Sin romper las reglas, quebró el silencio de tantas como ella. En el último Campeonato Europeo de Gimnasia Artística, la alemana Sarah Voss salió a hacer su prueba luciendo una inusual malla de cuerpo entero y declaró: “Todas las mujeres queremos sentirnos bien en nuestra piel”.
“Cuando era chiquita no me molestaba tanto, sin embargo cuando empezamos a desarrollarnos, la mayoría de nosotras nos sentimos incómodas con la malla, intimidadas. Entrenamos en calzas porque no nos gusta estar expuestas, pero las gimnastas no elegimos”, reflexiona Agustina Pisos, ex integrante de la Selección Nacional. Si bien el reglamento no prohíbe el uso de trajes más cómodos, habitualmente en esta especialidad las niñas y jóvenes visten una malla que deja gran parte de su cuerpo al descubierto.
“El cuestionamiento ya está sobre la mesa, entonces la FIG (Federación Internacional de Gimnasia) tendrá que abordarlo. Se verá a nivel reglamento en qué aparatos, qué tipo de material, texturas, cómo observar las líneas, una rodilla extendida, una flexión... pero todo eso es posterior, primero hay que escuchar a las protagonistas, ver qué les sucede y así luego dar la posibilidad de elegir”, argumenta Romina Plataroti, la primera gimnasta olímpica argentina, quien asegura que es posible una adaptación de normas, como se ha hecho a lo largo de los años, y más aún en la especialidad masculina.
Abrir debates, abrir camino
La acción del equipo alemán incentivó a que muchas mujeres comentaran en las redes sociales sus experiencias en la gimnasia, y todas coincidían con Agustina: el uso de las mallas, ajustadas y con transparencias, incomoda. “Me puso muy feliz leer a tantas chicas contando cómo se sintieron en su momento, que nunca lo pudieron exponer, y gracias a esta gimnasta se animaron”, apunta la atleta con 9 años de experiencia en el Seleccionado Argentino.
El caso del ex médico del equipo nacional estadounidense condenado por múltiples abusos sexuales a gimnastas, Larry Nassar (narrado en el documental 'Atleta A') impulsó también el debate de la sexualización de las deportistas, muchas de ellas menores de edad.
“Contra la sexualización en la gimnasia”, publicó en Twitter la Asociación de Gimnasia Alemana (DTB), respaldando a sus representantes. “La sexualización tiene que ver con una subjetividad, con la mirada del otro y el lugar en el que pone ese otro al cuerpo de una persona, en este caso, a la mujer”, explica la olímpica Romina Plataroti, quien además se desempeña como psicóloga deportiva y entiende que este tema se debe abordar y problematizar con muchísima responsabilidad.
Bajo un dedo acusador
Desde que las dejaron ser partícipes en los deportes, las mujeres deben convivir con opiniones ajenas al rendimiento. En 2017, la Asociación Profesional Femenina de Golf (LPGA) implementó modificaciones en el código de vestimenta que sumaron restricciones a sus deportistas. Allí queda prohibido el uso de escote, detalla que las polleras deben cubrir adecuadamente la “parte inferior” (bottom area, en inglés) y que sólo podrán utilizar calzas si se encuentran debajo de un pantalón corto o falda. De esta forma, la Asociación busca “profesionalismo en su liga, competir con unas normas que no generen ningún tipo de controversia o deriven en otros elementos extra-deportivos”, según el propio comunicado donde se dieron a conocer las medidas. Entonces, ¿una mujer que muestra más piel no es lo suficientemente profesional?
Esa pregunta la pueden responder las jugadoras de la Selección Nacional de Beach Handball, quienes en su debut en los Juegos Olímpicos de la Juventud 2018 enfrentaron una catarata de opiniones sobre la indumentaria que usaron en los partidos. Mientras algunas coberturas periodísticas se centraban en informar con una perspectiva totalmente patriarcal que “jugaron todos los partidos casi en tanga, con un culotte que dejaba ver mucho”, o se preguntaban por “la depilación obligada”, reforzando estereotipos de género, las Kamikazes le ganaban a las últimas campeonas mundiales, y se colgaron la primera medalla de oro para el país en esa disciplina. “Ninguna deportista elegiría una vestimenta que no le sea funcional y que no la beneficie en la obtención de un buen resultado. Cuando mandamos a hacer la ropa de los Juegos, les pregunté directamente a las jugadoras de qué tamaño preferían el culotte, según lo reglamentado, y ellas me pidieron que sea más angosto para que la arena les molestara menos”, explica Leticia Brunati, entrenadora del seleccionado campeón. En el beach handball, la Federación Internacional (IFH) aclara en su reglamento que se debe utilizar una bikini ajustada de hasta 10 centímetros de ancho en sus laterales, tal como en todas las disciplinas en modalidad playa, expuestas a temperaturas superiores a las de otra superficie.
Brunati agrega un punto fundamental en esta discusión: “Si bien casi todos los deportes tienen diferentes reglas para la vestimenta, es importante que cada deportista o cada equipo tenga poder de decisión sobre la indumentaria a utilizar. Esto no puede quedar sólo en manos de las federaciones nacionales e internacionales, las cuales muchas veces en sus cargos ejecutivos ni siquiera tienen mujeres”.
De esta escasez de representación femenina en los puestos de toma de decisiones fue víctima Serena Williams. En 2018, la tenista múltiple campeona retornó al circuito tras su maternidad, y se presentó en Roland Garros con un mono de cuerpo entero nunca antes visto en una tenista. Durante su embarazo, la dueña de 23 títulos de Grand Slam tuvo complicaciones sanguíneas, por lo que necesita trajes de compresión que faciliten la circulación durante la actividad deportiva. Sin embargo, al presidente de la Federación Francesa de Tenis (FFT), Bernard Giudicelli, no pareció importarle la razón, declaró que era una falta de respeto al juego y al lugar, y que no sería más aceptado. Poco tiempo después, la Asociación Femenina de Tenis (WTA) aprobó una norma que permite llevar pantalones de compresión sin necesidad de ponerse falda o vestido encima. La funcionalidad (y la coherencia) le ganaron una batalla a la estética.
Las deportistas y el feminismo coinciden en que la libertad es poder elegir. Y elegir, en el deporte, debería dejar de ser noticia.
*Noelia Tegli.