Amonita                                                           7 Puntos

Ammonite, Gran Bretaña, 2020

Dirección y guion: Francis Lee.

Duración: 117 minutos.

Fotografía: Stèphane Fontaine.

Intérpretes: Kate Winslet, Saoirse Ronan, Gemma Watson, Fiona Shaw, James McArdle.

Estreno en Flow.

Clasicismo no es lo mismo que academicismo, y el cine de época no conlleva necesariamente la llamada qualité. El academicismo reproduce como si se tratara de una religión un canon estético determinado, mientras que el clasicismo recrea sus formas, organizándose no en función sino a partir de ellas. El cine de época no es, por su parte, otra cosa que eso: un drama (generalmente) que no transcurre en la época contemporánea sino en una anterior. En el modelo clásico, su única prescripción consiste en ser fiel a los usos y costumbres de la época en que transcurre. La qualité, en cambio y tal como indica la palabra, se viste con ropas de alta cultura, cumpliendo el deseo aspiracional del espectador que no la posee. Escrita y dirigida por el británico Francis Lee, Amonita no es academicista ni de qualité. A diferencia de esas malversaciones, su relato no se vive como mera reproducción de un modelo intocable o representación esplendorosa de un pasado mejor por ser pasado, sino como puro y austero presente.

La película se basa en la historia de Mary Anning, paleontóloga amateur que en la primera mitad del siglo XIX descubrió fósiles prehistóricos previamente desconocidos --los del ictiosaurio, el plesiosaurio, el pterosaurio--, cuyos esqueletos el curso de la eras había adherido a las rocas vecinas del Canal de la Mancha. De ella se sabe que murió soltera, a los 47 años, en la casa familiar de la aldea costera de Lyme. El director reescribe su historia, imaginando una relación que los libros de Historia no incluyen. El primer encuentro entre Mary (Kate Winslet, antes de encarnar a la detective protagónica de Mare de Easttown) y Charlotte Murchison (Saoirse Ronan) no es precisamente cálido. Mr. Murchison, que se ha llegado hasta las costas de Dorset para ofrecerse como aprendiz a las órdenes de la recolectora, ya por entonces una celebridad entre los círculos científicos (que sin embargo se negaban a recibirla), ni siquiera presenta a su esposa, como si en lugar de persona se tratara de un apéndice. Que Mary la mire apenas de costado no llama la atención: enclaustrada junto a su severa madre (Gemma Jones, todo un nombre de la escena británica) en una casita que tiene algo de sarcófago, la mujer no parece disfrutar ni siquiera del descubrimiento y pulido de las invaluables piezas que recoge. Y que, producto de la necesidad, vende a los turistas como meros souvenirs.

La cosificada Charlotte y la cuasi mineral Mary necesitan en sus vidas un poco de carbón, como el que la visitante recoge una vez que el marido se volvió a Londres y la dejó como un bulto, en un momento en que la vigilante Sra. Anning no está en casa. No es que se lancen una en brazos de otra. Será difícil, sobre todo, raspar la rocosa superficie de Mary. Pero el tiempo erosiona la piedra. Amonita está trabajada con una artesanía paciente, silenciosa y de clave baja, como la que su protagonista lleva a cabo diariamente. Como es de rigor en el cine clásico, los detalles cuentan más que cualquier golpe de estilo: el huevo duro y el plato de sopa que cenan madre e hija, el primer dibujo que Mary hace de Charlotte, el peso de los vestidos, un pie desnudo, el señor Murchison que en un restorán decide lo que va a comer su esposa, la rara incomodidad del encuentro entre la recolectora y una vecina (Fiona Shaw, otro tesoro británico), los ecos alrededor del tema de la maternidad, doloroso para las tres mujeres. El modo en que Mary habla de los fósiles como si se tratara de hijos.

Mientras que en el cine de qualité todo está puesto para deslumbrar, en Amonita todo es apagado: el modo en que crece el deseo, las modulaciones dramáticas, la escasa música, la fotografía de luz natural o de pálidas velas, en una zona y una época donde el sol no alumbra.