Desde Mar del Plata
“Flores nativas, rebelión, incendiarias del sistema de racismo y misoginia abrazamos a la tierra. Sagrados nuestros pasos, cuidadores del andar. Mientras no tengamos justicias para ellos no habrá paz.” Epunewen.
Vienen cargando la palabra Terricidio envuelta en un paso firme por tierra arrasada. Caminan para denunciar, ser oídas, escuchar, encontrarse y aunar fuerzas. Estas cronistas se encuentran con algunas de las caminantes del Movimiento de Mujeres indígenas por el Buen Vivir en Mar del Plata, a solo 400 kilómetros del punto de llegada: la Ciudad de Buenos Aires. Ya las suelas están gastadas, la piel percudida por la transpiración acumulada, las estrategias del ritmo bien aprendidas: “Cuando arrancan no paran” dice Vik que acompaña al bloque sur de la caminata. Se queda un poco más atrás que sus hermanas -así se llaman entre ellas- que caminan por la pasarela unos metros más arriba del nivel del mar en donde es furor el Paddle Surf, un deporte marítimo que consiste en mantenerse de pie sobre una tabla con la ayuda de un remo de una sola pala. Las caminantes atraviesan la ciudad balnearia que está en fase 2 en la escala ya conocida de la Covid19. Algunas personas siguen su rutina matutina sin prestarles atención, otras aminoran el paso para ver de qué se trata. Con un té calentito en el termo que acompaña la voz baja, explican con paciencia por qué decidieron salir de diversos territorios e iniciar el pasado 14 de marzo una caminata plurinacional desde distintas provincias para encontrarse mañana 22 de mayo en la Plaza de los Dos Congresos a las 14 hs.
Se adentran en la arena, charlan, un sorbo, un poco de descanso, miran el horizonte y de vez en cuando se envuelven en una bandera que dice: “Basta de Terricidio. Mientras no tengamos justicia para ellos no habrá paz”
¿Cómo surgió la iniciativa de la caminata?
Las mujeres indígenas buscan concientizar a la población sobre la necesidad de un cambio de paradigma hacia el Buen Vivir, como ellas lo llaman, basado en la protección de los bienes comunes (aire, agua, tierra) que existen en el mundo que habitamos y terminar con el modelo extractivista que destruye y contamina todo a su paso: “Hubo dos hechos muy concretos a partir de los que dijimos algo tenemos que hacer, no tenemos más que nuestro cuerpo y por eso salimos a caminar. Uno de esos hechos sucedió este verano, en enero. Una niña wichí la violaron en manada, la asesinaron y dejaron su cuerpo tirado. Su madre, que no habla castellano, cuando desaparece, quiere hacer la denuncia. Se le cagan de la risa en la cara y no le toman la denuncia. La tía de esta niña pertenece al movimiento y nos contó por lo que estaban pasando. Cuando apareció el cuerpo de la niña, tampoco hicieron nada, no salieron a buscar culpables, ni siquiera figuró en los medios de comunicación. Esta situación no es excepcional, es parte de la realidad, el chineo justamente es algo que lo quieren hacer pasar como una práctica cultural pero es una aberración que sucede desde el colonialismo, que son violaciones en manada a niñas de parte de criollos. A esa situación se sumaron los incendios en la Comarca Andina y en Corcovado, Chubut donde el río Carrenleufú está amenazado por un proyecto de 18 represas, esto viene acompañado de otros proyectos de megaminería. Están empezando a quemar las tierras para seguir profundizando el modelo extractivista. El intendente de El Maitén dijo que quiere explorar la zona a ver si hay petróleo. Ya no podemos más porque estamos en pandemia encerrades pero las actividades extractivistas continuaron ¿cuál es la lógica? ¿Tenemos que estar encerrades para no morir por el virus pero sí podemos morir de contaminación? Desde ahí nos impulsa salir a caminar, encontrarnos con quienes ya no queremos ser parte de esta realidad. Esto debe interpelarnos a todos, porque todos estamos habitando este territorio que fue y está siendo masacrado”, explica Vik.
