La mujer en la ventana 2 puntos
The Woman in the Window, EE.UU., 2021.
Dirección: Joe Wright.
Guion: Tracy Letts, sobre novela de A. J. Finn.
Duración: 100 minutos.
Intérpretes: Amy Adams, Julianne Moore, Gary Oldman, Fred Echinger, Jennifer Jason Leigh, Wyatt Russell.
Estreno en Netflix.
El día en que a la currícula de las escuelas de cine se le sume la materia “Manipulación Cinematográfica”, La mujer en la ventana va a ser de visión obligatoria. La película escrita por el dramaturgo Tracy Letts (Agosto, Killer Joe) y dirigida por Joe Wright (Expiación, deseo y pecado, La hora más oscura), sobre una novela de un señor A. J. Finn, también será estudiada en las asignaturas “Copy & Paste en el Cine”, “Costura de retazos” y “Ética y Estética del Cambalache”. Mezclando cachos de La ventana indiscreta, Espera la oscuridad, Copycat y algunas páginas de Agatha Christie con cualquier thriller del montón y pasando sin escalas del denso drama psicológico al trash más desvergonzado (y menos desprejuiciado), la película protagonizada por Amy Adams (que en la que posiblemente sea su gran prueba de resistencia cinematográfica se mantiene creíble cuando todo a su alrededor se hace pedazos) es sin dudas un hito del cocoliche.
Adams es Anna Fox, psicóloga agorafóbica, como Sigourney Weaver en Copycat, que ya era del montón. Tiene hija y ex marido, pero hace un tiempo que no los ve. Tanto como para distraer un poco la angustia, mira películas “viejas” y chusmea. Por algún motivo (¿porque el guion así lo dispone?) está obsesionada con una familia recién mudada al edificio de enfrente. Recela de ellos, claro, aunque todavía no haya pasado nada que lo justifique. Como no sale, la gente viene hacia ella, porque si no hubiera más gente la película sería aburrida. Tiene un inquilino en el sótano cuyo rol es ser un sospechoso más, y lo de los nuevos vecinos es directamente un desfile.
Primero viene el pibe a traerle una torta (¿pero no se estila al revés?), después la mamá (Julianne Moore, ganándose el pan), el padre (Gary Oldman, manteniendo también la compostura) y finalmente otra más que no diremos qué papel cumple para no espoilear (Jennifer Jason-Leigh, repuesta de las trompadas de Kurt Russell en Los ocho más odiados). Hay un crimen, varios posibles asesinos, un par de policías que sospechan que la psicóloga está loca (lo cual es bastante cierto), más vueltas de tuerca que para remachar una plancha de acero, una verosimilitud psicológica semejante a la de Carozo y Narizota, y una media hora final de desquicio generalizado.
La película le roba hasta los decorados a La ventana indiscreta. Pero como al comienzo se ven imágenes de la película de Hitchcock, vendría ser un robo a plena luz del día. La relación “intertextual” que se establece con aquella obra maestra es como la de la protagonista con las películas en general: utilitaria y entrecortada. Un flashback le encaja a la Fox una “culpa” de la que no se habían dado pistas (origen, claro, del castigo que debe afrontar). De pronto un coche aparece en medio del living, brillando en la noche. La psicóloga decide suicidarse, pero como no está conforme con cómo quedó el mensaje de despedida, abandona la idea. A alguien, al final, le ensartan un tridente como de Neptuno, a la altura del pómulo.