“Hemos visto cómo en el mundo occidental no se asocia a Palestina con las luchas feministas. De hecho se da por sentado, que no hay posible intersección o alianza entre el feminismo y la lucha palestina. Las feministas palestinas, en cambio, continúan pensando que el feminismo es una lucha en contra del proyecto de ocupación colonial, de opresión y violencia de género. Se niegan a separar el feminismo de las problemáticas anti-coloniales, del mismo modo en que viene ocurriendo en América Latina”, dice la abogada, profesora y activista palestina Samera Esmeir.
La violencia del gobierno de Israel, a cargo del ultraderechista Benjamín Netanyahu, contra Palestina entró en estos días en una nueva escalada histórica. Ha circulado en particular el video, filmado en tiempo real, del ataque aéreo israelí dirigido intencionalmente contra un edificio de doce pisos donde se ubicaban las oficinas de la agencia internacional The Associated Press y otros medios de prensa en la ciudad de Gaza. Menos conocido tal vez es que horas antes había sucedido otro ataque aéreo contra un campo de refugiadxs muy poblado en la misma ciudad, donde murieron sobre todo niñxs. Los ataques aéreos, al día de hoy, se cuentan por decenas.
Este nuevo episodio de brutalidad tiene como momento inicial una expulsión: las protestas palestinas para evitar desalojos de varias familias, y el desplazamiento forzado de sus hogares, en los barrios de Sheikh Jarrah y Silwan, en Jerusalén. Luego siguió una feroz represión israelí en la mezquita de Al-Aqsa. Pero más que reproducir sin fin las escenas de destrucción, hay voces que ponen el eje en mirar nuevamente la resistencia palestina e incluso su afirmación de un vocabulario de la liberación más que el conocido de la autodeterminación. Es lo que propone Samera Esmeir en esta conversación.
Samera nació en la ciudad de Haifa, la ciudad palestina que en la guerra de 1948 fue ocupada por las fuerzas sionistas, tras el fin del mandato británico en Palestina. Su familia fue parte de quienes fueron encerrados en un barrio pobre mientras la ciudad era tomada por completo. Estudió abogacía en la la Facultad de Leyes de Haifa y en 1995 se mudó a Jerusalén Oriental para trabajar en el Centro de Apoyo Legal Cuáquero. “Era un centro ilegal que ofrecía apoyo legal gratuito a los habitantes de Jerusalén Oriental y a los palestinos de Cisjordania. Así empecé mi práctica como abogada”, nos cuenta. Detalla que los casos que le tocaban eran de dos tipos: derecho de residencia y desalojos. “En los años 90, el estado de Israel aceleró la revocación del estatus de residente de los habitantes palestinos de Jerusalén Oriental como técnica para su proyecto de limpieza étnica y de volver minoritaria a la población palestina: entonces, trabajé en esos casos para impedir la revocación del estatus”. Agrega que, por entonces Israel tenía planes de urbanización en Cisjordania, proyectando grandes calles. “Podíamos armar casos en contra de las órdenes israelíes de demolición que destruían casas en la zona. Fue así que nos enteramos de proyectos de desarrollo de autopistas, avenidas y calles, como parte de un proyecto de urbanización que obstruye la circulación de lxs palestinxs y que facilita la movilidad de los colonos”. Luego empezó a trabajar en un despacho de abogados en Jerusalén Oriental, representando a palestinxs en la Corte Suprema israelí. En el ínterin hizo una maestría en leyes en la universidad de Tel Aviv. Luego se fue a Nueva York a hacer un doctorado. Dice que entonces tomó la decisión de dejar de ejercer como abogada: “Me dí cuenta de que la ruta de la ley no era la ruta para poder liberar a Palestina”. Sin embargo, entonces co-fundó la revista Adalah Review, vinculada a un centro de apoyo legal en Haifa en defensa de los derechos de lxs palestinxs, o sea de alguna manera el trabajo legal continuaba, aunque por otros medios. Desde el 2005, se convirtió en profesora e investigadora en la Universidad de California en Berkeley, sin dejar su activismo.
¿Qué elementos, tanto históricos como coyunturales, permiten comprender mejor el ataque actual contra Palestina y, en particular, que el foco esté otra vez en Gaza?
