Un equipo de científicos del Conicet y de las universidades nacionales del Litoral (UNL) y del Nordeste (UNNE) reveló el impacto de los agroquímicos en las especies anfibias que habitan zonas de producción arrocera en las provincias de Chaco y Santa Fe. Científicas y científicos detallaron que encontraron anomalías en el hígado y en el sistema reproductor. Según afirmaron, los hallazgos son una alerta de lo que a largo plazo podrían producir los pesticidas en poblaciones humanas. “Se trata de una contaminación silenciosa, que es la más difícil de probar”, advirtió a Página/12 Rafael Lajmanovich, biólogo que integra el equipo de investigación. Los resultados fueron publicados en la revista científica Water Air & Soil Pollution.
El estudio, que se llevó a cabo durante cuatro años, comparó el sistema reproductor y el hígado de dos especies -la rana Lysapsus limellum y el sapo Rhinella bergi- que habitan en los humedales de los campos arroceros, con los de ejemplares de las mismas especies pero que habitan ecosistemas fuera de la producción. “Encontramos alteraciones en el hígado y en las gónadas. Como en el humano, en cualquier vertebrado el hígado es el primer órgano que se daña ante la presencia de un compuesto químico que afecta al cuerpo”, detalló Lucila Curi, bióloga e integrante del equipo de investigación, del que también forman parte los investigadores Paola Peltzer y Maximiliano Attademo. En las arroceras de Chaco también encontraron anomalías en las extremidades y alteraciones morfológicas en los ejemplares, como la reducción en la cantidad de espermatozoides.
Según precisa Curi, lo novedoso de la investigación es que los ejemplares adultos se estudiaron en campo y no en laboratorio. “Los anfibios nacen, se desarrollan y crecen en un mismo lugar, por eso estudiando especies adultas se asume la exposición crónica a los agroquímicos que sufrieron durante todo su ciclo vital”, explicó la especialista y advirtió que “en este sentido se puede hacer un paralelismo con la población humana, del impacto que podría tener una exposición de este tipo”. Desde una perspectiva antropocéntrica, la investigación es “una alerta de lo que puede pasar o ya está pasando en las poblaciones humanas”, agregó Lajmanovich. Los anfibios “son como los canarios de la mina”, añadió, en referencia a la tradición, en las minas de carbón, de utilizar canarios para detectar y alertar sobre el riesgo de posibles sofocaciones o explosiones venideras.
En Argentina, la producción de arroz ocupa cerca de 190.800 hectáreas, y acumula 1,3 millones de toneladas por año. “Las arroceras son uno de los ecosistemas que más estudiamos por su impacto en las especies. Son ecosistemas particulares porque a diferencia de los campos de soja, los pesticidas se filtran directamente al agua porque es un cultivo húmedo”, explicó Lajmanovich. "En algunas arroceras hemos sido testigos de cómo quedan ranas y peces muertos por todas partes cuando pasan las fumigaciones”, añadió.
Como el efecto es más fácil de observar, el ecosistema de las arroceras es útil como modelo de estudio, pero el impacto sobre las especies se repite en zonas donde hay otro tipo de cultivos, como soja o maíz, que utilizan los mismos agroquímicos. Bentazona, molinato, propanil, clomazona, 2,4-D, amina y glifosato son los más habituales.
En la provincia de Santa Fe, entre noviembre del 2020 y enero de este año un cardumen de peces muertos flotó por el Río Salado. En el marco de la investigación de la masiva mortandad de los peces, un estudio encargado por la Justicia provincial al Laboratorio de Ecotoxicología de la UNL reveló la presencia de residuos de agroquímicos en los tejidos de los peces. Los productos que se encontraron fueron el insecticida clorpirifos, en concentraciones de entre 30 y 80 miligramos, y, en menores cantidades, el herbicida 2,4-D en las branquias y en el hígado del pez sábalo. En 2010, en Chaco, un fallo judicial prohibió el mismo clorpirifos, junto al glifosato, endosulfan, metamidofos y picloran, entre otros productos. La decisión del Juzgado Civil y Comercial Nº 14 de Resistencia, a cargo de Héctor Edgardo García Redondo, que respondía a una medida cautelar contra las arroceras San Carlos y Cancha Larga, prohibió las fumigaciones a menos de mil metros del ejido urbano, cuando los esparcimientos sean por vía terrestre, y a menos de 2 mil metros si fuesen aéreas.
Ese mismo año una investigación de quien por entonces era jefe del Laboratorio de Embriología Molecular de la Universidad de Buenos Aires (UBA) e investigador del Conicet, Andrés Carrasco, publicada en la revista estadounidense Chemical Research in Toxicology confirmaba que las malformaciones observadas en los embriones anfibios son compatibles con aquellas que se manifiestan en humanos expuestos a glifosato durante el embarazo. “Los anfibios son centinelas, pueden anticipar el peligro porque actúan como bioindicadores de estrés ambiental", expresó Lajmanovich y advirtió que "los efectos que ocurren durante el desarrollo embrionario podrían ser muy similares a los efectos que los agroquímicos tendrían sobre otras especies, incluso los humanos”. Para el investigador, esta clase de hallazgos son oportunidades para un cambio en los hábitos de producción. “Si se siguen usando agroquímicos como hasta ahora, el círculo vicioso continúa y cada vez vamos a necesitar más”, señaló.
Informe: Lorena Bermejo