Julio César Falcioni miró al cielo y, al instante, lo rodearon todos sus ayudantes. Una ronda de emoción. En una mano, el entrenador de Independiente sostenía su barbijo. Su cabeza, su corazón, estaban en el cielo. En la semana, el ex arquero sufrió la pérdida de su esposa, compañera de casi toda la vida. Semanas atrás, el propio entrenador, sobreviviente de un cáncer de laringe, se había recuperado del coronavirus.
Justo él, que siempre luce inquebrantable, esta vez no contuvo las lágrimas. De nostalgia, de tristeza. Pero también de satisfacción: su equipo está entre los cuatro que más lejos habrán llegado por la Copa de la Liga Profesional.
La tarde-noche en La Plata había empezado con un abrazo conmovedor entre Falcioni y Ricardo Zielinski, rivales y colegas que se respetan. El fútbol argentino en general, en rigor, se había volcado afectuosamente hacia el entrenador de Independiente tras su percance. Y el DT había agradecido en las redes sociales el apoyo recibido en días tan difíciles para él y su familia.