Gaza y Cisjordania fueron ocupados en 1967 por Israel y así completó entonces la ocupación de Palestina. El proceso de paz empezó en los años 90 pero fue interrumpido y en 2005 Israel se retiró por completo de la Franja de Gaza, donde había pocos asentamientos, de manera unilateral porque no quería negociar con Palestina. Estamos hablando de un área total de la Franja de Gaza de 41 kilómetros de largo y entre 6 y 12 kilómetros de ancho, con casi dos millones de palestinxs, de los cuales un millón cuatrocientos mil son refugiadxs de la guerra israelí. Es una población muy densa en un espacio pequeño de tierra. Señalar la unilateralidad de la retirada es importante porque establece la superioridad de Israel y su no voluntad de negociar con lxs palestinxs.
En 2007, sin embargo, Israel impone un bloqueo en Gaza impidiendo cualquier movimiento por mar, tierra y aire. Dice que el bloqueo es porque lxs palestinxs votaron en sus elecciones por el partido islámico de Hamas: es decir, el bloqueo es un castigo al voto. La elección de Hamas fue considerada como un desafío al gobierno israelí y a su supremacía porque Hamas es abiertamente un movimiento de resistencia. Podemos decir muchas cosas sobre Hamas, y hay varias posiciones al respecto, pero la reacción de Israel y la comunidad internacional que la respaldó, fue que imponer el bloqueo en Gaza tenía que ver con que Hamas es un movimiento de resistencia armado. Entonces, por casi quince años dos millones de personas en Gaza han estado viviendo en esa pequeña porción de tierra bajo bloqueo. Gaza reúne así historias de desposesión y sintetiza un estado de pobreza de la mayoría.
¿Cómo se ubica el bombardeo actual entonces?
En mi análisis, el actual bombardeo contra Gaza es una performance de supremacía. Una performance de que Israel puede y quiere destruir vidas cuando sea que se decidan a resistir. El bombardeo aéreo es la principal tecnología y la práctica clave en la performance de supremacía. Entonces, lxs palestinxs en Gaza respondieron enviando cohetes para atacar Israel. Estos cohetes son caseros porque Palestina no tiene el poderío militar de Israel. Y es esa la resistencia que cada vez Israel intenta aplastar. Esta ocasión, cuando estaban intentando desalojar hogares palestinos de Jerusalén, hubo un llamado de activistas palestinos pidiendo apoyo a Gaza, para ayudarles con la resistencia. Gaza respondió enviando cohetes en apoyo a la gente que luchaba contra los desalojos en Jerusalén este. Y así es cómo este nuevo episodio de destrucción empezó. Pero recordemos que Israel no necesita que haya cohetes para atacar en Gaza. Solo para hablar de la última década, entre 2012 hasta 2021 Israel continuó con rutinas, estructurales o esporádicas pero rutinas al fin, de bombardeo contra la Franja de Gaza. Recordemos que desde el 30 de marzo 2018, el día de la Tierra, hasta diciembre de 2019, Gaza participó en la que se llamó la Gran Marcha del Retorno demandando el fin del bloqueo y el retorno a los hogares mientras que recibían cientos de balas del ejército israelí. La marcha pacífica continuó aún cuando decenas fueron asesinados y cientos heridos. Lxs palestinxs en Gaza son asesinadxs cada vez que muestran algún signo de resistencia. Israel no tolera esto porque aspira al control total y a la pacificación total. No hace falta decir que esto es imaginario porque es imposible de lograr.
¿Cómo sintetizarías las demandas históricas de la lucha palestina por la autodeterminación? ¿Sigue siendo ese el vocabulario principal de los reclamos?
La ironía es que lxs palestinxs están siendo obligadxs a reconocer a Israel como un Estado para el pueblo judío, pero eso implica reconocer la autodeterminacion de los judíos en su tierra mientras que, al mismo tiempo, es su propia autodeterminación la que está negada. Ningún documento reconoce la autodeterminacion del pueblo palestino. Dicho esto, en el momento actual de la lucha palestina, el lenguaje no es el de la autodeterminación, incluso cuando fue muy importante por muchas décadas, porque fue el lenguaje de los movimientos anti coloniales de la segunda mitad del siglo veinte y porque se convirtió en una herramienta legal contra la colonización. Y Argelia fue un ejemplo para la organización de la liberación palestina, por ejemplo. Pero volviendo a este momento coyuntural, no escuchamos el lenguaje de la autodeterminación, sino otro lenguaje incluso preexistente: el lenguaje de la liberación, de la libertad. Liberación solía ser el concepto principal de la lucha palestina y ahora está de nuevo surgiendo.
