El sistema sanitario argentino -y el de casi toda Sudamérica también- se acostumbró a convivir con dos palabras en esta segunda ola del Covid-19: saturación y colapso. Situaciones que el fútbol parecería mirar bien de lejos, como si fuera una actividad extraterrestre. Los contagios no tienen techo ni lista de buena fe. Ni en este deporte profesional puertas adentro, ni en todo lo que promueve: viajes al exterior, conhabitación en vuelos, hoteles, vestuarios y comidas de sus protagonistas. Si mantiene protocolos especiales, pero que no alcanzan a países que se desangran, como Colombia, una de las sedes de la Copa América.
La Conmebol -institución de pasado delictivo y presente turbio- avanza con sus torneos a lo que dé lugar. No repara en el avance impiadoso de la pandemia, ni en las violaciones a los derechos humanos en Colombia y Brasil ahora. Tampoco lo hizo con el golpe de Estado en Bolivia y la represión en Chile en 2019 y 2020. Ni que hablar de épocas más pretéritas. Le importa otra cosa. Los 487 millones de dólares en ingresos que anunció su Secretario General, José Manuel Astigarraga para 2021. Suma que incluye a la Copa América y los demás torneos que organiza comprometiendo la salud de los jugadores y quienes trabajan con ellos.
La lógica dominante del mercado no perdona y eso aplica también a la propia AFA. Demasiados clubes afrontaron partidos con planteles barridos por el virus: Sarmiento, Gimnasia, Banfield, Boca, Racing -entre otros- y ahora les pasa a River y San Lorenzo, aunque ya eliminados en la Copa de la Liga, y que juegan Libertadores y Sudamericana.
El jefe médico de la AFA, Donato Villani, fue taxativo sobre la continuidad del torneo local: “No hay ninguna posibilidad de que se suspenda”. Y además aseguró que la Argentina “está en condiciones de hacer la Copa América”. Cuestionó el comportamiento social en pandemia, y hasta se mostró contrario a la opinión de los infectólogos en una entrevista con TN. O sea, fue contra la corriente dominante en el mundo científico y la realidad que se percibe en el sistema sanitario.
Daniel Gollán, el ministro de Salud bonaerense, aportó un dato en sentido contrario: “No entiendo realmente cómo puede ser que cinco jugadores estuvieran ya en condiciones de contagiar jugando un partido de fútbol, y al otro día den positivo”. Se refería a los cinco futbolistas de River que completaron la lista de 20 infectados el lunes. Montiel, Ponzio y Beltrán jugaron el clásico con Boca. Vigo estuvo en el banco. El juvenil Londoño sigue lesionado.
La Conmebol organiza partidos en Colombia, que ya acumula 43 muertos por la represión policial. Y hasta ahora mantiene la Copa América que empezará el 13 de junio en un país donde la violencia no cesa. Los gases lacrimógenos de la misma fuerza de seguridad fueron los que afectaron en Barranquilla al plantel de River, cuando jugó contra Junior. También a los futbolistas de América de Cali y Atlético Mineiro. En este segundo partido se cortó el juego varias veces por la gaseada policial.
Cuando la Conmbebol realizó su 74° Congreso virtual el 23 de marzo pasado, su presidente Alejandro Domínguez aseguró: “Si algo nos enseñó el 2020 es que el fútbol no para. Y el 2021 será aún mejor”. Lo primero ya es muy evidente a esta altura del año, casi dos meses después de decirlo. En lo segundo, la pandemia global y la situación político-social en Colombia por ahora lo dejan desnudo de argumentos. El ministro Gollán dijo: “Si tuviéramos la cepa Wuhan, hoy tendríamos una situación tranquila y controlada, con posibilidades de apertura. Esta es otra pandemia, con un virus que es más agresivo”.
Las autoridades del fútbol en el continente quedaron mucho más expuestas después del caso bisagra que sufre River. Veinte contagiados fueron detectados en tres días sucesivos desde el sábado 15. La Conmebol le negó al club la posibilidad de sumar un arquero para jugar contra Independiente Santa Fe y completar un equipo de 11. Una medida que no tiene antecedentes en condiciones excepcionales como las actuales.
El protocolo de la UEFA sostiene que hasta con 13 jugadores un equipo europeo debería presentarse en la Champions League. Pero con menos y si no estuviera disponible el arquero, el partido podría aplazarse. La Conmebol postergó partidos y hasta los cambió de sede en otros casos de contagios -los llevó todos a Paraguay y hasta se jugaron tres en Asunción un mismo día-, aunque se mantuvo estricta en la lista de buena fe ampliada. Es este argumento el que ahora se esgrime para criticar a Marcelo Gallardo por no haber completado la nómina de 50 futbolistas con juveniles.
La Conmebol desnaturaliza el fútbol cuyos intereses dice representar. Siempre existen oportunidades para reparar el daño causado, fuera el damnificado River, Boca o cualquier otro club del continente. El reglamento arde de tantas veces que no fue respetado y ahora, en este momento histórico, se aplica con rigidez pretoriana. Para los dirigentes de esta parte del mundo, la pandemia puede que sea una gripezinha, como la bautizó Jair Bolsonaro.