Alguien con letra elegante reconstruye un cuento borgeano en una carta y se genera un vínculo frágil, una intimidad liviana que dura unos días. Es algo antiguo que la correspondencia tenga la finura del papel, el riesgo de perderse, el diseño artesanal de Iza Etnairb Manuel. En esa carta escrita por Silvia Ceriani está la mano como la figura invisible de un cuerpo desparramado en cada secuencia de Proyecto Zip.
El teatro puede tomar los procedimientos de una novela. Contarse en capítulos, generar una temporalidad que se recorta en la propia vida. De eso se trata el Proyecto Zip que coordina Alejandro Tantanian, de buscar soportes para una experiencia teatral que opere como una estrategia frente a la pandemia. Lugares por donde el teatro se escabulle.
Aquí la teatralidad permanece como concepto y en torno a ella se exploran maneras de convivir con un público alejado de las salas. Los variados episodios tienen una impronta narrativa. La reconstrucción de mis cuentos, de Paula Cancela, es un ejemplo bello del proceso de reescritura que guía la trama. Allí los relatos infantiles surgen atenazados en imágenes que recuerdan a la poesía de Alejandra Pizarnik, donde el mundo de la infancia era la inspiración de una mirada adulta que encontraba en ellos una oscuridad ingeniosa.
La voz de Zoe Di Rienzo revela un cuerpo en A definir . Su dramaturgia describe como si entráramos en la cabeza de la autora. Los materiales establecen un ensayo sobre la ciencia ficción. A veces se trata de una variante del teatro sonoro y en otras de una lectura en la pantalla como sucede en HAL 8000 o Esta conversación ya no sirve para nada, de Martín Antuña y Esteban Pucheta, donde lo audiovisual funciona como una escena difusa.
Cada episodio remite y dialoga con una estructura más amplia, una suerte de experimento deluziano donde cada pieza que se integra, abre y bifurca las sensaciones y lecturas posibles. La idea de infinito atraviesa todos los trabajos y allí también está el espíritu borgeano como una influencia determinante, porque Proyecto Zip podría ser un Aleph, la apuesta de ir hacia el teatro pero bajo un dispositivo que instale lo opuesto a la mecánica teatral. Si la presencia y la concentración en un mismo espacio ya no son posibles, entonces vayamos hacia una estructura dispersa, abstracta, que podrá ser invadida por nuevos capítulos sin centro, sin comienzo ni fin, sin linealidad.
La fuerza de la aventura se respira en ¿Quién está del otro lado?, escrita y dirigida por Pablo Flehner, Valentino Grizzutti, Jonathan Monroig y María Belén Moretti. Mientras la palabra aquí se aproxima a la novela, en La casa porosa, de Julia Tomasini, con desarrollo audiovisual de Estrella Herrera, la obra se acerca a las artes plásticas, donde el objeto es el detalle para hablar de la melancolía que suscita esta época.
Siempre hay un toque apocalíptico, como si estos materiales fantasearan con convertirse en documentos después de la extinción del ser humano. Hay en Proyecto Zip un aura arqueológica, algo se revisa y se piensa sobre el teatro como una especie de ciencia humanista a la que lxs artistas van como un reflejo último en el temblor de la catástrofe.
El llamado a habitar otros escenarios surge en La inteligencia de los árboles, de Ana Lucía Rodríguez, una obra sonora ideal para escuchar mientras se recorre un camino arbolado. La autora y directora alienta a trasladarse, a encontrar el hecho teatral en la calle o en un parque, porque lo que hace persistir a la ficción dramática es el deseo de quien escucha por crear otro tiempo. Una forma de teatro escondido que se adapta con cautela a los mundos que ocurren a su alrededor
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