La aceleración de la inflación de los últimos meses vuelve poco probable el cumplimiento de la pauta oficial del 29 por ciento para el presente año, dando lugar a críticas de economistas opositores que señalaron al déficit fiscal y la emisión monetaria como el causante del alza de los precios. En la vereda de enfrente, el sector de izquierda del Frente de Todos salió a pedir mayores controles de precios a los oligopolios. Sin embargo, tanto la receta de ajuste fiscal como la de controles de precios han fracasado en los últimos años para controlar la inflación

El programa de emisión cero de Macri y el FMI derivó en el mayor ritmo de aumento de precios de las últimas décadas, mostrando que el problema inflacionario no responde al diagnóstico y propuestas de políticas del monetarismo ortodoxo. Por su parte, los programas de precios cuidados, cupos de exportación y controles a los formadores de precios en tiempos de Cristina Fernández de Kirchner, si bien tuvieron algún impacto puntual en el precio relativo de ciertos bienes, no lograron domar la inflación.

¿Por qué fracasan tanto el programa ortodoxo como heterodoxo de estabilización de precios? Porque no toman en cuenta los factores inerciales que impulsan la suba de los precios. 

Contratos de alquileres con aumentos prepautados, tasas de interés que serían inviables en una economía sin inflación, expectativas de aumentos salariales formadas a partir de la trayectoria de los precios del año anterior, son algunos ejemplos de como las tasas de inflación del pasado se proyectan hacia adelante por su propia inercia.

Así, si un empresario tiene previsto aumentos del 30 por ciento en su alquiler, que pagar un crédito a una tasa del 40 por ciento y aumentos salariales del 35 por ciento, tiene que aumentar sus precios entre 30 y 40 por ciento para no ir a la quiebra.

Frente a esa inercia inflacionaria, el programa ortodoxo que reduce la cantidad de dinero en circulación en la economía sólo produce escasez de circulante y, en una economía donde las cosas se compran con dinero, trabas al normal desarrollo de la actividad económica. El programa heterodoxo que apunta a reducir los margenes de sectores de elevada rentabilidad, si bien puede abaratar algún bien puntual y descomprimir parcialmente la puja distributiva, no alcanza para anular el proceso de remarcaciones sectoriales.

La inflación inercial requiere de políticas específicas para reducirla. Un ejemplo de ello es aprovechar el proceso de indexación de los contratos como el que se produce en alquileres (con el nuevo índice que pauta sus incrementos), ciertos créditos y depósitos (UVA) o paritarias que descansan en cláusulas gatillos (que podrían ampliarse hasta fijarse en salarios reales que se actualicen por la inflación). 

La indexación proyecta la inflación pasada hacia adelante. De esa manera, si se genera un proceso artificial de estabilidad a partir de un congelamiento temporal de precios, tarifas y tipo de cambio, se puede proyectar ese menor ritmo de aumento de los precios si los alquileres, créditos y salarios se indexan con referencia a ese período de estabilidad.

@AndresAsiain