¿Qué diferencias implica?
Este lenguaje está menos interesado en la cuestión de la estatalidad y más interesado en deshacer y destruir la tecnología colonial de gobierno y sus operaciones. Liberar es descolonizar. Liberar es lograr libertad. Liberar es deshacer la estructura de ocupación y conseguir dignidad y equidad en nuestra tierra. Liberar es deshacer el estatus de refugiadxs y permitirles volver a su hogar. Esta es la diferencia hoy entre el lenguaje de la liberación y el lenguaje de la autodeterminación. Quiero repetir: la lógica de la estatalidad puede volver a emerger y es parte de lo que introduce el liderazgo convencional, pero la gente en las calles no canta por la autodeterminación ni por la estatalidad después de todo lo que se intentó en relación a la promesa de estatalidad por casi tres décadas, desde el acuerdo de Madrid en principio de los 90. El lenguaje hoy es un revival de un concepto anterior de liberación. Nadie está analizando esto, pero esta diferencia y este revival es importante. Todavía no sabemos las consecuencias que tendrá.
Han habido muchas manifestaciones en Palestina, donde sobresale la presencia joven. ¿Podrías explicarnos cómo el derecho al retorno, ese que impulsó las marchas los últimos años, y la oposición a la solución de los “dos estados” se expresó estos días concretamente en las calles?
El derecho a regresar ha estado en el centro de la lucha palestina hace ya varias décadas, mientras se discutía la opción de los dos estados. Lxs refugiadxs palestinxs se sentían excluídxs del proyecto de solución vía los dos estados y continuaron demandando el derecho a regresar. Lxs refugiadxs se han convertido en una fuerza central de la lucha palestinx. O sea, habían sido centrales ya en los años 60 y 70, pero los Acuerdos de Paz de Oslo los habían marginado porque Israel no permitía que regresen porque eso desarticularía la mayoría israelí en el territorio. Han habido algunas propuestas que permitirían el regreso de algunos pocos a Cisjordania. En los Acuerdos de Paz, la OLP (Organización de Liberación Palestina) dejó de lado el tema de lxs refugiadxs para negociaciones futuras. También el tema de los asentamientos, de Jerusalén y la cuestión del agua. Es decir: cuatro temas centrales para la vida palestina fueron dejados de lado para que avanzaran los acuerdos de Oslo. Pero son los temas más centrales en cierto modo. Lxs refugiadxs palestinxs han estado imponiendo sus propias demandas en sus movilizaciones y en sus organizaciones. Hay también un movimiento dentro de Israel, de palestinxs que fueron desplazadxs dentro de su propia tierra, como mis padres, como yo, y hay un movimiento de regreso dentro del territorio mismo. En mi aldea, por ejemplo, los jóvenes y los mayores regresaron hace unos años, retomando la vida en la aldea destruída. Lo hicieron durante un año hasta que Israel los expulsó, otra vez. En las calles ves personas de todas las generaciones y el reclamo es por nuestra existencia, por nuestras vidas, generando espacio para que regresen lxs refugiadxs más allá de la forma política que tome Palestina. Esto es un cambio radical muy reciente aunque recordemos que esta era la demanda de la OLP cuando se formó en los años 60.
Se habla de un cambio generacional, tanto en el liderazgo como en las movilizaciones. ¿Cómo caracterizarías ese cambio?
