La capacidad de los países desarrollados y los países emergentes para enfrentar la pandemia resulta cada vez más desigual y despierta uno de los grandes temas de debate en los documentos de los principales centros de estudio internacionales. En esos informes se considera que los desequilibrios financieros son una de las mayores dificultades que tendrán las economías de menores recursos para recuperarse del impacto de la crisis sanitaria en los próximos años.
El Instituto Internacional de Finanzas actualizó en uno de sus últimos trabajo algunas de las cifras claves del problema de la deuda en los países no desarrollados. En la investigación se precisó que en el primer trimestre de 2021 el monto de la deuda a nivel mundial se redujo en 1,7 billones de dólares, al ubicarse en 289 billones y fue el primer descenso en más de diez trimestres.
Sin embargo, la reducción fue impulsada por las economías maduras. O sea por los países ricos en donde la deuda bruta bajó en 2,3 billones de dólares para colocarse en menos de 203 billones. Por el contrario, en los mercados emergentes hubo una nueva suba en el nivel de endeudamiento de 0,6 billones que elevó el monto de los pasivos a un nuevo record de más de 86 billones de dólares.
El Instituto Internacional de Finanzas señaló que la relación de la deuda pública respecto del PIB en los países no desarrollados subió de 52 por ciento en el cuarto trimestre de 2019 a 60 por ciento en el primer trimestre de este año. Plantea que en varias de estas economías el salto fue aún mayor con subas de casi 15 puntos porcentuales. Ante la falta de crecimiento económico los pasivos tienen un carga cada vez más pesada.
Algunos países como Chile o Turquía registraron avances en la proporción de su deuda en moneda extranjera respecto de la de moneda local, lo cual provoca un aumento de la vulnerabilidad. A su vez, otro frente de presión es que los gastos por intereses empezaron a subir respecto del PIB de los países emergentes generando una debilidad en la capacidad de crecimiento para los próximos años. Filipinas, Sudáfrica, India e Indonesia son algunos de los más afectados.
Por estos motivos el Instituto Internacional de Finanzas consideró que muchos países no desarrollados empiezan a quedar cada vez más expuestos a la voluntad de los mercados de deuda globales para seguir renovando los préstamos. Se trata de una situación que además genera problemas para que los Gobiernos puedan moverse con margen de maniobra para hacer políticas fiscales que permitan no sólo hacer frente a la crisis sanitaria sino a los desequilibrios sociales.
En Estados Unidos no hubo titubeos para lanzar un programa de fuerte estímulo para recomponer el mercado de trabajo, los ingresos, la infraestructura y el crecimiento en general. A pesar que algunos economistas plantean que estas políticas expansivas pueden reavivar la inflación, no se duda de la capacidad de financiamiento de la economía estadounidense. Pero no ocurre lo mismo en los mercados emergentes donde la volatilidad de los flujos de capitales puede interrumpir un paquete de estímulo o incluso impedir que se ponga en marcha. En cierta medida lo que ocurre en el plano sanitario con la distribución inequitativa de las vacunas se repite en lo económico con la desigualdad para garantizar la recuperación.