su maldita guitarra bajo el brazo, pero una mujer se emociona un poco más de lo debido y entonces se convierte en Lindsay Lohan”, vocifera Aine en una pelea con su hermana después de descubrir que ella dejó escapar su secreto mejor guardado. ¿Cuál es ese secreto? Su reciente salida de una clínica de rehabilitación luego de una crisis nerviosa que la llevó al borde del suicidio. Pero nada de eso es trágico en This Way Up, la serie de la excepcional comediante irlandesa Aisling Bea, sino que ofrece una mirada corrosiva sobre la vida contemporánea desde la voz de su personaje, a quien no solo ha creado sino que interpreta con una frescura radiante. Locuaz y verborrágica, Aine es mucho más que una conspicua seguidora del modelo Fleabag creado por Phoebe Waller-Bridge, es el corazón de una serie tan divertida como desgarradora, del relato de una crisis y la desorientación que sigue cuando solo la risa puede venir en nuestro auxilio.
En el primer episodio de los seis que integran la primera temporada, disponible desde el jueves pasado en On DirecTV, Aine y su hermana mayor Shona (interpretada por la excelente Sharon Horgan) salen juntas de un sanatorio. La charla con la recepcionista deriva de una serie de críticas sobre el confort de las instalaciones y las falaces promesas de la página web y culmina en un diálogo de sordos sobre jacuzzis y golosinas. “¡Esto no es un spa!” les confirma la irritada interlocutora mientras Aine masculla alguno de sus chistes inoportunos para salir airosa. Es que el humor es el único sostén en la vida de Aine, un humor radical e intempestivo que siempre funciona como una tabla de salvación. La reciente ruptura con su ex novio, la irreparable ausencia de su padre, la condición de irlandesa en ese mundo tan inglés que no termina de comprender la atenazan a una soledad que solo puede contrarrestar con el chiste de ocasión. Dotada de una mente más ágil que el lenguaje, Aine (que se pronuncia “Oniiia”, así con ese cantito) habita cada día como un desafío para permanecer, para encontrar el límite de su ingenio que le permita sobrevivir.
This Way Up podría pensarse como la cruza perfecta entre el pionero universo de Fleabag, los aires de orfandad, la entrañable y contradictoria relación entre hermanas, la crisis en la treintena que resulta un punto álgido de la vida adulta, con las búsquedas de Catastrophe, una comedia británica que retrata las complejas relaciones de una pareja luego de la aventura de una noche. Lo que distingue a Catastrophe, creada y protagonizada por Horgan, coequiper de Aisling Bea en esta nueva aventura, es el ácido retrato de la vida contemporánea en Londres desde la perspectiva de una irlandesa. Es ese juego de extranjería el que abre la atención a la escena cotidiana, como ocurre en This Way Up cuando pone en foco desde la sátira la xenofobia, la precariedad laboral y el alcoholismo que forman parte de la realidad londinense. Aine puede hacer chistes sobre su alumno búlgaro porque se preocupa por él y lo acompaña en la guardia de un hospital durante horas, puede burlarse de los meandros del idioma porque lo enseña con pasión aunque sea con alegorías sobre el show de las Kardashians, y puede reírse de los demás porque primero se ríe de sí misma y de su eterna condición de perdedora.
Desde su separación de Freddy (Chris Geere), Aine vive en un departamento compartido. Cada día su seductor roomate Bradley (Kadiff Kirwan) lleva a su novia para sesiones de sexo que recuerdan a Aine esa soledad que no parece abandonarla. Por suerte está Shona, quien la monitorea en sus largos paseos por el parque para evitar el riesgo de un nuevo traspié. Aine se muestra radiante y efusiva cuando sus alumnos hacen catarsis de lo difícil que resulta integrarse a la vida inglesa, consuela a su alumno francesito que acaba de perder a su madre mientras su padre parece un témpano sin emociones, aconseja a su cuñado cuando todavía no decide el momento adecuado para formalizar con Shona. Pero Aine, que parece surfear los contratiempos de la adultez ajena con astucia y una sonrisa, se extravía en los dolores del pasado, en ese corazón en carne viva que nunca le da respiro.
La serie se afirma en la eufórica presencia de su creadora detrás y delante de cámara. El ingenio de sus diálogos y el timing justo de la construcción dramática se combinan con la radiante presencia de Aisling Brea delante de cámara, que conjuga su humor físico y su andar desgarbado y saltarín, con su vozarrón que desliza los chistes como pequeñas lanzas. La clave está en su relación con Shona, cómplice y entrañable, punteada con bizantinas discusiones, preñada de esa historia compartida que resulta tan genuina en pantalla. Shona es el modelo de la profesional contemporánea, segura de su pericia laboral y sus convicciones sobre el sexo y la maternidad que también verá su mundo tambalear ante los dilemas de pareja con Vish (Aasif Mandvi), la incipiente relación laboral con Charlotte (Indira Varma), las exigencias de protección de una hermana que la desvelan.
Hace justo un año se estrenaba por aquí otra de las comedias británicas que ha renovado el rumbo de aquel género a partir de la irrupción en la escena de Waller-Bridge. Se trata de Back To Life, creada por Daisy Haggard, serie que cuenta la historia de una mujer de treinta y tantos que regresa a la casa de sus padres después de estar presa desde la adolescencia. Lo que ocurrió en el pasado se mantiene oculto y lo que emerge es el repudio de la comunidad, convertido en pintadas bizarras e indirectas mal disimuladas. Pero nuevamente todo lo que podía ser trágico se revela divertido y también descubrimos que a Miri (la misma Haggard) le cuesta subir al tren de una vida que parece haberla dejado en la estación. Lo que trajeron estas nuevas series, creadas y protagonizadas por mujeres en crisis que encuentran una salida posible a través de un humor iracundo y un trasfondo desgarrador, es un sentido de la comedia que observa desde adentro, sin la tranquilizadora reserva del que pone la locura en otro lado.
Aisling Brea nunca tiene miedo de su propia euforia, es justo debajo de la verborragia de su personaje, de los chistes incomprendidos, de sus gestos humanos que nunca parecen dar en el blanco, donde se aloja su fibra más íntima. Esa forma de concebirla para la pantalla, de filmar sus caminatas solitarias por una calle transitada, sus borracheras desoladoras, su apego a las amistades que cuentan, es lo que hace que su personaje tenga un lugar asegurado en nuestra memoria.