“Tengo una casa móvil, la construimos con mi novia, en madera, está hecha sobre esquíes para poder moverla”, explica Mauro Piombo, docente de la localidad santacruceña de El Chalten. “Llegado el momento, podemos desplazarla a otro terreno, está pensada para eso”, explica sobre la construcción que instaló en un terreno que le alquila a un amigo carpintero, quien también ayudo en la construcción. “Les decimos también: casas trineo”, añade.
Casas rodantes, motorhomes, casillas prefabricadas sobre plataformas de alquiler, incluso “casas trineo”. Estas son las variantes de la vivienda móvil en la Argentina. Y tal como describe Nomadland, la película dirigida por Chloé Zhao y protagonizada por Frances McDormand, hoy representan, mas allá de lo recreativo, una forma de vida: la de quienes, como la protagonista de este drama ganador del Oscar a mejor película, mejor directora y mejor actriz en la premiación del 25 de abril, deciden dejarlo todo para salir a “la vida en carretera”. Y como Mauro y su novia, habitan una vivienda que pueden desplazar a otros lugar “ni bien surja la posibilidad”.
La ficción de Zhao se basa en el libro de la periodista Jessica Bruder: Nomadland: Surviving America in the Twenty-First Century. Una investigación sobre el fenómeno de quienes en EE.UU., tras la crisis inmobiliaria de 2009, se ven obligados a la vida nómade en busca de trabajos temporarios. La decisión del personaje de McDorman, al trajinar por los caminos, no solo remite a un duelo, también a la pérdida de su empleo.
Esta singular road movie expresa a quienes han caído del sistema. Y excluidos ya del sueño americano, aparcan transitoriamente en parques destinados a sus viviendas móviles, cercanos a los trabajos intermitentes que consiguen. Llegan a instalarse en esos parques. Y paradójicamente conforman comunidades permanentes, con la precariedad como destino.
Hoy, según datos censales, unos 20 millones de estadounidenses viven en parques de casas móviles. Los llaman “comunidades cerradas para familias de bajos ingresos”. Por la magnitud del fenómeno, el alquiler de parcelas devino meganegocio. Enriqueció a los dueños de los parques de casillas rodantes. Y en la última década se llegó incluso a promover una universidad dedicada al tema. Desde su sede en Denver, Frank Rolfe y Dave Reynolds, quienes poseen más de 250 comunidades de casas prefabricadas en Estados Unidos, educan a iniciáticos empresarios sobre este nuevo “boom inmobiliario”.
En Argentina las casas rodantes fueron desde siempre un símbolo recreativo. Clubes como el tradicional “Ranchomovil” dedica sus “caravanas a recorrer el país". El rubro se expande y llegan los parques con perfil de club de fin de semana. “Ayres de Echeverry” es un emprendimiento familiar con 154 parcelas para rodantes, en siete hectáreas. Funciona en modo club, al alquilar las parcelas hay acceso servicios que van desde almacén a piscinas. “Con el valor agregado de conocer a las personas del club, hacer amigos y compartir”, explica su dueña, Beatriz Ferrari.
Sin embargo, a lo largo de los circuitos turísticos como el famoso recorrido de la Ruta 40, algunos lugares dejan atrás el uso de los rodantes como hospedaje vacacional. Hay sitios donde a partir del trabajo temporario, la casilla rodante o las casas móviles se incorporan al paisaje de ensueños: en El Chalten, las casas móviles dan lugar a una nueva formación urbana, “transitoria, pero no precaria”, definen sus habitantes entrevistados por Página/12.
Las “casas trineo”
En El Chalten hay más de 130 casa móviles dispersas en terrenos de vecinos que alquilan parte del predio a una, dos o tres casas de este tipo. Esto genera problemas con los servicios públicos y demuestra la necesidad de relocalizarlos. “Hoy la ciudad muestra hoteles junto a casas de los vecinos que llegaron en los ‘90, y en sus terrenos, crece este boom de casillas móviles: casas trineo y casillas rodantes” describe Antonella Marangellis, concejala por el partido local “Encuentro vecinal”.