La caminata fue organizada por columnas que partieron desde distintas partes del país. La columna sur conformada por mujeres de la nación Mapuche partió desde la Puel Willimapu en Corcovado, Chubut, para continuar por los pueblos y ciudades de Esquel, El Maitén, El Bolsón, Epuyén, Furilofche, Dina Huapi, Villa La Angostura y Comallo. La parada en Mar del Plata fue la última antes de llegar a Buenos Aires del bloque sur. La columna norte partió desde Roque Sáenz Peña, en Chaco, son mujeres de la Nación Qom y Diaguita y continuaron la caminata hacia Resistencia, Paraná, Cayastá y Rosario.
Noel Romina Naporichi pertenece a la nación Qom, nacida y criada por sus abuelxs en Juan José Castelli, ciudad del noroeste de Chaco, hoy vive en Rosario donde emprendió el camino de “lucha, fuerza y recuperación territorial” de su comunidad, así es como lo denomina. Ella transita los diferentes territorios para visibilizar que las naciones indígenas "necesitan la atención que nunca se les dio". Forma parte del Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen vivir, es profesora de peluquería y coordinadora de espacios juveniles en centros comunitarios y privados de Rosario, comprometida además con la lucha antipatriarcal y antiracista.
Noelia fue la encargada de alojar en su casa a un grupo de mujeres del bloque norte: “Hicimos un recorrido por Santa Fe, donde nos recibieron las hermanas del pueblo Mocoví y la comunidad Qom en barrio Las Lomas. Ahí estuvimos varios días, después fuimos a Paraná. Y finalmente llegamos a Cayastá a la comunidad de la hermana Marta González, del pueblo Mocoví.”
¿Qué es el Terricidio?
En su andar le hacen una apuesta corajuda al lenguaje, llenar de sentido la palabra Terricidio de manera colectiva, recogiendo como si fueran espigadoras las voces que emergen de cada lugar en donde se detienen a conversar de modo asambleario ¿Cómo nos atraviesa el Terricidio? Falta de agua, contaminación, incendios de bosques nativos, fumigaciones ilegales con agrotóxicos, montañas dinamitadas, son solo algunas de las formas en las que se materializa esta forma de exterminio a lo largo y ancho del país. No es casual que hayan elegido instalar una palabra, la lengua originaria les fue saqueada, de esa herida reconstruyen el lenguaje, primero el ancestral y después la traducción, una coreografía auditiva para ser oída pero también para convertirse en hacedoras de palabras que expliquen las heridas del mundo.
Julieta es integrante de la organización Ecos de Mar y explica: “En Mar del Plata, el Terricidio se manifiesta desde hace años con las fumigaciones. Todo el cordón frutihortícola de la ciudad es uno de los cordones más importantes del país y está siendo fumigado, ese veneno va a la mesa y al agua. El Grupo Aguas, que depende de la Universidad de Mar del Plata, realizó un estudio donde detectaron que el agua de las escuelas contiene gran cantidad de químicos. Esto es histórico en la ciudad porque desde hace años no respetan las ordenanzas que prohíben fumigar a menos de mil metros de distancia. Después tenemos otras cuestiones que tienen que ver con los intereses turísticos, con un montón de barrios privados que se están extendiendo sobre reservas forestales, como, por ejemplo, en el bosque. Constantemente los intereses privados se apropian de los espacios públicos, de las playas públicas y de las reservas que ya están siendo violadas totalmente. Pero lo que más nos alarma desde hace algunos años, es que empezaron a aparecer ballenas y delfines muertos y no entendíamos por qué. Conectándonos con distintas instituciones, nos explicaron que esas muertes están relacionadas con la exploración sísmica de hidrocarburos. Es un tipo de técnica para localizar pozos petroleros en el fondo marino, a través de bombardeos acústicos, estruendos muy fuertes como el sonido del despegue de un cohete espacial que le revientan los tímpanos a los animales o los dispersan, hacen que se pierdan y se terminan muriendo varados. Ese es un gran Terricidio. Hace cuatro años que lo pusieron en práctica, cuando otorgaron permisos de exploración sin consulta pública y es el paso previo a lo que se viene después. Estamos hablando de una superficie enorme de pozos que va a ocupar gran parte de la Provincia de Buenos Aires, desde Mar del Plata hasta Bahía Blanca. Una vez que se instalen las petroleras, habrá pozos petroleros a poca distancia de la costa. Se sigue profundizando el modelo extractivista. Greenpeace junto con la Universidad de Tandil vienen investigando este proyecto y calculan que va a haber por lo menos un gran accidente petrolero grave que va a contaminar toda la costa. Nos hemos manifestado sobre este tema, pero es muy difícil que llegue la información a la gente porque hay un cerco mediático muy grande.”
