“Hay algo en el paisaje suburbano, la tranquilidad y la familiaridad de cada calle, de edificio: genera una intimidad y un sentido de pertenencia que deja una marca fuerte en quiénes somos, independientemente de dónde terminemos”, ofrece Lauren Tepfer, joven fotógrafa de 21 años, nacida y criada en la periferia de Nueva Jersey. “Cuando crecés en un sitio con menos de 7 mil habitantes, aprendés a crear y cultivar tu propia magia”, asegura quien comenzara a gatillar a los 13, retratando a amigos y familiares, sin detenerse hasta la fecha, cuando estudia en la Parsons School of Design, en Nueva York. Además de exhibir sus piezas en distintas galerías de Estados Unidos, acaba de lanzar su primer fotolibro, Lauren Tepfer, a través de la editorial británica Setanta Books que -en colaboración con la galería inglesa Open Doors- apunta a descubrir talentos emergentes del globo.

De hecho, la crítica ya celebra su trabajo con halos nostálgicos y tintes oníricos, que huele a espíritu adolescente, y su habilidad para transformar lo mundano en poético. La comparan con otros jóvenes instalados como Petra Collins, Paolo Raeli y Olivia Bee, por un estilo “dreamy” que no renuncia al glam. “Estas imágenes son, para mí, una carta de amor digital a mi pueblo”, explica la norteamericana, a la par que asegura que “también pretendo que, en mis narrativas visuales, encuentren cierto consuelo quienes crecen en estos lugares sintiéndose solos, invisibles, anhelando estar en cualquier otro sitio”.

“Pocas artistas modernas muestran la inquietante, siniestra comodidad de la vida suburbana como esta joven, cuya mirada -cinematográfica- incomoda a la par que seduce”, advertían medios norteamericanos años atrás, cuando Lauren daba sus primeros pasos; luego colaboraría con marcas como Apple, Nike, Converse, Vans, Google. Por cierto, aunque Tepfer gusta fotografiar “espacios liminales vacíos, especialmente por la noche, donde la ausencia impregna de misterio”, no desatiende el retrato, enfocándose “en cómo las personas interactúan con la luz y el color, tratando de capturar la esencia de ser adolescente y vivir en pueblos pequeños, alejados de la gran ciudad”. Resalta, de hecho, que luz y color son esenciales en su obra, “un personaje más de la historia, de los que saco provecho para construir universos diferentes, a veces espeluznantes; a veces de ensueño, reconfortantes. Pero siempre, siempre fuera de lo ordinario”.

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