La OLP, que en los 80 decíamos que era la única representación política de lxs palestinxs porque queríamos que el resto del mundo la reconociera como nuestro movimiento de liberación nacional, se transformó en la Autoridad Palestina que gobierna en particular Cisjordania. Hoy está haciendo el trabajo de ocupación en Cisjordania. No es ningún secreto, ya que está en todos los acuerdos publicados. Ellos tienen lo que llaman la coordinación de seguridad: esto significa que la Autoridad Palestina en Cisjordania colabora y coopera con Israel, le entrega información sobre las personas a quienes debe detener, liderada por una facción, Fatah, y algunos de sus aliados. La nueva generación está harta de esa organización. Y lo que están haciendo hoy es reactivar otra historia de lucha, una que ya no está interesada en lograr un estado, sino en la liberación de Palestina. Pueden articular una lucha que no está limitada por los lenguajes de la ley y la diplomacia internacional.
En ese sentido, ¿qué significó el llamado a huelga general esta semana?
La huelga general desafía el desmembramiento de la sociedad palestina. Cuando las fuerzas sionistas ocuparon Israel en 1948 inmediatamente desmembraron la sociedad palestina en tres grupos. La mayoría de lxs palestinos se convirtieron en refugiadxs, en Líbano, Siria y Jordania. Una minoría permaneció dentro de Israel y se les dio ciudadanía israelí. En 1967 Israel ocupa Cisjordania, incluyendo Jerusalén Oriental y Gaza y les impone un gobierno militar. La historia que se dibuja es una de fragmentación de la comunidad política en por lo menos cuatro partes: lxs palestinxs del 48, lxs palestinxs viviendo bajo ocupación en Gaza y Cisjordania, lxs refugiadxs palestinxs en la diáspora y en campos de refugiados, y lxs palestinxs residentes de Jerusalén Oriental. Después de la ocupación de la Jerusalén palestina en 1967, Israel anexó ese territorio, no se les dió ciudadanía israelí a lxs residentes palestinxs de la zona ocupada para no desestabilizar la mayoría y supremacía isrealí en el territorio, pero se les otorgó residencia a lxs palestinxs de Jerusalén. Una residencia como la que se le daría a un inmigrante que llega a un nuevo país que logra obtener una visa. O sea, es gente que queda marcada como no perteneciendo a ese territorio.
¿La huelga general funcionó como un acto de conexión de todo eso?
Sí, porque estamos desmembrados, quebrados y rotos como sociedad, en grupos con diferentes identidades y aspiraciones. Lo que hace la huelga general es que consolida, agrupa, y colectiviza a lxs palestinxs. Ese es su mayor éxito. Reúne a lxs palestinxs en su tierra. Por primera vez en muchas décadas somos un pueblo palestino, con nuestras pluralidades, nuestras diferencias, y emergemos como uno. Esta huelga nos da una aspiración colectiva. La belleza de la huelga es que, cada unx desde su lugar, nos permite participar a todxs. No miramos acciones a la distancia. La huelga, además, habla sobre el acto de protestar, sobre las confrontaciones que ocurren de modo cotidiano en los checkpoints. Hemos estado viendo potentes y bellas actividades ligadas a la educación, tours dentro de los territorios palestinos que buscan re-educarnos sobre la conexión a la tierra. El día de la huelga general hablamos de esa belleza, de la unidad, de prefigurar un futuro, de una libertad que llegará, pero en este día nuestro corazón también está roto porque Gaza se ha convertido en el laboratorio para la destrucción, para el bombardeo y los rituales de supremacía israelí. Es por y para Gaza que está sucediendo esta huelga general.
¿Cómo ha sido la respuesta de la comunidad internacional? ¿Y desde Estados Unidos en particular?
La respuesta de la comunidad internacional ha sido muda. Y nadie debería de esperar otra cosa más que EEUU defendiendo el derecho de Israel a defenderse porque financian esta guerra. Hace sólo unas semanas EEUU le dió a Israel cientos de millones de dólares en financiamiento militar. Lo que sí están haciendo, que es bastante común cada vez que bombardean Gaza, es darle tiempo a Israel para defenderse y después, gradualmente empiezan a hablar sobre la necesidad del cese de hostilidades. Y después de dos semanas, generalmente, hay un alto de fuego. Pero de hecho le dan a Israel dos o tres semanas para que complete su destrucción de la resistencia en Gaza y también la destrucción de de las posibilidades de vida y de insurgencia en contra de la ocupación israelí. Ya es un ritual conocido. También sabemos que cuando Israel llega hacia el final de su campaña intensifica sus ataques. Estos días estamos siendo testigos de una destrucción horrorosa, porque Israel sabe que tiene licencia internacional de continuar destruyendo por unos par de días más hasta que la comunidad internacional participe en otro ritual más de negociación de un alto del fuego.
