Un monumento a Rivadavia. Palmeras, pasto. Enfrente, la casa construida por Le Corbusier que enorgullece a toda la ciudad. Gente tomando mate, cervezas, fumando puchos, porros, haciendo gimnasia, paseando a sus perros. Y una ficción que se mezcla con todo eso, entre los transeúntes distraídos. Ninguno de ellos, los que no han venido a ver Mi parte es todo, sabrá que entre las muchas cosas que están sucediendo en esta plaza platense, en este momento, puede listarse una obra de teatro. Camuflada en el fluir urbano, la ficción se funde con el resto.
Como muchos proyectos nacidos durante el último año, el último trabajo del dramaturgo y director Braian Kobla surgió de la necesidad de salir a hacer teatro pese a las restricciones. Estrenaron en septiembre, esa época extraña, intermedia, en que todo empezaba a abrirse pero las actividades culturales seguían prohibidas. “Durante la cuarentena, empecé a caminar por la ciudad, me pintó salir a ver qué pasaba, y noté que en las plazas estaban pasando muchas cosas: había gente, encuentros, te cruzabas a una chica que hacía trenzas, venía alguien a venderte algo. Y entonces me surgió la pregunta: ¿no hay nada de lo que hacemos nosotros que pueda funcionar acá? Así fue tomando forma el proyecto”.
El dispositivo de Mi parte... es sencillo y complejo. Los espectadores se encuentran a la hora pautada en el centro de la Plaza Rivadavia con auriculares y su celular, en el que previamente cargaron un audio. En simultáneo, y después de que el director da la señal, hacen sonar el archivo para empezar a escuchar una voz en off que los guiará para descubrir personajes y situaciones que de otra forma pasarían desapercibidas. Como un camaleón que se mimetiza con los acontecimientos que se dan por fuera de la ficción, los personajes y los espectadores conviven con los demás visitantes de la plaza: todo sucede con el ropaje de lo cotidiano. “Una de las preguntas de la obra es cómo convivir con el contexto de todos los días, cómo hacer que la obra no sea invasora del espacio público, tipo las clases de funcional, que vienen y te copan todo”, se ríe Braian. “Vos planeabas ir a tomar un mate, te cae un trailer con música y no podés cruzar una palabra más con nadie. En cambio, lo que pasa un poco con Mi parte es todo es que la gente que no participa, ni se entera, o a lo sumo trata de descifrar qué es lo que está sucediendo, porque de pronto ve otra gente ahí, haciendo cosas medio extrañas. Pero en ningún momento invade la dinámica de la plaza”. Durante las primeras funciones, en las que todavía no estaba seguro de que hacer la obra estaba cien por ciento permitido y las entradas se vendían solo a los amigos y a los amigos de amigos, Braian ensayaba sus reacciones en el caso de que la Patrulla urbana se enterara que ahí, en la Plaza Rivadavia, estaba sucediendo una obra de teatro. “Me los imaginaba llegando en plan ‘acá están haciendo una obra de teatro’ y respondiendo ‘¿Sí? Buscala’”.
Los personajes de la obra son, a su vez, gente no del todo extraordinaria, como cualquiera de nosotros: un estudiante de diseño gráfico que trabaja de repartidor de Glovo, una chica con deseos de ser artista que se gana su sueldo como niñera, un músico medio amateur, una arquitecta que vende marihuana. Todos pasando el rato, y a la vez buscando se destino. La preocupación por el mundo laboral ya aparecía en la obra anterior de Braian, de nombre larguísimo (Oveja perdida ven sobre mis hombros que hoy no sólo tu pastor soy sino tu pasto también), en la que un grupo de cuatro jóvenes freelancers deciden organizar un reclamo a la empresa multinacional para la que trabajan. “Todos mis amigues tienen un trabajo además de ser artistas, nadie trabaja el cien por ciento del tiempo de su actividad. Yo trabajo en la morgue judicial todas las mañanas, y a la tarde me dedico a escribir y a hacer las cosas que me gustan”, cuenta el director. “Muchas mañanas de mi vida me levanté enojado por eso, y ahora estoy pudiendo mirarlo desde otro lugar. Encontrarle una vuelta me llevó muchos años, y encontrarle una poética a ese mundo más cotidiano, más ordinario, poder nombrarlo, también es un alivio. Mi parte es todo busca la poética del cotidiano, poner el foco sobre cosas que vemos todos los días y capaz estamos medio cegados y no vemos”.
Paradojas mediante, el proyecto que empezó a tomar forma como un salvataje en un momento de restricciones será la que lo lleve a cruzar por primera vez el océano como artista: en junio, Braian viaja a España para hacer una residencia y trabajar en una adaptación de Mi parte es todo que formará parte de la programación del Festival Iberoamericano de Teatro de Logroño, con elenco de allá. “Cuando empezamos a ensayar, pensé que estaría buenísimo convertir la obra en un formato portable, que pudiera hacerse en distintos lugares. No pensé que se iba a dar tan rápido”. Durante el año pasado, también trabajó a distancia dirigiendo una puesta audiovisual de ópera para el Teatro Mayor de Bogotá. Con una soprano y un pianista, montaron La voz humana, de Jean Cocteau.
Para Braian, que a sus 30 comienza a proyectarse internacionalmente, trabajar en La Plata es también una decisión política. “A los 17 empecé a viajar a Capi a formarme y, desde entonces, no paré nunca de viajar para allá. Me formé con Pompeyo, pasé por el Sportivo Teatral, y después estuve muchos años en Bravard, donde también empecé a dar clases. En paralelo, empecé a hacer mis experiencias de dirección y dramaturgia acá. Siempre tuve claro que me interesaba trabajar desde el margen, priorizando estrenar acá”. Cuando empezó a preguntarse si no tendría que apostar por una carrera desde Capital, esto es, mudarse al lugar “en el que suceden las cosas”, se cruzó con una de las referentes de la escena platense, Beatriz Catani: “En un momento estaba re en esa de preguntarme cómo hace desde acá, cómo proyectar mis trabajos hacia otros lugares, a otros países por ejemplo, y ella me dijo algo sencillo que a mí me resonó un montón: ‘Braian, vos podés hacer eso desde cualquier lugar, no tenés que vivir en Capital para que eso suceda’. Y en un momento solté mis trabajos allá y me metí a laburar de lleno acá.” De un tiempo a esta parte, son cada vez más los porteños que se suben a la autopista para ir a ver sus estrenos.
Mi parte es todo vuelve a hacer funciones en primavera. Los demás proyectos y novedades del director pueden seguirse a través de su Instagram: www.instagram.com/braiankobla
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