La vía orgánica es un espacio cultural y comunitario de huerta que tiene una cuadra de extensión en la ciudad de Mar del Plata: “Se abastecen de alimentos agroecológicos personas que de manera espontánea se acercan, los jueves y sábados se realizan los trabajos comunitarios. Son entre 12 y 15 personas con sus familias”, explica Maria Laura Tiburcio, técnica agrónoma y parte del proyecto: “La agroecología es una de las resistencias y alternativas al sistema productivo imperante y por sobre todo una respuesta hacia una vida digna, la huerta orgánica e intensiva es una forma de producir alimentos sanos durante todo el año, libres de los agrotóxicos que ponen en riesgo nuestra salud” concluye.
Poner en palabra
¿Cuándo comenzamos a utilizar la palabra femicidio como obradora de sentido frente al ya extinto “crimen pasional”? ¿cómo es que queda anclada en el lenguaje una palabra? ¿Es casual la lucha por instalar palabras de sufijos que indican matar, eliminar, exterminar? Urge el caudal de sentido sobre la palabra, entenderlas y reconocerlas, como los caminos que se recorren varias veces para memorizar los lugares por los que se pasa y no tanto el punto de llegada. Algo parecido a lo que vienen haciendo las caminantes. Urge poner en palabras cómo se llevan a cabo estas múltiples formas de exterminio para encontrar estrategias de resistencia. El terricidio es la síntesis del genocidio, el ecocidio, el feminicidio y el espistemicidio que sufren las comunidades desde el momento en que los pueblos preexistentes al Estado Nación fueron saqueados, destruidos y colonizados.
El ecocidio es la destrucción de los territorios de manera irreversible, ocasionada por el desmonte, la tala indiscriminada, la megaminería contaminante y los incendios intencionales que dejan a las comunidades sin posibilidad de cosechar, sin agua y enferma sus cuerpos por los desechos que las empresas esparcen sin control.
El epistemicidio es la eliminación del conocimiento, de las formas de entender y concebir la vida de las comunidades indígenas. Es la colonización que destruyó su cultura, su idioma, sus ceremonias, su medicina. Es la opresión y la negación de la identidad indígena. La iglesia católica tuvo una gran responsabilidad en esto durante sus misiones cristianas.
Las mujeres indígenas definen el feminicidio como “el asesinato organizado y continuo de las empresas terricidas que atacan a las mujeres en las comunidades por motivos económicos”, es también la violencia patriarcal que sufren y es el Estado que no protege ni asiste a esas mujeres, es la institución policial que se les ríe en la cara cuando se acercan a una comisaría a realizar una denuncia y descreen de sus testimonios.
El genocidio indígena, que en este sur comenzó hace más de 200 años, continúa hasta nuestros días cuando las comunidades son negadas, olvidadas y despojadas de sus territorios y su ancestralidad. El exterminio de los pueblos se perpetúa, solo cambiaron los métodos, hoy mueren por hambre, por contaminación, por la violencia racista institucional y por la desidia de los gobiernos.
Los gobiernos, el Estado y las empresas extractivistas son los responsables de esta matanza, los terricidas que cegados por el poder y el dinero perpetúan la opresión hacia las comunidades.
¿Por qué caminan?
“Nosotras caminamos para sanar y en el trayecto surgen círculos de diálogos donde contamos las cosas que nos lastimaron durante nuestra infancia, nuestra adolescencia y cuando podemos nombrarlas, decirlas, vamos sanando. En el camino también nos encontramos con otras hermanas que han pasado por sufrimientos peores o iguales y ver que ellas tuvieron la fortaleza de superarlos es otra forma de sanar. En el caminar plantamos una semilla que más adelante dará sus frutos y eso es parte de la sanidad porque sanamos junto con la pacha”, cuenta Karumanta Escalada, mientras sus pies dejan huella en la arena de la playa y el sol vuelve más brilloso la profundidad de su pelo negro, largo y lacio”, ella es una mujer de la nación quechua y Aba Guaraní, vive en General Pico, La Pampa. Pertenece a la comunidad Ajayhu Pawha y también integra el Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir.
