Somos dos, el segundo disco de Melanie Williams & El Cabloide, es retrofuturista, como le gusta llamarlo, y puede funcionar también como un portal a otros tiempos. Las canciones guardan mensajes semi ocultos que, al ser descubiertos, resuenan por la información que traen, como la voz que aparece en el segundo track, El japonés: "Una de las experiencias más hermosas que podemos tener es cuando recibimos una prueba de que no estamos solos, de que hay mucha vida más allá de nuestro plano de existencia, y sobre todo cuando esa prueba viene de seres de luz".
Desde la expansión musical que le produjo el descubrimiento de La Máquina de Hacer Pájaros –como baterista, la presencia de Oscar Moro no le fue indiferente– y la frescura ineludible de su juventud, Melanie (que canta, compone, produce y toca varios instrumentos) se aferró a la búsqueda de la sonoridad para crear su nuevo disco. Que, al igual que Comprensión1 (2019), publicó por el sello Goza Records.
Funk, groove experimental y jazz fusión japonés se enredan con la dulzura de la voz y proponen un viaje emocional y lisérgico, anclado en los sonidos. "Acá yo tuve mucha influencia de la música funk japonesa. Y cuando escuché La Máquina me enloquecí; las baterías, los ritmos, las melodías de Charly mediando todo. Aunque haya un ritmo súper loco, hay una melodía consistente. Me re gusta esa riqueza musical que muchas veces se simplifica. Es lo que trato de hacer con mi música, que me apasiona: ese equilibrio de contenido", dice desde su cabaña en Bernal, en la que dispuso el estudio de grabación y donde pasa la cuarentena con sus perras.
A Melanie Williams le costó frenar el ritmo que llevaba antes de replegarse frente al virus. El movimiento, saltar de un escenario a otro como sesionista, componer, tocar, conocer gente y cranear proyectos musicales, eran una constante en su vida. "Tener que frenar un poco la manija fue el desafío más grande, claramente."
--¿Cómo lo sobrellevaste?
--Entendí que tenía que aguantar mi deseo para que, cuando se cumpliera, fuera con el tiempo de maceración necesario. Cada proceso lleva su tiempo, desde la composición hasta lo que grabás; mezclar y editar, que suene como querés. Y si lo apurás, le quitás pureza. Apurar significa quitar pureza.
Una voz en su interior le decía: "No te apures, que sea lo que tenga que ser". Le llevó tiempo aceptarlo, pero, finalmente, dice, lo logró.
Cable al cielo
Mikelbjork, el tema que abre el disco, incluye la voz inconfundible de Björk y funciona como una caricia al descubrirla. Melanie buscaba sumar ese color distintivo de la islandesa cuando habla. "Siento que nos transmite algo especial y único, propio de ella. Quería que esté esa magia", dice. Otra referencia que imparte contenido, y que es información en sí misma a través de quién lo dice, es La huerta, el poema de El pájaro rojo de Mary Oliver, que Pablo Fernández, el guitarrista de El Cabloide, recita en XXX.
Allí, un mensaje galáctico baja a la Tierra y habla de detenernos frente a las pequeñas cosas que nos regalan los días y pueden constituir una totalidad. Nada más elocuente para pensar en los días pandémicos. "Nos juntamos con una amiga que conocí en marzo, antes de la pandemia, y me mostró ese libro de Mary Oliver; me leyó un par de cosas y me dijo que me lo llevara", reseña. Esa noche fue Pablo a su casa y empezaron a grabar. En la parte instrumental de la canción parecía faltar algo. "Le encajé un micrófono con voz de robot y le dije leé esto. No pude después conseguir algo que supere ese momento y esa información, porque lo que dice está buenísimo."
Esta versión de El Cabloide está integrada por Melanie Williams en batería y voz; Chipi Chipi y Pili Fernández en guitarras, Gimena Alvarez Cela en teclados y Franco Mazzotta en bajo. Y, según cuenta la baterista, El Cabloide es una formación viva. Siempre cambia bajo el concepto de cable, con la música atravesando a las personas que encarnan el sonido.
"Es cualquier artista que se conecte con lo que está haciendo y que permite que el arte fluya a través de sí y salga como una creación. Claramente El Cabloide puede ser muchas personas, y las personas tenemos distintos caminos. Esa cosa romantizada de la banda para toda la vida siento que ya fue. Es más real esta cosa de fluir en las personalidades; conectás y fluye todo. Mañana esa persona se va a vivir a la montaña y viene otra y va a estar todo bien. Y así es la vida", dice.
Y si bien es la música lo que enciende la manija en sus días, a Melanie le interesa abrir el juego y hablar de la inclusión en la escena. "Yo soy una persona no binarie y me parece interesante que se empiece a abrir el juego a otras identidades más allá de lo establecido", dice. Y agradece poder incluir y representar, en esta nota, también a otres. ¿Acaso no se trata de eso mirar la vida como un todo, tal fuera la propuesta de Oliver en su poesía?