Marina Fages es una artista inquietante, experimental y fiel a sus impulsos creativos. Con más de diez años militando en la escena musical argentina, la cantante, compositora, multiinstrumentista y artista visual cambia de ropaje en cada disco o proyecto, y siempre tiene una nueva paleta de colores para mostrar. Un pulso artístico propio que no persigue las tendencias musicales del momento, pero que no desentona con el presente. Fages está despierta y mira hacia el futuro. “Me interesa más que nada vivir todo tipo de experiencias, y también que mi arte vaya mutando, no solo para disfrutarlo como si fuera nuevo cada vez, sino también para ofrecer diferentes experiencias o versiones de mí”, dice sobre su capacidad mutante y su facilidad para pasar de un formato folk, melancólico y acústico a uno rabioso, eléctrico y punk.

También muralista, Fages acaba de lanzar esta semana el video de “Canción de Flora”, un anticipo de su cuarto disco solista, que está grabando “súper tranqui” en Kimono Estudio. “Decidí no solo hacer la producción artística sino también la idea y dirección del videoclip. Me interesa poder sumar nuevas aristas de sentido, para armar más una estructura de esa experiencia y que no solo sea una canción”, detalla Fages sobre el estreno. La canción es hermosa y tiene una introducción con clarinetes que le agrega épica. Es una canción de amor, “una historia de desilusión”, pero también es más que eso. Un video que arranca en un supermercado chino con una escena sugerente (y caníbal), sigue en la intimidad de una casa con un televisor que enfoca un bosque en llamas y linkea luego con los bomberos voluntarios de Soldati. Hay fuego y una alarma.

“Me reencontré con un viejo amigo con el cual hacíamos videoclips hace más de diez años, Daniel Ring, que es director de fotografía. En un fin de semana grabamos todo: las escenas del campo en Cañuelas, las de la ciudad en San Telmo, y en la estación de bomberos voluntarios de Villa Soldati. Realmente el laburo que hacen ahí es increíble y muy sacrificado”, cuenta Fages. “La verdad es que al principio me ubiqué en el caos, pensando en el video, y dejé que mi mente corra sola pensando en qué tipo de imágenes podrían acompañar la canción. El puntapié inicial fue la bandeja con dedos, las imágenes fueron apareciendo solas pero después iba entendiendo por qué aparecían, qué tenían que ver con la historia de desilusión de la que habla la canción…”.

-¿Qué otras cosas aparecieron?

-Vengo pensando mucho en eso, que cualquier cosa que comprás en una bandeja la podés comer y lo poco que reflexionamos sobre de dónde viene la comida que comemos todos los días. No soy vegana, amo la carne, pero la industria de la carne realmente está destruyendo mucho, este sistema está colapsando el mundo entero. Paradójicamente, el humano, que puede comer cualquier cosa y no le importa de dónde viene ni a costa de qué, a veces o diariamente hace sacrificios por otros seres, como en el caso real de estos bomberos que se exponen al fuego (como carne que se asa en una parrilla) para salvar otras vidas. Hay algo ahí, hay un tesoro, algo divino y algo terrible, que tengo ganas de explorar y reflexionar. De esto trata un poco el disco que viene.

Fages tuvo que suspender un concierto en The Roxy debido a las nuevas restricciones sanitaras que rigen hasta el 30 de abril. El show será reprogramado para junio. “Hasta ahora los shows que hice post aislamiento fueron acústicos y en solitario, y tengo muchas ganas de presentarme junto a las chicas, sonando fuerte, explotando de alegría”, dice, y se refiere a su banda, Las Epics: Julia Arbós (guitarra), Clara Rodríguez (bajo), Luchi Rodriguez (guitarra), Maca Zalazar (teclados) y Cecilia Grammatico (batería). A fines de febrero, dio a conocer un single junto a la pianista Noelia Sinkunas. Se trata de una versión de “El río grande”, canción de El Tronador –uno de sus tantos proyectos grupales-, que tiene un registro audiovisual dirigido por Belén Asad en el Centro Cultural Kirchner.

“Noelia me parece una de las músicas más grosas de nuestro país, actualmente. La colaboración parte de mi admiración por ella, le consulté si tenía ganas de hacer algo juntas y por suerte accedió. Lo que hizo en ‘El río grande’ es increíble, llevó la canción a otro nivel”, resalta. “Nos conocimos de casualidad (o no) una noche en San Telmo; yo estaba en una juntada Marder (colectivo artístico de improvisación) con mi grupo de amigos, y cuando estaba en el balcón ella pasó debajo y escuchó el piano, y preguntó si podía subir. ‘¡Claro!’. Bueno, cuando se puso a tocar nos dejó caretas a todos, fue muy loco”.

En plena cuarentena y a modo de repaso de su obra solista, la artista publicó en su canal de YouTube una sesión en vivo grabada en su estudio de pintura que tituló “Vivo en Piyama”. Un trabajo sonoro, visual e interpretativo exquisito en el que versiona en formato acústico e intimista canciones de sus tres discos y algunos covers, como “Nuestras fronteras”, de Eterna Inocencia. “La idea surgió por dos cosas: antes de que se anuncie la cuarentena tenía pensado grabar un show en el teatro Xirgu, con versiones acústicas e invitados especiales, una especie de unplugged que también sería disco que, claro, nunca se pudo hacer”, explica. “La otra es que en la cuarentena me pedían vivos de Instagram tocando, pero mi conexión es malísima así que pensé que podía grabar un show con súper buen sonido y que el público que tenía ganas de escucharlo lo pueda reproducir cada vez que quiera”. El material también fue editado en casete en México y Estados Unidos por el sello Devil in the Woods.

-¿Cómo fue el proceso para versionar este conjunto de canciones, teniendo en cuenta de que varias de ellas tenían un formato eléctrico y en banda?

-Disfruté mucho el proceso, tuve la oportunidad de ensayar las canciones de una manera que no lo había hecho nunca: con un micrófono y auriculares, entonces pude escuchar detenidamente cómo respondía mi voz al estar cerca o alejarme, y experimenté cantar mucho más suave de lo que hago normalmente con la banda completa. Eso me dio un panorama muy distinto y un nuevo abanico de posibilidades expresivas, flashée zarpado. Las canciones que elegí en su mayoría fueron las que más me pedían que toque por las redes, y sumé algunas que me pareció que podían potenciar el material dando otros colores e intenciones, como “Buen día te quiero” (de Madera metal, 2012).