Inició la caminata a mediados de abril y se unió al bloque de mujeres que partieron del sur del país, su historia de vida se repite en muchas mujeres indígenas de los distintos territorios. Nació en Orán, Salta, cuenta que se crió en medio de dos comunidades: Aba Guaraní y Coya Quechua. Ya durante su adolescencia comenzó a transitar distintas provincias del Norte en búsqueda de trabajo, fue trabajadora de casas particulares y niñera, siempre en la informalidad, sin derechos y con sueldos muy bajos que apenas le permitían subsistir. A sus 25 años llegó a La Pampa y cuando quiso regresar a Salta su situación económica era tan precaria que no pudo pagarel viaje de vuelta. “Me costó mucho acostumbrarme a La Pampa porque el clima era muy frío para mí que venía del Norte y la gente era demasiado blanca, sufrí mucha discriminación. Hasta que una mujer me dio trabajo y me ayudó mucho. En ese momento yo tenía a mis dos hijos chiquitos, los crié sola y salí adelante.”
Hace 12 años Karumanta comenzó un proceso de recuperación y defensa de su identidad primero en la comunidad Pincen en Trenque Lauquen y luego la llevó adelante en su propio territorio, en General Pico. Comenzó a contactarse con vecinxs y conocidxs que les contaban la historia olvidada y negada de sus raíces. “De repente charlando con alguien me decía, ‘mi mamá, mi abuela era india’ y yo les contestaba: vos también lo sos. Hay una historia que me conmovió mucho, era una señora grande, me dijo que varios de sus tíos murieron porque les hicieron cruzar el río caminando, eran del pueblo Charrúa y ella no sabía. Era muy doloroso para ella saber que le habían pasado cosas graves a su familia, y así fue, se fue redescubriendo. Otra chica me decía ‘yo sé que yo soy Ranquel, pero no sé nada de mi historia, no sé la lengua’ y empecé a darles ánimo, las ayudé a recuperar su identidad. Así se fueron sumando 15 familias de distintos pueblos y comunidades y formamos la comunidad urbana Ajayhu Pawha que significa espíritu libre, porque no se busca que sea de una etnia específica, sino recuperar nuestra identidad. Fuimos la primera comunidad que hizo una ceremonia de la Pachamama en General Pico y muchos se asombraron porque es una ciudad muy blanca.”
Karumanta extendió la recuperación de su identidad a las escuelas, comenzaron a llegarle invitaciones de distintas instituciones educativas para dar talleres y contar lo que significa ser mapuche, su lengua, su cultura, su espiritualidad. Ella también cuenta cómo se manifiesta el Terricidio en su comunidad: “El gran problema que existe en La Pampa es la contaminación del agua con arsénico y agrotóxicos. Donde yo vivo está rodeado de campos que son fumigados, vemos cuando pasan aviones a muy pocos metros de nuestras casas tirando veneno, denunciamos, pero no pasa nada. Hay muchas personas enfermas de cáncer y esto es algo que pasa hace mucho, cuando llegué a La Pampa me llamó la atención que las personas tenían los dientes negros y tengo amigas de mi edad que en sus fotos no sonríen porque les da vergüenza mostrar sus dientes.”
Otras de las formas en las que se manifiesta el terricidio en la comunidad donde vive Karumanta es a través de prácticas que reproducen el machismo heredadas de la colonialidad: “Cuando llegué a La Pampa me di cuenta que los varones tenían el privilegio de sentarse en la punta de la mesa y que les sirvan primero la comida, eso en mi comunidad jamás existió, cada día trato de desarmar esas costumbres que no tienen nada que ver con las nuestras”, cuenta y concluye: “Nosotras estamos seguras que esta caminata es el principio de algo que nos va a dar herramientas, tal vez nosotras no vamos a ver los frutos de esta caminata pero si nuestras hijas y nietas. Ellas van a tener más herramientas que nosotras porque este caminar es una transformación, un conocimiento, las que vengan detrás de nosotras van a tener un camino más directo.”
