Vaya paradoja. Debutó en el cine muriendo -en una de las escenas más recordadas del período clásico de Hollywood-, pero luego se convirtió en el actor más longevo de la historia del cine, hasta que el martes pasado falleció en su casa de Los Angeles, a los 106 años de edad. Amigo y colaborador de Alfred Hitchcock y Orson Welles, de Charles Chaplin y Jean Renoir, entre otros grandes, Norman Lloyd fue una figura insoslayable del teatro, el cine, la radio y la televisión estadounidense. Y aunque su nombre nunca alcanzó la fama de otros intérpretes que parecían eternos, como Kirk Douglas y Olivia de Havilland, con quienes tácitamente parecía competir por el premio a la supervivencia, con su muerte se va uno de los últimos testigos de la era de oro del espectáculo de su país.
La famosa escena en cuestión es nada menos que el final de Saboteur (1942), una de las obras maestras de Alfred Hitchcock, cuando un saboteador nazi (Norman Lloyd), a quien el protagonista había perseguido durante toda la película, quedaba suspendido en el vacío, colgando desesperado desde lo más alto de la Estatua de la Libertad, mientras el héroe (interpretado por Robert Cummings) lo sujeta como puede por la manga del saco, para salvarlo de una muerte espantosa. Hitchcock filma un primerísimo plano de la manga, que se va descosiendo hilo a hilo por el hombro… Hasta que el saboteador, en un primer plano angustioso, se da cuenta de que su caída desde ese faro -que simboliza todo aquello contra lo que había luchado- es inevitable.
“Debería haberse conseguido un sastre mejor”, sentenció sardónicamente el guionista Ben Hecht de una escena que hizo historia. A Norman Lloyd, esa película le granjeó una amistad de por vida con Hitchcock, que volvió a convocarlo primero para el rol secundario –los secundarios eran su especialidad: nunca fue protagonista- de un paciente mental en Cuéntame tu vida (1945). Y luego como productor y director de su famosa serie de televisión Alfred Hitchcock Presenta. “Amaba trabajar con Hitchcock. Fue un hombre maravilloso conmigo, e hizo cosas por las cuales nunca podré agradecerle lo suficiente” dijo Lloyd en una entrevista.
Antes de su llegada a Hollywood, Norman Lloyd (nacido Norman Perlmutter en New Jersey, 1914, hijo de inmigrantes húngaros y rusos) fue un consumado actor de teatro en Nueva York, donde formó parte del elenco estable del Mercury Theatre de Orson Welles. Interpretó al poeta Cinna en la adaptación antifascista de Welles del Julio César de Shakespeare, la producción de Broadway de 1937 que llevó al joven Orson, entonces de 22 años, a la portada de la revista Time.
En 1940, Lloyd siguió Welles a Los Ángeles para actuar en lo que habría sido la primera película del joven maravilla, una adaptación de El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, pero los conflictos presupuestarias con la RKO demoraron el rodaje hasta su definitiva cancelación. Entonces, Lloyd regresó a Nueva York y se perdió de participar en el siguiente proyecto de Welles, su célebre Citizen Kane. “Siempre me arrepentí de eso”, confesó Lloyd décadas después al crítico Todd McCarthy, sobre su decisión de abandonar a Welles, a quien también había ayudado en sus años neoyorquinos en la producción de sus programas radiales.
En Hollywood, tuvo la fortuna de trabajar con realizadores de la talla de Jean Renoir (Amor al terruño, 1945), Lewis Milestone (Un paseo al sol, 1945), y Joseph Losey (M, el maldito, 1951). El rostro anguloso y los rasgos prominentes de Lloyd eran ideales para películas de época, ya fueran ambientadas en la Revolución francesa (La sombra de la guillotina, 1949, Anthony Mann) o en la Italia medieval (El halcón y la flecha, 1950, Jacques Tourneur).
En 1947, Lloyd y el productor John Houseman estrenaron en el teatro Coronet de Los Angeles el Galileo de Bertolt Brecht, protagonizado por Charles Laughton, con dirección Joseph Losey. Esta asociación con artistas de izquierda, le valió a Lloyd ser incluido –como Brecht, Losey y Milestone- en las listas negras del macartismo. Durante este período nefasto, Charles Chaplin, otra víctima de la caza de brujas, le dio un papel en su último film estadounidense, Candilejas (1952). “Cuando lo conocí, Chaplin se encontraba en medio de un enorme conflicto creativo: ¿se esfumaría su imagen con la edad? El suyo era el ego más fuerte que he conocido en mi vida, puesto al servicio del arte”, recordaba Lloyd en una entrevista realizada por el historiador Kevin Brownlow.
En 1957, Hitchcock volvió a contratar a Lloyd, esta vez en calidad de productor asociado para su serie de televisión Alfred Hitchcock Presenta. Debido a las listas negras, los ejecutivos de la CBS no querían contratarlo, pero Hitchcock insistió: “Quiero a Lloyd”. La serie fue un éxito que duró siete temporadas y luego fue expandida a La hora de Alfred Hitchcock. El trabajo de Lloyd consistía en elegir las historias, contratar a los actores y directores, y supervisar los guiones y la producción de los episodios. Entre los jóvenes directores a los que Lloyd dio sus primeras oportunidades estuvieron Robert Altman y William Friedkin.
El propio Lloyd dirigió él mismo algunos de los mejores episodios de la serie, eligiendo relatos de autores como Roald Dahl, John Cheever y de su amigo Ray Bradbury, su escritor favorito. “Hice muchos episodios con Ray. El material de Bradbury para la serie era realmente sensacional”. Su carrera como director también incluye varios largometrajes para televisión, uno de los cuales, Companions in Nightmare (1968), al parecer muy hitchcockiano, es hoy un film perdido. Solo sobrevive la partitura original de Bernard Herrmann.
Para las generaciones más jóvenes, Norman Lloyd es conocido ante todo por su interpretación de Mister Nolan, el ultraconservador director de escuela de La sociedad de los poetas muertos (1989), de Peter Weir, con Robin Williams. Casi cincuenta años después de la caída de la Estatua de la Libertad, Lloyd volvió a tener aquí una escena final a esa altura, en la inolvidable secuencia donde intenta vanamente acallar a los estudiantes que se rebelan contra él, entonando los versos de Walt Whitman “O’ Captain! My Captain!” Su último trabajo para el cine fue en la comedia Trainwreck (2015), dirigida y protagonizada por Amy Schumer.