Según el último relevamiento “hasta 2018 se contaban 43 casas móviles, de vecines sin terrenos. En 2020 teníamos 113 habitadas y 16 en construcción” detalla. Comenzaron a construirse hace años, cuando vecinos como Mauro, que llegó desde Rosario, decidían vivir ahí. La falta de urbanización “es producto del crecimiento poblacional”, señala Marangellis, y la casa móvil fue una opción. “Utilizamos plataformas, hay gente que se dedica a construirlas, se llaman 'esquíes', van de base y luego una superficie sobre la que se levanta la casa. La nuestra está sobre dos guardarrails de 8 metros de largo, la casa tiene 7 --cuenta Mauro--, y con este sistema uno la puede arrastrar, con camiones o máquinas”. Otros usan tubos en desuso de la explotación petrolera, explica.
El Chalten es una referencia internacional para deportes de montaña. De alta afluencia de turistas. Esto atrae a trabajadores gastronómicos, de hotelería y de trabajos en la montaña “como guías o campamenteros”. Antes eran temporarios, llegaban en octubre y se iban en mayo. “En los últimos años, ya se quedan aquí” detalla Mauro. “Y con temperaturas bajo cero se hace dura la vida en un rodante”, agrega. Se congela el agua, el gas “no es fácil de conseguir”. Aun así, hay parques como Mundo Casilla, donde puede haber diez rodantes. “Otros alquilan parte de terreno a un vecino, y siempre les va a salir más barato eso, o una ‘casa trineo’, que un alquiler formal” señala la concejala.
La aventura rutera
Las casas rodantes fueron pensadas para viajeros y trashumantes. Y como aventura es ideal para muchas familias. “Ayres de Echeverry” en singular en el rubro. Sus dueños, la familia Ferrari, no pertenecía “al mundo de rodanteros”. El emprendimiento familiar inició en 1996 cuando compran el predio sobre la Ruta 2. “Solo había unos árboles y cardos –recuerda Betty--, íbamos los fines de semana a trabajar, plantando, regando con agua de molinos". Hoy hay más de 4.000 plantas en un diseño funcional: “árboles en el lugar de esparcimiento, con mesas, parrillas, canchas de fútbol, básquet y piscina. Y otros árboles en las parcelas: en el fondo perennes y al frente son de hoja caduca. En verano tiene sombra, y en invierno sol” explica.
“Los socios son permanentes, no de fin de semana, no es un camping” sostiene. Y cada uno tiene su parrilla, mesada, agua potable, energía. “Los socios vienen de viernes a lunes, no es vivienda permanente”, añade, aunque en el receso de invierno pueden estar 15 días, y toda la temporada, en verano. Los chicos se hacen amigos, se arman grupos de pertenencia, cuenta. "En Argentina, es el único club armado y acondicionado de este modo", explica. Se refiere a iluminación, cámaras seguridad, serenos. El objetivo de los socios no es permanecer, sino juntarse y viajar, señala.
Las “asociaciones de rodanteros” son emblemáticas en este el circuito. Anatolio Enrique Turko es el secretario del Ranchomovil Club Argentino de Buenos Aires. El club tiene una sede para organizar las caravanas y dar asesoramiento. También un predio de guardería para casillas. “Se fundó como el club de un grupo de amigos, y así funciona, es familiar, nos gusta”, dice. Aquí se asocian “propietarios de casa rodantes y de todo tipo de acampe, con carpa igual, el tema es compartir al aire libre, conocer lugares, y disfrutar de nuestras casas y del grupo”.
En una caravana pueden participar 30 rodantes. "Vamos a lugares amplios. Hay siete días de autonomía respecto al agua y la electricidad en un rodante --explica "Toli"--, pero si hay servicios en los campamentos, mejor, la luz eléctrica siempre ayuda". El problema son los servicios, nuevamente. “Y los residuos”, señala. En cuento a la forma de vida, “si el grupo es bueno, es un camino de ida …”, se ríe.