Las asambleas
La dinámica asamblearia es una de las huellas que fue dejando el recorrido: una ronda en donde la voz baja toma protagonismo, el esfuerzo en la escucha es también una manifestación de otro modo de comunicación: “Podría subir la voz hermana” le dicen a una de las caminantes que se encuentra en la parte de la ronda en donde todavía llegan los últimos rayos de sol de la tarde. Ella mantiene el hilo de voz en una frecuencia baja, la sostiene el sonido del mar y del viento. Las personas comienzan a acercarse lentamente para oír mejor. Una mujer saca de su bolso un pan, lo deja al costado de una de las caminantes que agradece con un gesto y dice una frase que instala el silencio por un rato: “La tierra está agonizando y sin embargo nos sigue alimentando”. Luego la palabra comienza a circular “Quiero leerles algo que justo tenía en la mochila”, la mujer se ríe cuando dice la palabra “justo” y continúa: “Tiene que ver con esto de buscar otras palabras, de inventarlas, en nuestro grupo de amigos nos pasaba que no nos gustaba tanto la palabra “militancia” por su procedencia, entonces encontramos una nueva y quiero compartirla: viditancia es una palabra nueva propuesta por la Red JArilla de Plantas Saludables de la Patagonia como modo de enfatizar la actividad por el cuidado de la vida”. Los aplausos son tímidos pero emergen de la ronda, es ahí en el sentido del lenguaje donde late el corazón de la caminata.
“En todos los lugares en donde fuimos parando se armaron estas asambleas, las personas se van acercando, por ahí al principio somos poquitas y después va creciendo”, cuenta una de las hermanas. La forma en la que se organizan es a través de las personas que las reciben en las diferentes paradas, comida, lugar para hospedarse y acompañamiento en un tramo del recorrido. Luego se difunde el horario en el que va a suceder la asamblea y se convoca. Sobre el final se arma un grupo de wasap en donde quienes quieran pueden dejar su contacto, de este modo van tendiendo una red a su paso.
“En Mar del Plata, una de las principales luchas es por las costas públicas, vaya si no nos está afectando el terricidio” dice Sofia Romero, que tiene 23 años y estuvo en la última movilización masiva que hubo en la ciudad antes de que comenzara la temporada por la privatización de las playas.
“Las personas tienen que entender que el Terricidio nos afecta a todes, nos atraviesa, venimos acá a Mar del Plata y las personas nos cuentan que tienen que estar defendiendo las costas para que sea pública, todavía las personas no despertaron en ese sentido. La caminata viene a dar un sacudón para despertar, para que nos demos cuenta que se nos está muriendo el planeta a manos de un supuesto progreso que en realidad nos lleva a la destrucción y eso no lo estamos viendo”, dice Neli Curia, mujer mapuche de El Bolsón, ella se unió a la caminata en Jacobacci, Departamento Veinticinco de Mayo en Río Negro: “En algunas asambleas por las que pasamos acompañamos el pedido de visibilidad por la búsqueda de Tehuel, nuestra lucha por la visbilización es muy parecida a la que viven las diversidades porque sus muertes no repercuten y a nosotras nos pasa lo mismo, no tenemos repercusión en la prensa y es duro decirlo, pero las compañeras feministas blancas tampoco miran las muertes y violaciones de mujeres indígenas como está pasando hoy con los travesticidios o la desaparición de Tehuel.” El territorio que habita Neli es una de las zonas de la Comarca andina que hace un mes ardió en llamas, un incendio que, tal como aseguran lxs vecinxs que lo perdieron todo, fueron intencionales y esconde los intereses de grandes empresas. Hace tres años se unió al Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir, es artesana y alfarera, su economía quedó desbastada cuando comenzó la pandemia, al no poder vender sus productos en las ferias, subsiste con su huerta: “La caminata tiene la particularidad que trae nuestra espiritualidad a cuestas, nuestros ancestros nos estuvieron guiando, estuvimos protegidas y sanas. En todos los lugares donde estuvimos hicimos nuestras ceremonias. Nosotras creemos que la tierra nos acompaña porque sobre ella estamos, las personas de los distintos territorios que recorrimos nos acercaron sus hierbas medicinales, también nos han contado sobre las consecuencias del impacto turístico y las mineras sobre los territorios naturales y eso lo pudimos ver al caminar.”