Cuando el año pasado el youtuber chileno Germán Garmendia presentó en Buenos Aires su último libro, Chupa el perro, avisó que en las entrevistas no contestaría dos asuntos: si tenía novia y cuánto le pagaba YouTube por sus más de 30 millones de suscriptores y videos clickeados 2500 millones de veces. La monetización en redes sociales sigue siendo un misterio para la mayoría, porque no parece existir –no lo develan los artistas, no lo explicitan las plataformas– una regla matemática que convierta las reproducciones en plata de bolsillo. Quizás por eso sirva contar casos concretos de artistas argentinos que llaman la atención por su cantidad de seguidores: el comediante Radagast y el rapero XXL Irione.

Radagast es Agustín Aristarán, mezcla de mago, clown, bailarín, actor, viralizador y standupero, que hace 20 años era malabarista de semáforos en Bahía Blanca, su ciudad natal, y hoy llena el Teatro Metropolitan los viernes. “Mi perfil es de instagramer, ahí grabo mis videos, ésa fue mi ventana. Me di cuenta de que las redes me habían hecho famoso cuando en la rotisería me regalaron el pata-muslo”, recuerda. Hoy tiene 505 mil seguidores en esa red y otros 570 mil en Facebook, pero aclara que “Instagram no monetiza” y que “la forma de ganar plata es llenando teatros”.

Pero Instagram sí le da la posibilidad de vender videos con potencial viral a empresas. Como cuando fue a un Burger King y el gerente de marketing de la cadena lo filmó pidiendo patitas de pollo de una forma muy divertida, hablando en modo corneta. “Ese video lo edité ahí mismo, en el local, y funcionó muy bien para la promo que estaban haciendo”, asegura. Esa forma de viralizar el producto de una compañía es un ejemplo indirecto de monetización de una red social. Y también es esa viralidad lo que metió a Radagast en la próxima temporada argentina de Comedy Central Stand-Up.

El rapero XXL Irione, que también arrasa con sus videos, es más escéptico. “Tengo un montón de gente que me sigue pero sé que no me voy a hacer rico con las redes”, advierte. Tiene más de dos millones de reproducciones por cada clip (el del tema Abuelito dime tú! casi alcanzó los 4 millones) y fue ganador del Botón de Plata de YouTube por superar los 250 mil suscriptores. Su canal suma 90 millones de reproducciones en dos años. Y su popularidad digital es palpable en la calle, porque jura que lo reconocen a cada rato. “Al recital del Indio Solari en Olavarría tuve que ir con capucha porque me paraban todo el tiempo”, cuenta.

Irione es un libro abierto, con nueve discos al hombro e influencias que arrancan con Tupac Shakur y siguen con el Indio. Su desafío, dice, es “sincronizar el rap con la cultura rock”. Y cuenta que, sin promoción ni ayuda de nadie, logró tener una cantidad enorme de videos virales y que lo sigan “desde fans de Pappo hasta los de Lali Espósito”. En Córdoba, donde pisa muy fuerte y llena donde toque, lo apodan “La Mona del rap”. Y hay que ver cómo lo bautizan en Rosario, donde hoy tocará en Pugliese (Corrientes 1530).

“A diferencia de cómo se manejan los pibes hoy en Internet, las grandes discográficas no tienen idea de cómo mover las redes sociales, no dimensionan el fenómeno”, lanza Irione, que hace diez años es empleado de una usina eléctrica (aunque justo ahora pidió una licencia de seis meses) y antes fue cuidacoches, bachero, volantero y abridor de puertas de taxis. “La industria de la música es muy perra, puro favoritismo y amiguismo”, opina.

Una vez al mes, YouTube le manda un cheque de 2000 dólares, pero no tiene forma de saber cuál es el cálculo de la empresa para llegar a esa cifra. “Es un misterio, y encima cuando voy a Banco Piano termino cobrando 1700 dólares por todo lo que me descuentan”, comenta. Cada cual en su terreno, Radagast y XXL Irione intentan sustentar o como mínimo impulsar lo suyo a través de las redes sociales. Mientras tanto, la monetización del clamor virtual que generan sigue siendo un incógnita.