Claro, pero las protestas en el mundo fueron rápidas y en muchísimos lugares. Incluso varias conexiones entre la represión en Palestina y en Colombia, con carteles que se viralizaron...
Sí. Hay protestas en todo el mundo, y en el mundo árabe también, porque los estados árabes han abandonado a lxs palestinxs, pero no lo han hecho los pueblos árabes. Esta solidaridad es importante para que sepamos que no estamos reducidxs a los estados a los que pertenecemos, y a su orden internacional. Tenemos otras existencias políticas que importan en la lucha contra la desposesión, contra la colonización, y contra el racismo. Hay muchas conexiones y puntos de convergencia y obviamente diferencias con lo que está sucediendo en Colombia. La huelga de Colombia es contra las medidas neoliberales y la de Palestina es contra el proyecto de ocupación colonial, del llamado colonialismo de colonos (“settler colonialism”). Pero hay convergencias en relación a la desposesión y la violencia racista. Nos corresponde poner en diálogo estas prácticas y procesos de desposesión y racismo para poder cartografiar otro mapa del mundo, más allá del que está satisfecho con representar al mundo a través de los estados nación.
¿Cuál es el rol de los colectivos feministas palestinas y el impulso de acciones transnacionales de apoyo y solidaridad?
Palestina siempre ha tenido colectivos y luchas feministas desde el comienzo de las luchas palestinas anti-coloniales. Yo participé en esas luchas en los 90 cuando terminaba la secundaria y empezaba la facultad. La agenda feminista ha cambiando durante estos últimos años. En particular, ha habido un vuelco hacia la oenegización en Cisjordania, donde el apoyo internacional llega de la mano de talleres de capacitación. Es una agenda vía las ONG que separa las luchas feministas de la lucha palestina, que convierte al feminismo en una cuestión de igualdad de género principalmente, aunque también aborda cuestiones de violencia doméstica contra las mujeres. Pero no tiene ningún interés en explorar la intersección de raza, clase y género. Las feministas palestinas, en cambio, continúan pensando que el feminismo es una lucha en contra del proyecto de ocupación colonial, de opresión y violencia de género. Hace dos días la coalición de mujeres de Jerusalén hizo una declaración en apoyo a la lucha Palestina en contra de la ocupación colonial, enfocándose en cómo ha afectado de modo desproporcionado a mujeres, niñes, embarazadxs. Pero también hemos visto cómo en el mundo occidental no se asocia a Palestina con las luchas feministas. De hecho se da por sentado, de modo generalizado, que no hay posible intersección o alianza entre el feminismo y la lucha palestina. Por eso, las feministas palestinas en EEUU han insistido en categorizar la cuestión palestina como una cuestión feminista. Hace poco un colectivo feminista palestino en EEUU emitió una carta de amor a la gente en palestina aclamándolos por la incansable insistencia de permanecer en sus tierras, y describiendo esa lucha de perseverancia y potencia como una inspiración para la lucha feminista. Esta renovada lucha feminista, que se está dando principalmente por colectivos feministas palestinos en la diáspora, insiste en lo que siempre ha sido fundamental para la lucha feminista palestina previa a la ONGeización: la lucha contra todas las formas de opresión incluyendo la opresión del proyecto racista de ocupación y opresión colonial. En Palestina hay varios grupos feministas cuyas intervenciones se posicionan en la intersección de problemas de violencia género, en particular femicidios por familiares, y el modo en que la Autoridad Palestina ha encubierto a los culpables y asesinos. O sea que la lucha feminista se posiciona en contra de la Autoridad Palestina y de Israel. Las feministas se niegan a separar el feminismo de las problemáticas anti-coloniales, del mismo modo en que eso viene ocurriendo en América Latina, y en tantos otros movimientos feministas en el mundo hoy. O sea que la lucha feminista se ha convertido en un gran paraguas para fomentar y apoyar todo tipo de luchas en contra de la opresión colonial, la subyugación, el racismo y la violencia de género.