Las tensiones en Juntos por el Cambio tienen una explicación matemática: este año ponen en juego una cantidad de bancas en la Legislatura y de diputados por la Ciudad de Buenos Aires que problablemente no puedan conservar. Y además deben sumar a más aliados de los que tenían cuando ganaron esas bancas en 2017 (por ejemplo, a los radicales). Y si se cumpliera el planteo de ampliar el acuerdo a más sectores políticos -como proponen María Eugenia Vidal o Martín Lousteau-, eso lógicamente implicaría cederles más lugares. Son pocas bancas para muchos sectores y eso hará que el cierre de listas sea endiablado. La presidenta del PRO, Patricia Bullrich, además de querer encabezar la lista de Diputados, está pidiendo muchos más lugares de los que el larretismo tiene pensado darle, lo que podría detonar una interna en las PASO con listas separadas. Esa cuenta, que todos los aliados están haciendo, explica (en parte) la virulencia que alcanza por momentos la interna del espacio.
Los posicionamientos políticos, como el de Bullrich cuando lo cuestionó a Larreta por pasar a los secundarios a clases bimodales (mitad presencial, mitad virtual), por supuesto que no se pueden explicar solo en una cuenta y hay otros factores. Pero la cuenta está. Y todos están haciendo los números.
Macri quiere ubicar en la lista a su secretario privado Darío Nieto, que sigue investigado judicialmente por presunto espionaje ilegal.
Primer cálculo a tener en cuenta: Larreta pone en juego veinte bancas de legisladores porteños. La alianza que logró el jefe de Gobierno para ganar sin grandes problemas en 2019 (mientras caían Macri y Vidal en sus respectivas elecciones) fue muy amplia: incluyó a Evolución Radical, de Lousteau -que dos años antes lo enfrentaba-, a la UCR de Emiliano Yacobitti y Enrique "Coti" Nosiglia y hasta al Partido Socialista, de Roy Cortina. A eso hay que sumarle otros aliados, como la Coalición Cívica, de Elisa Carrió, y Confianza Pública, de Graciela Ocaña. Esa cantidad de aliados fue muy buena para generar masa crítica en 2019, pero será un dolor de cabezas en el cierre de listas de este año. "Todos piden lugares en la lista", indican en la sede de Parque Patricios.
Para colmo, son aliados que en 2017 fueron en listas separadas y que ahora tienen que amucharse todos en la misma boleta. Eso hace todavía más dificil que se conserven las bancas actuales. Según los cálculos que hacen los larretistas, para mantener lo actual tendrían que sacar el 62 por ciento de los votos (es decir, lo que sumaban Larreta y Lousteau en 2017). Una meta muy difícil. De hecho, los cálculos más optimistas los dan con un 55 por ciento en la Ciudad de Buenos Aires. Eso significa perder dos o tres bancas de legisladores.
La principal duda es con quién empardar a Bullrich al frente de las listas. Midieron a Quirós, la más taquillera sería Vidal, también se pensó en Santilli.
A eso hay que sumarle que todos los aliados van a reclamar mantener lo que tienen, por lo que es probable que sea el PRO el que tenga que resignar en la negociación. Así, Ocaña querrá mantener sus dos bancas; el socialismo, la única que pone en juego; Carrió ya habló con Larreta de seguir teniendo sus tres lugares, y Lousteau no se bajará de los cuatro que ya tiene. Eso haría que el PRO deba, en todo caso, resignar alguna de las diez bancas que pone en juego.
Y a esa situación hay todavía que agregarle algo más: el PRO tiene dos o tres líneas internas que pide legisladores como si fueran partidos separados. "Está la gente de Mauricio, la gente de Horacio, la gente de Vidal. Después, también está Ocaña, los socialistas, Patricia que quiere meter tres o cuatro legisladores, y hay pocos lugares. La verdad es que hay muy pocos lugares", indican en un ministerio del Gobierno porteño que se ocupa día y noche de la rosca. "Si se quiere ordenar Juntos por el Cambio para las presidenciales, se tienen que alinear y dejar de mostrar los trapitos al sol", advierten.
El problema se repite en Diputados, donde ponen en juego diez bancas, con el mismo problema: el PRO tiene seis bancas en juego y sus aliados radicales y lilitos, dos cada uno. Para colmo, ahí quiere encabezar Bullrich y amenaza con ir a una interna si no le dan lo que pide. Además de la cabeza de la lista de diputados, quiere tres o cuatro bancas de legisladores, mucho más de lo que le piensan dar desde el Gobierno porteño. La tensión ya existía de antes y solo se incrementará a partir de la negociación.
Macri, por su parte, también pedirá lugares para su gente (si bien Bullrich y Macri funcionan juntos, aquí piden por separado). Ahí el problema no viene siendo tanto la cantidad que pide sino los nombres. Se sabe que Macri quiere ubicar en la lista a su secretario privado Darío Nieto, que sigue investigado judicialmente por presunto espionaje ilegal. "No quiero ni pensar cómo sería una campaña con Nieto en la lista", dicen en la sede del Gobierno porteño.
Larreta por ahora escucha todos los pedidos y no contesta. Piensa en algún parámetro objetivo (las encuestas) para definir las candidaturas y retacear lugares. La principal duda es con quién empardar a Bullrich al frente de las listas. En un primer momento, midieron y pensaban en el ministro de Salud, Fernán Quirós, pero ahora están explorando otras posibilidades. La más taquillera sería Vidal, obviamente, pero no está claro si ella quiere. Sería una opción que dejaría a Bullrich en problemas para agumentar que la que tienen que encabezar es ella. También se pensó en Diego Santilli. Todo se definirá en los próximos veinte días.